Capítulo 51

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- Va a llover.  – susurró Esteban acariciando suavemente la piel de los muslos de Márcia, quien le correspondió acariciando los mechones negros de su cabello.

- ¿Cómo sabes eso si las ventanas están cerradas?  – preguntó, franzindo la frente.

- Me duele la cicatriz, siempre me duele antes de que llueva, tu cesárea también duele, ¿no? – explicó, todavía sumergido en la caricia de las delicadas manos de la mujer, con los ojos cerrados, pero sus instintos tan refinados que escuchó los pasos de Rafita apenas llegó la pequeña.

- ¿Cómo lo sabes?  – volvió a preguntar sorprendida.

- Antônio siempre predice el tiempo a través de una cicatriz de cirugía, duelen o pican cuando está por llover fuerte, después de la puñalada que lleve comencé a tener la misma “habilidad” – se rió del termino, levantándose del regazo de la pelirroja.

-Qué curioso.  – respondió, tratando de no reírse de lo inusual que era eso.

   Rafaela subió corriendo las escaleras con tanta energía como por la mañana, con sus zapatillas embarradas y su impermeable goteando en el suelo, golpeando frenéticamente la puerta del dormitorio de su madre.

- Mami, mami, ¿ya llegaste?  – Llamó ansiosa por la respuesta.

- Pasa, hija.

- Mamá…¡PAPÍ!  – Expresó la niña apenas vio a su padre, corriendo a abrazarlo, acto que él rápidamente correspondió.  – ¡¿Te quedarás a cenar con nosotros?!

- No puedo, papá ya no puede trabajar “horas extras”, pero dime ¿cómo fue en la escuela?  – la sentó en su regazo, desabotonando su impermeable empapado.

- Aburrido, tenía clase de matemáticas, mamá no envió NINGÚN dulce para mi merienda y solo porque hoy podríamos ir al parque, llovió.  - dijo hosca, cruzándose de brazos y frunciendo sus enormes cejas, provocando la risa de sus padres, quienes se miraron - Ah, mamá, tienes que firmar una nota en mi diario...
- susurró sin muchas ganas, sacando el diario del interior de la mochila y tirándolo  en la cama.

- ¡¿Que hiciste ahora, jovencita?!  – preguntó la pelirroja en tono no muy agradable, mirando a la niña que estaba acurrucada en el regazo de su padre.  – Rafaela, te hice una pregunta, ten la cortesía de contestarme.  – insinuó en tono firme.

   Esteban se dio cuenta que la mujer no estaba muy paciente, de hecho cuidar a un niño hiperactivo de ocho años debía ser muy agotador, pero sabía que asustar a la niña no tendría ningún efecto en su comportamiento, que no era la más comportada y ese hecho hacía que Márcia prejuzgara constantemente las travesuras de la pequeña, que permanecía acurrucada en el regazo de su padre.

- Márcia, esta vez hablaré con ella, ¿te parece bien?

   La abogada respiró hondo e internamente agradeció al moreno por su iniciativa.

- Muy bien, conseguiré un bolígrafo para firmar el diario.  – se justificó rápidamente y se fue.

   Esteban terminó de quitarle la gabardina a la niña y la colocó sentada en la cama, frente a él.

- Hija, cuéntame, ¿qué pasó?  – Preguntó con calma, intentando que ella saliera de la defensiva.

- Empujé Mariah, ella le hizo lo mismo a mi amiga, solo se lo devolví de la misma manera.

- ¿Y crees que hiciste lo correcto?

- ¡Por supuesto, quien golpee tiene que estar preparado para ser golpeado!  – aseguró con convicción.

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