Capitulo 15

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  Los días pasaron más rápido y Esteban regresó a la prisión, en parte se sentía aliviado de poder finalmente liberarse de la soledad de la habitación del hospital, pero por otra parte no quería enfrentar más problemas con los demás reclusos;  lo cual parecía imposible dado lo que le habían culpado de hacer.

    Hasta hace unos días no habría temido represalias, pero después del hilo de esperanza que le había dado Márcia, meterse en peleas y problemas estaba completamente fuera de discusión.  La libertad condicional era un sueño lejano, pero finalmente era una posibilidad, pensó Esteban mientras caminaba de regreso a su celda.

  - ¿Porque traes está cara de velório?, todavía no he muerto, Toño - Dice en tono de broma el menor, llamando la atención del mayor.

- Condenado muchacho, ni bromees con eso - responde Antônio, yendo al encuentro de Esteban, abrazándolo fuerte.

- Cuidado, todavía duele – responde al sentir el agarre de su compañero.

  - ¿Y fue muy feo? Para que hayas estado tanto tiempo en el hospital, debe haber sido bastante grande, ¿no?  – pregunta el hombre canoso.

- Sí y no, lo que prolongó mis vacaciones en el hospital fue la infección y la anemia - dijo el moreno sentándose lentamente mientras apretaba la herida para limitar el dolor, que ya estaba latente.

- Se ve que estas más amarillo, eso te pasa por no cuidarse, ya no eres ningún muchachito – bromea el mayor, provocando la risa de Esteban, que por su vez intenta contenerse.

- No me hagas reír, todavía me duele mucho – indica la ubicación de la puñalada.

- ¿Y la cicatriz? ¿ muy fea?

- Más o menos, pero tendré que retocar el tatuaje.  – habla el pelinegro, abriendo el vendaje que cubría la herida, aparentemente apenas cicatrizada.

- Eh, chico, qué tatuaje qué, ¿quieres otra infección?  – expresa Antônio, sentándose al lado del moreno – mira esto, espero que se cure bien y no te metas en más problemas antes de salir de aquí.

- ¡Veo que estás bien informado!, no te preocupes, Márcia ya me informó de todo lo que no puedo hacer mientras se tramitan los papeles, pero cuéntame ¿y tú?, ¿cómo será tu situación?  – pregunta Esteban con curiosidad.

- En el domingo vino la licenciada y hablamos mucho y llegué a la conclusión de que, ya no me importa demostrar mi inocencia, al final ni siquiera vale la pena;  Ya cumplí casi toda la condena y un juez me declara inocente ahora no cambia nada, me perdí el crecimiento de mi hija, el nacimiento de mi nieto y ahora lo único que quiero es estar con ellos y tener una vida más digna. – responde el mayor, algo inquieto y ansioso – Tenías razón cuando dijiste que por más inocentes que seamos, después de una condena, nada vuelve a ser lo mismo de antes, no somos los mismos de antes.

Esteban respiró hondo, asintió con la cabeza y miró hacia otro lado.

- Tu hija no tiene dudas de su inocencia y eso es lo único que importa, haz lo que puedas para darle esa felicidad.  - suspira Esteban, fomentando una pequeña sonrisa en los labios del mayor.

- Me voy y espero que pronto tú también puedas vivir esto, no pierdas la fe, hijo – expresa el canoso, volviendo a sentarse junto al menor.

- No lo perdí, creo que volvió a brotar...

- Sé exactamente qué hizo que “surgiera” así de la nada – bromeó Antônio, mirando a Esteban, quien a su vez no pudo evitar la sonrisa tonta que se formó en sus labios.

-Esa pelirroja todavía causa revuelo ahí dentro, ¿no?  – Pregunta el mayor.

- ¡¿Alboroto?!, ¡ella es el Cataclismo en persona!  – responde el moreno sonriendo con nostalgia, apoyando su cabeza contra la pared.

Ciclo infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora