Episodio18: Si no es muy tarde

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El pequeño Enzo se encontraba en su habitación, en casa de sus abuelos, y jugaba con un par de carritos de carrera, sus favoritos porque fueron un regalo de su mami Valentina cuando anotó su primer gol con su equipo de futbol. Estaba preocupado y triste porque no sabía nada de sus dos mamás desde el día anterior, a pesar de que Juliana le prometió que lo llamaría cuando estuvieran juntas para saber que estaban bien.

- Ellas están un poco ocupadas ahora, pero te prometo que mañana tu mami vendrá a casa y te explicara todo – le había dicho la abuela Carvajal cuando fueron a recogerlo, pero pasaban las horas y su madre no aparecía ni nadie le decía nada.

- Angelito de mi guarda, cuidada de mis mamis, por favor. Que las dos estén muy bien y que lleguen pronto a casa para estar juntos los tres – pedía con sus ojitos cerrados y un pequeño hueco en el alma que no tenía idea de que era, pero que los adultos llamamos angustia, tristeza, miedo. Un toque en su puerta lo hizo reaccionar.

- ¿Puedo pasar? – preguntó Juliana que finalmente aparecía. Se había quedado toda la noche con Valentina y gran parte de ese día, no quería dejarla sola, pero debía explicarle todo lo ocurrido al pequeño.

- ¡No! – respondió cambiando su preocupación por enojo.

- ¿Y eso por qué? – insistió la mayor.

- Porque no cumpliste tu promesa, dijiste que cuando estuvieras con mamá me llamarías y no lo hiciste – le apartó la mirada y volvió a jugar con sus carritos. En ese instante decidió entrar, pero sin acercarse mucho.

- Perdóname, mi bebé, por favor – dijo con voz calmada – Ayer pasaron algunas cosas y no pude cumplir mi palabra, ¿me disculpas? – él la miró y permaneció en silencio unos instantes.

- Creí que habías vuelto a ser la de antes, la que no cumple sus promesas ni está con mamá y conmigo – cientos de puñales atravesaron el corazón de la morena en ese momento. Tomó aire, contuvo sus lágrimas y se sentó a su lado, en el piso.

- Nunca más seré la de antes, no los dejaré, estaré aquí contigo y con mamá hasta el último segundo de mi vida – dijo mirándolo a los ojos – Te amo mucho, pequeño, eres lo más bonito que tengo y ya no voy a fallarte – y sus ojos se humedecieron. El menor suavizo sus facciones y acarició su mejilla con ternura.

- Perdona mami, no quise que te pusieras triste por mi culpa – se miraron a los ojos y se sonrieron.

- No te preocupes, ya lo sé, campeón – respondió ella – Tengo que contarte una cosa y necesito que confíes en mí – asintió – La razón por la que ayer no pude avisar cuando estaba con mamá – suspiró – es porque ella tuvo un accidente y está en el hospital – el hueco en el estómago de Enzo se hizo mayor y su corazón acelero su galope cual caballo desbocado.

- ¿Qué le pasó? ¿Cómo está mi mami? – preguntó casi sollozando. Se abrazó a su madre en busca de refugio y ella lo apretó en su pecho, luego de unos minutos continuo el relato de los hechos tras cortar el abrazo.

- Ella fue atropellada por un desaprensivo que se saltó una señal de tránsito, pero está bien – respondió para tranquilizarlo – Solo tiene algunos golpes y un par de escayolas, una en su pierna y otra en su brazo – el menor puso sus labios en forma de o – Así que, en unos días, cuando salga del hospital, va a necesitar mucha ayuda de parte nuestra porque no podrá caminar y hacer algunas cosas. ¿Me vas a ayudar a cuidarla? - asintió de inmediato.

- Claro que sí, vamos a cuidarla mucho y le daré muchos besos porque mami dice que mis besos son sanadores – explicó con la ingenuidad propia de los niños - ¿Crees que así se pondrá mejor más rápido?

- Estoy segura de que sí – sonrió levemente y se volvieron a abrazar.

- Quiero ver a mi mami – pidió Enzo.

Olvídame TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora