Capítulo 33

251 21 95
                                    

  Al principio Esteban pensó que estaba alucinando, pero sus ojos no lo engañaron, aunque su cuerpo incluso estaba rígido por el dolor, sus ojos estaban intactos.  El pelinegro no sabía exactamente qué hacer o decir, incluso por qué sentía tanto dolor que no le tomó muchos minutos dejar de importarle la presencia del hombre.  Bruno pareció no reconocerlo al principio, la tenue iluminación del pasillo favorecía solo el punto de vista de Esteban, por lo que decidió ignorar al hombre que agonizaba justo frente a él, Bruno parecía asustado, como si nunca hubiera pisado en un ala de prisión común como esa.

   El nuevo interno del bloco C no durmió en toda la noche, no sólo por el miedo sino también por los gemidos agonizantes de su compañero de celda, quien sólo se dio cuenta de que era Esteban, cuando el día empezó a amanecer y la luz del sol iluminó la celda através de las salidas de aire.

-¡¿Esteban?!  – Dijo en tono intrigado, levantándose para mirar más de cerca.

   El asombro en su rostro era más que visible, nunca imaginó volver a verlo, más aún compartiendo celda con él y no pudo contener su enojo hacia el hombre que ayudó a encarcelarlo por el resto de su vida.  Agarró al pelinegro por el cuello de su camisa, dispuesto a destrozar la única parte de su cuerpo que quedaba intacta, pero no pudo realizar el acto, pues sintió que el cuerpo del hombre estaba maleable como un muñeco y sin ninguna reacción ante la nueva amenaza.

   Lo sacudió para tratar de obtener alguna reacción, pero sin éxito, el moreno parecía haberse desmayado por el dolor y la mancha de sangre al lado de la litera sugería que realmente estaba herido, pero sin ninguna marca visible – “Debe haber escupido sangre – concluyó el hombre, mientras observaba el cuerpo inmóvil del moreno, en su cabeza comenzó a cuestionarse por qué se encontraba en ese estado y no pudo contener su curiosidad al imaginar en qué se había convertido Esteban en los últimos años.

  Observó atentamente por unos minutos hasta que el moreno comenzó a gemir de dolor nuevamente, continuó con los ojos cerrados y no se movía de la misma posición, volvió a toser con mucha dificultad, como si no tuviera suficiente aire y comenzó a presionar sus manos contra su pecho y abdomen;  en un intento de calmar lo que fuera que le había dolido.

   Bruno solo observó la escena, con cierta satisfacción y agrado, no llamó a ningún carcelero para ayudar a Esteban y si no fuera por su ausencia en el llamado diario de reclusos, la agonía del moreno se hubiera prolongado por más tiempo.

- ¡NOVATO!  – gritó un guardia en la puerta de la celda – despierta a tu compañero.  – ordenó, golpeando con el bastón las barras de hierro, haciendo un ruido ensordecedor.

- No se levanta por nada, mira...- señaló con el dedo- ...ni siquiera se mueve.

   El carcelero abrió bruscamente la celda, dispuesto a despertar a Esteban a golpes, pero al primer golpe no hubo reacción del recluso, quien sólo gimió en un tono apenas audible, endureciendo al guardia que, en un acto de furia, lo arrojó al suelo, esperando alguna respuesta y una vez más;  sólo quejidos bajos.

- ¿Lo que le sucedió?  ¿Porque estas asi?  ¡Hasta donde yo sé, Lombardo no tiene antecedentes de consumo de drogas!  – preguntó el carcelero mirando a Bruno, quien respondió rápidamente;

- No lo sé, ayer fue mi primera noche compartiendo celda con él, no lo conozco.  – se justificó temeroso.

- Parece que Aguirre le dio un buen castigo anoche, lo lleva a la enfermería y dice que se cayó por las escaleras del segundo piso.  – instruyó otro carcelero.

- ¿Y de eso vamos a hablar si alguien de su trabajo llama?

- Sí, no es nada del otro mundo, un día en la enfermería y estará bien.  – respondió el guardia tomando a Esteban del brazo y arrastrándolo como un trapo por los pasillos.

Ciclo infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora