Olvídame Tú

Episodio 6: Eterna

- Amor, tenemos que hablar – dijo Diana mirando a su novia a los ojos – Sé que no debería sentir celos, pero no puedo evitarlo – suspiró – Ella ha sido parte de tu vida, es la madre de tu hijo, contra eso no puedo competir... - la castaña veía la sinceridad en sus ojos. Se acercó un poco más a ella y habló con calma.

- Esto es complicado Diana, no lo voy a negar, Juliana y yo siempre hemos sido más que una expareja, somos amigas y madres, pero, siendo honesta, nunca pensé que regresaría de esta manera... me tomó por sorpresa y no puedo evitar que se me revuelvan las cosas – la abogada frunció el ceño – Tú y yo nos prometimos honestidad y justo eso te estoy dando, no significa que no te quiera o que vaya a correr a los brazos de ella, estoy intentando entender todo y para eso necesito tiempo.

- ¿Qué es lo que quieres pedirme, princesa? – tomó sus manos entre las suyas.

- Que tengas paciencia, que te pongas en mi lugar, mi prioridad es y siempre será Enzo y tener a su otra madre cerca le hace bien – respondió – Durante este tiempo llevaste una relación cordial con ella, entonces, te pido que las cosas sigan así y evites confrontaciones con ella.

- Puedo hacer eso por ti, porque te amo, pero me cuesta lidiar con la idea de que ella sigue estando en tu corazón – dejo salir su mayor miedo con la esperanza de que la ojiazul también se pusiera en su lugar – Imagina que la situación fuera al revés ¿Cómo te sentirías?

- Probablemente muy mal – confesó – Pero todos tenemos un pasado y, en mi caso, presente del que no podemos escapar. Jamás podría renegar de lo feliz que fui junto a Juliana, y no lo haré, ella siempre será importante para mí.

- ¿Sigues enamorada de ella? – preguntó.

- No, pero estoy revuelta – respondió – Los recuerdos llegan a borbotones y vuelven las dudas, las preguntas, los motivos, la frustración de pensar quién tuvo la culpa. Yo te quiero Diana y lo sabes, eres una mujer maravillosa, por eso debía decirte la verdad – acarició su mejilla con el pulgar y la pelinegra bajó la cabeza unos segundos.

- Entonces ¿Dónde quedamos nosotras? – la miró fijamente a los ojos.

- Somos novias – sonrió levemente – y estoy segura de que conoces dos millones de maneras de sacarme las dudas – la abogada se sonrojó.

- Tienes razón – respondió sonriente – Prométeme una cosa, princesa – asintió – me vas a decir la verdad en todo momento, no importa lo dura que sea.

- Lo prometo – compartieron un tierno beso antes de salir de casa con rumbo al cine para ver el estreno de una película que llevaban esperando por varias semanas. Diana no era tonta, sabía perfectamente que las cosas empezaban a salirse de sus manos, pero no estaba dispuesta a rendirse porque amaba demasiado a aquella mujer tan dulce y especial. Desde ese día decidió que desplegaría todas sus armas para demostrarle todos los sentimientos que albergaba en su corazón por ella.

Los días transcurrían y la vida seguía su agitado curso, Juliana dedicada a la preparación de su exposición y compartiendo con su pequeño la mayor cantidad de tiempo posible mientras ponía a la ojiazul de los nervios con sus ocurrencias y sus locuras. Enzo la secundaba y ambos la envolvían cada vez más en esa vorágine de sueños que se materializaban ante sus ojos, largas tardes de juego, divertidos paseos por el parque, noches de películas, desastres en la cocina, desayunos sorpresas. Valentina no sabía si aquello era parte del plan de la morena o algo tan espontaneo que la asustaba y la hacía pensar que seguir negando que la amaba era una autentica pérdida de tiempo.

Lo cierto que es que Diana tampoco daba su brazo a torcer y se mantenía firme a su lado, haciéndola reír, llenándola de detalles, cenas románticas, una pequeña escapada a su casa de la playa. Era como estar en medio de dos personas que se "disputaban" su atención y su amor. Estaba confundida, por lo que agradecía que las dos mantuvieran la fiesta en paz, cada una cumpliendo su rol en su vida. Sin embargo, no todo puede ser perfecto.