Capítulo 42

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Estaba con Vlad en el hospital, Lisa me había acompañado y habíamos estado hablando un rato los tres, pero después de un rato ha querido dejarnos intimidad y se ha ido a ver a Sol.

—¿Qué te parece lo de jugar el Torneo Nacional? —me preguntó.

—Bueno... Ya me empiezo a acostumbrar a esta gente —sin quererlo, pensé en Lisa.

Tal vez acostumbrar no era la palabra para ella, pero sí para el resto.

—Ahora ya sois un equipo completo, ¿eh? —sí, lo éramos.

Aunque me parecía raro tener un equipo, nunca había tenido uno como tal.

—No perdáis el torneo del Camino Imperial —sonó más como una orden, pero no pensábamos perder.

Teníamos que ganar, por el fútbol y por Vlad.

—Claro, no dejes de vernos.

Salí del hospital y vi que Lisa estaba hablando con alguien. No sabía bien quién era ya que no le veía muy bien. Me acerqué un poco y supe que ese alguien tenía el pelo azul, al menos una parte.

La curiosidad por saber quién era así que terminé yendo a por ella y poniéndome a su lado. Al hacerlo y ver claramente a aquella persona supe que era el Gran Emperador. Lo que no entendía del todo era qué hacía hablando con Lisa.

Ella ya no era una imperial, ¿no?

Aunque tal vez aquella página del Sector V tenía razón y lo seguía siendo.

No entendía nada y tenía mil dudas en mi cabeza.

—Ten cuidado —fue lo último que dijo Alex Zabel antes de irse del lugar, dejándonos solos.

Una vez se había ido, no pude evitar preguntar. Quería saberlo.

—¿Qué es lo que te ha dicho?

Noté que estaba nerviosa, pensé que no me lo quería decir. Pero, ¿qué debía de ser para que no me lo quisiera contar? Quizá algo importante, pero si lo era, también tendría la suficiente confianza para contármelo a mí.

—Me estaba contando cómo sería la siguiente fase del Camino Imperial.

Realmente parecía ser eso, no había ningún rastro de que fuera mentira. Aunque no entendía de qué hablaba, tan solo eran más partidos.

—Van a poner trampas en los estadios —terminó diciéndome.

—¿Trampas?

Seguía sin entender nada y eso tenía que estar viéndose en mi cara.

—Me iba a decir cuáles, pero justo llegaste tú —sentí eso como un regaño y tuve la necesidad de disculparme.

—Lo siento...

Bajé la cabeza y recibí un beso sobre ella. Fue un gesto que me pareció muy tierno, tanto, que incluso me sonrojé levemente y aparté la mirada para que no me mirase

...

Estaba en un parque entrenando. No quería ir a la ribera porque por allí pasaba mucha gente conocida y no me apetecía verlos. Bueno, en realidad, Lisa venía en un rato y la gente no tenía porqué vernos juntos.

Sabía que ella iba a llegar tarde, siempre lo hacía, por eso mismo había quedado con ella algo antes de que yo llegase. Aunque ni aún así era capaz de llegar antes que yo. Supuse que era algo de ella.

Me adelanté y comencé a darle patadas al balón yo solo. Al menos de esa manera no me aburriría.

No sabía muy bien qué hacer. Ya había conseguido una nueva supertécnica de tiro y no veía necesario completar otra. Al menos por el momento.

Algo de regate no me vendría mal y no pensaba hacer nada defensivo, era delantero por algo. Así que no tenía mucha opción. El problema era que practicar regate solo era mucho más difícil que hacerlo con alguien.

Ojalá Lisa llegase pronto.

Y justo apareció, parecía que la había invocado o algo por el estilo.

Llegaba corriendo y cansada. Probablemente se había dado cuenta de que llegaba tarde y se había pasado todo el camino corriendo para intentar llegar lo antes posible. En el fondo, no le gustaba llegar tarde.

—Lo siento, lo siento, lo siento —su respiración estaba algo agitada y reí al verla así. La situación era bastante graciosa.

—Tranquila, no pasa nada —seguía con una sonrisa en mi cara.

Levantó la cabeza y nos quedamos mirando a los ojos. Aquellas esferas oscuras que me tenían loco me miraban atentamente. Al verla detenidamente, vi lo hermosa que era. Ya me había dado cuenta de ello, pero creo que cada vez que la veía se volvía un poco más guapa que antes, si eso era posible.

—Tienes una sonrisa preciosa.

No me lo esperaba, no pensaba que fuera a ser tan sincera y eso me sorprendió. Aún así, adoré la sensación que dejaron en mí aquellas palabras.

Empecé a entender a la gente cuando decía que estaba enamorada, creo que yo también lo estaba.

—Vamos a entrenar —le habría dicho un halago de vuelta o alguna palabra bonita, pero no fui capaz de articular nada. Mi cabeza se bloqueó al pensar en lo que me había dicho.

Le comenté mi idea de conseguir una supertécnica de regate y se ofreció a defenderme para ayudarme.

Siendo sinceros, pensé que no iba a ser una gran defensora ya que solía jugar de delantera, pero no fue así, me era realmente difícil mantener el balón en mi posición y mucho más regatearle. Esto iba a ser complicado.

Seguimos así por un buen rato y no notaba nada. No había ningún indicio de alguna supertécnica. Normalmente se sentía su aura, pero nada de nada. Lo único que sentía era frustración cada vez que Lisa me quitaba el balón.

Hubo un momento en el que me fijé en sus expresiones, en su felicidad al estar ahí jugando conmigo. Era tan pura e inocente que me recordaba a un niño pequeño. Sentí que era yo cuando jugaba con Vlad y quise volver a sentir aquello.

Estar con Lisa me hacía sentir cosas que llevaban mucho tiempo ocultas en mi interior. Tal vez la alegría y el amor eran dos de ellas. También era cierto que todo era en una gran medida, mi corazón palpitaba más fuerte que nunca, mi estómago revoloteaba demasiado...

Y Blaze era la causante de todo. Aunque, siendo honesto, me alegraba que fuera ella y no otra persona. Confiaba en ella y en que todo lo que me decía era verdad, lo sabía porque me lo demostraba a diario, cada beso, cada caricia, cada sonrisa... Todo hacía que me sintiese querido por primera vez en mucho tiempo.

En una jugada, ella perdió el equilibrio y se cayó en encima de mí, provocándome un quejido por el dolor de mi tripa.

—Lo siento, lo siento, no quería hacerte daño —me toqué el abdomen para ver si me dolía mucho —. ¿Puedo? —entendí a lo que se refería y asentí.

Me senté para ver qué hacía exactamente. Levantó con mucha delicadeza mi camiseta viendo varios moratones esparcidos por mi tronco.

—Deberías cuidártelos, mañana te llevo una crema para aliviar el dolor y que curen antes —su preocupación era tan pura que me hacía enamorarme más.

Verla tratarme con ese cuidado y escuchar cómo se preocupaba provocaba mariposas en mi estómago y que mi corazón empezase a bombear con más fuerza.

Levantó la cabeza y me fue inevitable no mirar sus labios. Nos acercamos poco a poco con cuidado, dejando primero un pequeño roce para después mover sutilmente mis labios, generando un dulce contacto con el que podría morir en paz.

Al separarnos y ver sus sonrisa, supe que querría quedarme en ella toda la vida

Su Sonrisa [Víctor Blade]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora