Capítulo 54

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Los días que antes eran largos e interminables ahora parecían tan volátiles, pasaban tan rápido que a Esteban le daban ganas de detener el tiempo con las manos, al menos en las madrugadas cuando perdía el sueño y admiraba a Márcia durmiendo plácidamente, eran momentos tan singelos y dulces que valia la pena cada segundo en el que el sueño tardaba en llegar.

La calma de las madrugadas era tan tranquilizadora que Esteban tardó un poco en darse cuenta de que no era normal pasar horas despierto, pero no le importaba, mientras se despertara para llevar a Rafita al colegio, no tenía problema permanecer despierto mientras todos dormían. La rutina familiar era su punto de equilibrio, si todo iba bien con Márcia y sus hijas era perfecto para él, la seguridad de la rutina le daba la normalidad que tanto extrañaba, los momentos familiares, las conversaciones con sus hijas; a veces sobre temas importantes y a veces cosas tan banales que le hacían reír.

Los pies de Márcia rozando los suyos por la mañana eran el mejor despertador que podía tener, se despertaba todos los días con la sensación de que todo era un sueño y que pronto despertaría, pero se tranquilizó al sentir el tacto de Márcia y se dio cuenta de que era la realidad. Sonreía sin razón aparente, se regocijaba con el más simple buenos días que escuchaba de sus hijos, la falta de contacto con personas conocidas hacía que cualquier momento que compartiera con ellos fuera muy especial. Su mirada luminosa de felicidad se hizo más presente cada semana, adaptarse a la libertad fue muy fácil, pero permitirse disfrutarla aún era un proceso gradual, años de martirio no desaparecieron de la noche a la mañana y sus cicatrices eran un recordatorio constante de lo vivido; No podía simplemente fingir que los últimos ocho años de su vida no existieron.

Mirarse al espejo le trajo duros recuerdos, la desesperanza y la soledad ya no lo acompañaban, pero las marcas de ambas siempre estarían ahí, en cada cicatriz que adornaba su piel.

- ¿Te noto algo triste siempre que te miras al espejo? ¿No te gusta lo que ves? - preguntó Márcia, mirándolo desde la bañera.

El pelinegro dejó escapar una sonrisa tímida, volviendo su mirada hacia su esposa aún sumergida en el agua tibia.

- No es que no me gusta, simplemente no puedo ignorar estas cicatrices, me molestan. - Suspiró frustrado, mirándose nuevamente al espejo.

- No deberían, son parte de ti, un recordatorio de lo que viviste, no fueron buenas experiencias pero odiarlas no las hará desaparecer. - Dijo la pelirroja levantándose y acercándose a la morena. - Así como tú eres capaz de amar cada marca mía...- susurró, comenzando a besar cada pequeña marca en su espalda, provocando un suspiro involuntario seguido de una sonrisa traviesa. - Soy capaz de amar besar a cada uno de los tuyos. - aseguró acariciando la larga espalda de su marido.

Las uñas recién pintadas de la abogada recorrieron toda la espalda de Esteban provocándole leves escalofríos y continuaron hasta la toalla blanca que lo cubría de cintura para abajo, aflojándola y dejándola caer al suelo.

Proclamar el amor o expresarlo de diferentes maneras fue un excelente detonante para hacer el amor, más aún cuando ambos parecen afectados por sentimientos febriles y palabras incendiarias cuando están en presencia del otro, no había límite para la conexión, ya sea química. , físico o intelectual.

La química era algo tan natural como respirar, no requería esfuerzo estar presente en un simple intercambio de miradas y la química era un hermoso detonante para que ocurrieran la física, como la acción y la reacción, la fusión y la explosión. Como en un segmento de palabras clave: Pasión, Química, la llama, la lujuria, la física, la cama.

Explorar sus cuerpos fue la urgencia de las primeras semanas de Esteban en casa, pero con el paso de los meses, explorar el intelecto de cada uno se convirtió en uno de los pasatiempos favoritos de Márcia, quien nunca se rendiría en una discusión, ya fuera sobre trabajo, literatura o incluso política. cuando se sintieron inspirados a sacar de quicio el uno al otro. Las noches de vino después de cenar terminaban en una reunión de cuerpos temblorosos y sudorosos, pero las noches de whisky después de cenar terminaban en interminables monólogos sobre cualquier tema que les incitara a hablar, como jóvenes idealistas, pero cuando se tiraban a la cama a dormir se reían de sí mismos, pues ya no se veían con edad suficiente para eso, aunque se sentían como dos adolescentes redescubriendo el mundo a través de los ojos del otro.

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⏰ Última actualización: 15 hours ago ⏰

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