Capítulo 32

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  A diferencia de la última vez, la ansiedad ya no era el sentimiento que bañaba los besos entre ellos en ese momento, sino un sentimiento de admiración mutua, teniendo como alegoría lo emocional y lo intelectual fusionados al mismo tiempo.  Era una forma diferente de atracción, que no sólo se debía a la reciprocidad amorosa entre ellos, sino también a través del desencadenamiento de diálogos que en su mayoría eran antónimos de la trivialidades, provocando el interés por el alter ego del otro.

    El deseo empiezo a permear  e impregnar ese acto, ambos retrocedieron al sentir que todavía tenían cierto control sobre sí mismos, siendo Esteban el primero en detenerse, pero sin soltar del todo el contacto con la pelirroja, manteniendo sus frentes juntas, sintiendo el calor de su aliento.

- Por qué...- Márcia fue la primera en romper el silencio, tratando de organizar sus pensamientos en la frase que quería decir, manteniendo los ojos cerrados para preservar ese sentimiento único durante unos segundos.

- ¡¿profundo?!  ... ¡¿perfecto?!  – intentó adivinar Esteban, abriendo lentamente los ojos, inhalando ese perfume embriagador que exhalaba la abogada.

-...¡Genuino!  – dijo, finalmente abriendo los ojos y encontrándose con la brillante mirada marrón que le dirigió el pelinegro.

- Excelente definición…y…aprovechando el momento, quería preguntarte algo…algo que debí haberte preguntado desde que volvimos a estar juntos y agradezco que no hayamos llegado tan lejos en ese día, sin que yo pueda decírtelo primero. – dijo el moreno repasando el tema, dejando a Márcia curiosa.

-Claro, me estás dando curiosidad, si está en mis manos pide lo que quieras.  – animó a hablar a su expareja, sonriendo tímidamente, llevando su mano hacia la de Esteban, lo cual estrechó suavemente.

- Llevo días ensayando y ahora que estoy frente a ti… no puedo hacerlo – suspiró frustrado consigo mismo, sintiendo su mente nublada por el cataclismo de las cosas que pesaban sobre su pecho, Cosas que había que decir, pero no podía organizarlas en palabras.

   Márcia entrelazó sus dedos y llevó la otra mano al rostro del pelinegro, conectando sus miradas;  tratando de pasarle seguridad. El moreno sintió su mano sudar debido a la ansiedad que rápidamente se apoderó de su cuerpo, se levantó levemente y se arrodilló frente a la  pelirroja, manteniéndose a la misma altura que este, sin soltar su mano, respiró hondo  para formular de la mejor manera de decir lo que tenía que decir.

- Me dijiste que algún día te pediría perdón de rodillas... seguro que recuerdas por qué... hace casi diez años dije esas mismas palabras.  Y con razón... no me perdonaste, no lo merecía y aún hoy, siento que no hice mucho por ello...- respiró hondo, parpadeando constantemente para contener Conteniendo las lágrimas, apartó la mirada avergonzado de sí mismo.

- Eso no es cierto…- intenta tranquilizarlo la abogada, tocando ligeramente el rostro de su expareja, girándolo hacia ella.

- No, no lo hice.  Demostrar ser una mejor persona no borra lo que te hice ni mucho menos es un mérito, diría que fue lo mínimo que debí haber hecho.  No hablo sólo de haberte dejado a tu suerte durante años y del teatro de madrastra del que te hice participar, sino también de mi cobardía, desconfianza, crueldad... y peor, todo esto lo fui estando en un papel que se suponía que iba a hacer todo lo contrario, se suponía que yo era tu compañero y terminé siendo el peor de tus verdugos... - intentó concluir el moreno, sintiendo su voz quebrarse en medio de tanta  verdades dolorosas de reconocer, trató de mantener la mirada fija en las hermosas esmeraldas, que ahora adornaban lágrimas cristalinas.  La pelirroja llevó una de sus manos a los mechones negros de Esteban, haciéndole una ligera caricia, el pelinegro al sentir el tacto, finalmente dejó caer las lágrimas en silencio.

- No hace falta que seas tan cruel contigo mismo...- consoló la abogada, atrayendo una vez más el intenso marrón rojizo de los ojos de Esteban, que adornaban una tristeza evidente, que años atrás hubiera sido motivo de gran satisfacción para la pelirroja, viéndolo humillado al reconocer finalmente sus faltas, pero en esta ocasión la idea de deleitarse con el sufrimiento de su exmarido le pareció inhumana.

- Todavía no está ni cerca de lo que ya he hecho, aunque parte de lo que merezco, la vida ya se ha encargado de hacerme pagar caro y créanme cuando digo que pagué y sigo pagando caro todo lo que hice a ti y nuestros hijos.  Todavía no me siento con derecho a pedírtelo, pero no soporto seguir con esto sin resolver... Márcia, ¿me perdonas?  – Concluí finalmente en un hilo de voz, armándome de valor para mirarla a los ojos.

Ciclo infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora