Episodio 27: Atenea

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Juliana y Valentina eran hijas únicas, así que sabían lo difícil que podía llegar a ser para un niño crecer sin un hermano o hermana. Siempre es más bonito que los pequeños crezcan y se desarrollen junto a otros, acompañándose en las travesuras, descubriendo el mundo alrededor y aprendiendo el valor y la importancia de la familia. Enzo era muy especial, educado, simpático y ocurrente, ellas estaban muy orgullosas de él, su comportamiento era ejemplar y su calidad humana simplemente extraordinaria. Así que sería un gran hermano mayor, de eso no cabía dudas. Llevaba ya varios meses, incluso desde antes de la renovación de los votos, pidiendo a su ángel de la guarda que le diera a su hermanita. Prometió cuidarla y protegerla a cada momento, compartir sus juguetes y a enseñarle todo cuanto sabía de videojuegos.

- Angelito mío si me das a mi hermanita pronto, prometo que dejaré que coma de todos mis chuches y que use mis flotadores en la piscina... y permitiré que duerma con mis mamás y conmigo para que nunca esté solita – pedía cada noche bajo la atenta mirada de sus madres.

- Campeón, ¿sabes lo que significa tener una hermanita? – preguntó Juliana.

- Que voy a ser hermano mayor – respondió.

- Si, pero eso conlleva muchas responsabilidades – aclaró – No es solo darle de tus chuches o dejar que use tus juguetes o videojuegos.

- Sé que la tengo que cuidar y proteger, amarla mucho, como ustedes a mí, respetarla, ser su mejor amigo, apoyarla en todo y, cuando estemos grandes, no dejar que tenga novio – la sabiduría del pequeño las sorprendía cada día más. Justo eso era un hermano mayor, un consejero protector que guía desde el amor y el respeto.

- Sobre todo, eso último – dijo la morena en franca aprobación - ¡Estás listo para la misión! – le pidió chocar los cinco y se ganó una mirada de reproche por parte de su esposa.

- Amorcito, me parece muy lindo que la quieras cuidar... pero es hora de dormir – comentó la castaña y él asintió – Dulces sueños.

- También para ustedes – dijo y besó la mejilla de cada una – Las amo mucho, nos vemos mañana.

- Te amamos, principito – respondió la morena, apagó las luces y tomó la mano de su esposa para salir de la habitación.

Siendo honestos ellas también deseaban volver a convertirse en mamás, la sensación del primer embarazo todavía seguía muy viva en sus memorias. Fue casi una experiencia religiosa, acompañarse durante toda la gestación y descubrir ese nuevo mundo que abría ante sus ojos. Disfrutaron todo, desde los cursos prenatales hasta los extraños antojos que experimentó la ojiazul, y que Juliana se esforzó en complacer, era algo que anhelaban repetir y para lo cual se sentían más dispuestas.

- El pequeño está ansioso con el tema de la hermanita – comentó la pelinegra una vez estuvieron en su habitación.

- Sí, creo que cada vez necesita más compañía en casa – respondió empezando a colocarse su ropa de dormir.

- Creo que sería perfecto, volver a embarcarnos en esa aventura, verte toda preciosa con tu embarazo – el pecho le retumbaba ante la sola idea de que ella estuviera de acuerdo en empezar a agrandar la familia.

- ¿En serio es lo que quieres? – preguntó Valentina con media sonrisa.

- Por supuesto, yo quiero tener como doce hijos contigo – ella abrió sus ojos como platos – No me veas así, ya sé que no se puede – se carcajeó sonoramente - Me conformo con uno o dos más y completamos nuestra hermosa familia – la abrazó por la cintura - ¿Tú te sientes lista?

- Con Enzo lo hemos hecho de maravilla, es un pequeño muy especial y feliz... - respondió – Además, estamos mejor que nunca, las cosas van muy en casa y en nuestros trabajos. No creo que exista un momento más ideal que este.

Olvídame TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora