Spy x Family

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Spy x Family es un manga escrito e ilustrado por Tatsuya Endo. Comenzó a publicarse en 2019 de forma gratuita en la aplicación y sitio web Shonen Jump+ de Shūeisha, y a la fecha continúa en emisión. Recibió su primera adaptación animada en 2022, a través de Wit Studio y CloverWorks. La historia nos presenta a un famoso espía conocido por el alias de Twilight, quien recibe la misión de averiguar todo sobre un político corrupto llamado Donovan Desmond. Como Desmond solo es visto en público en las reuniones escolares de sus hijos, Twilight debe formar un matrimonio falso y adoptar una hija con el propósito de inscribirla en la misma escuela que los hijos de Desmond. El problema, y él no lo sabe, es que su esposa Yor resulta ser una sicaria profesional y su hija Anya, una niña telépata.

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La estación de King's Cross estaba llena a rebosar de gente. Aquellos que acababan de llegar andaban con calma y se paraban a beber un café o revisar sus teléfonos, mientras que aquellos que tenían prisa por alcanzar un tren corrían desesperados hasta los andenes correspondientes. Entre aquellas personas estaban un matrimonio joven y su hija, quienes parecían genuinamente preocupados; el padre incluso sacó un antiguo reloj de bolsillo de su saco y maldijo, instando a su esposa e hija a que se dieran más prisa todavía.

-Rápido, Yor, ¡dame las maletas de mano y pasa con Anya enseguida! Estaremos en problemas si se pierde el tren del colegio, ¡rápido!

-Anya tesoro, dale la mano a mamá- ordenó Yor a su hija con expresión concentrada, corriendo con la pequeña Anya hasta la barrera que separaba los andenes 9 y 10. Anya cerró los ojos con susto pero no sintió ningún dolor, y al abrirlos se sorprendió de estar en una estación totalmente diferente de la anterior, repleta de gente con túnicas, lechuzas y cosas tan asombrosas como las que tenían en su casa. El tren que aguardaba en las vías también era distinto, grandes cantidades de vapor salían de él y lucía como los trenes de época de su serie favorita, Bondman.

-Wahh… ¡realmente estamos en la estación de los magos!- exclamó impresionada y soltando la mano de Yor para correr por el lugar, haciendo que la señora se espantara. Un segundo después apareció Loid con las maletas, y el hombre no vaciló en reprender a su hija por su comportamiento tan imprudente.

-Anya, nunca debes correr por un andén lleno de gente, ¿estamos? Es peligroso, y además no podemos perder más tiempo. Vamos, busquemos un vagón con espacio para ir subiendo tus cosas. 

Anya pidió perdón y luego siguió obedientemente a sus padres, el matrimonio Forger. Aunque no eran sus padres biológicos la habían criado y educado desde que tenía cuatro años, así que como si lo fueran. Incluso hoy podía recordar la soledad del orfanato, donde los otros niños se burlaban de ella por sus rarezas. No fue hasta que los Forger la adoptaron que supo la verdad, los actos extraños que sucedían a su alrededor eran magia, más concretamente su magia; Loid le explicó con toda paciencia que en el mundo existían magos y brujas viviendo entre los muggles, la gente común, y que ella ciertamente era una bruja así como la eran él y Yor. Después se habían mudado a Londres por el trabajo de su papá, que consistía en capturar a los magos malos, y por primera vez tuvo contacto con el mundo mágico más allá de su hogar, al entrar al callejón Diagon.

Aquello había sido hacía siete años. Ahora tenía once y había llegado el momento de entrar a Hogwarts, la escuela de magos, algo que la tenía emocionada desde hacía meses y que la impulsaba a mirar todo a su alrededor con la más profunda emoción. Vio muchos magos jóvenes como ella subiéndose a los vagones, despidiéndose de sus familias y cargando a sus mascotas; vio a brujas y magos adultos como su papá usando sus varitas para facilitar el transporte de equipaje, algo que ella no podía hacer porque los niños solo podían usar magia en Hogwarts. Su excitación por tantas novedades crecía segundo a segundo al punto de que Loid tuvo que llamarle la atención nuevamente, tras encontrar un vagón casi vacío.

-Anya por favor, ¡no te distraigas tanto! Esta niña… disculpe, jovencita. ¿Le importaría que mi hija suba al vagón con usted?- preguntó a una niña con coletas que asintió, ruborizada.

-Claro, señor, no hay problema…

-¡Hola, me llamo Anya Forger y estoy en primer año! ¿Cómo te llamas tú?- se presentó Anya sin vergüenza a la niña de coletas, que sonrió y le dio la mano.

-Yo soy Becky Blackbell y también estoy en primer año. Hay que llevarnos bien, ¿te parece?

A Loid y Yor les alivió mucho ver que su hija había trabado tan rápido conversación con Becky, puesto que hasta el momento no había tenido muchos amigos. Anya era una niña extrovertida pero a la vez solitaria, quizás porque en el barrio donde ellos vivían no había otros niños mágicos y eso la hacía sentir sola. Pero ahora las cosas serían diferentes, y rogaban porque su camino en Hogwarts fuera el inicio de una nueva y mejor vida para ella. Loid en particular tenía muchos deseos de que Anya se relacionara con los hijos de cierta élite mágica, en particular del hijo menor de Donovan Desmond, que según sus informes empezaba en Hogwarts ese año. Sin embargo, por más que fuera conveniente para su investigación secreta sobre mortífagos encubiertos, no había forma de saber a qué casa iría a parar Anya, o el mismo Damian Desmond. Solo le quedaba cruzar los dedos de que fueran a la misma casa y de no ser así, que se llevaran bien de todas formas en las clases compartidas. Su misión como auror sería sumamente más fácil si su hija trababa amistad con el hijo de su sospechoso.

-Becky, ¿es cierto que podemos comprar golosinas mágicas en el tren?

-Es cierto, mi padre me lo dijo y él no miente, pero la vendedora solo aparecerá cuando hayamos partido de la estación. ¡Oh! Justo- exclamó Becky al sentir el ronroneo del tren moviéndose, a lo que Anya reaccionó asomándose por la ventanilla y agitando fuerte su brazo.

-¡Adiós papá, adiós mamá, les enviaré una lechuza en cuanto llegue y me haya hecho amiga del segundo hijo!

-¿El segundo qué?- preguntó Yor sin entender y lagrimeando como muchas otras madres allí al despedir a sus hijos, en tanto Loid tragaba saliva. Anya quizás no fuera la más brillante de las niñas, lo había notado todos esos años en la escuela muggle, pero tenía un sorprendente don para interpretar los pensamientos. Se le ocurría que podía ser una muestra precoz de legeremancia, la magia que permitía leer los pensamientos de otros magos, pero era difícil saberlo con exactitud. Anya aún era muy pequeña para estudiar legeremancia, pero no había duda que tenía un talento oculto… ¿por qué otra razón parecía adivinar siempre sus intenciones, incluso la de desear que se hiciera amiga del segundo hijo de Donovan Desmond?

"Solo queda esperar un poco a ver como se dan las cosas, pero si Anya resulta ser legeremante, con mucha más razón necesito que se haga amiga de Damian Desmond" pensó mientras veía al tren desaparecer en el horizonte. No estaba para nada bien usar a su hija de once años como espía, pero tampoco pasar por alto las oportunidades que le daba el destino. Una niña con sus dones podría convertirse en una magnífica aurora en el futuro, y como padre nada lo haría sentir más orgulloso que entrenar a Anya para que siguiera sus pasos.

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