Episodio 2: Una Nueva Versión de mí

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- ¿Qué haces aquí? - repitió Valentina sorprendida - Pensé que seguías en Tailandia, en tu proyecto para National Geographic, y regresabas hasta la próxima semana - la morena sonrió de medio lado.

- Ese era el plan, pero el equipo de creatividad y yo tuvimos suerte. Pudimos capturar todas las secuencias necesarias para el reportaje y volver antes - la ojiazul asintió - Así que quise sorprender a Enzo - volvió a sonreír.

- Seguro se va a alegrar mucho de verte, como siempre - respondió – Pasa – la invitó a entrar.

- Gracias – avanzaron a la sala.

- ¿Eso qué es? – se refirió al par de bolsas que traía en las manos.

- Es una sorpresa para nuestro pequeño, hace un par de días en una de nuestras videollamadas le mostré a un elefante bebé y casi enloqueció, así que se me ocurrió que le gustaría algo como esto. Son réplicas talladas a mano de elefantes bebés - comentó - una colección de un artista local tailandés. Y esto es para ti - le entregó el bolso más pequeño – Son algunas monedas antiguas que se usaban en Tailandia haces varios cientos de años, las conseguí en un mercadillo, para que las agregues a tu colección – la ojiazul sonrió. Era típico de Juliana traerle algún presenta cuando viajaba por trabajo.

- Muchas gracias – respondió tomando el obsequio.

- ¡Mamá! – se escuchó el grito alegre de Enzo, un hermoso y gracioso pequeño de casi seis años, de pelo negro, barbilla partida y ojos marrones, como su mami Juls, y de sonrisa brillante y de espigada estatura, para su edad, como su madre Val - ¡Que bueno que ya volviste! – se abrazó a ella y la morena lo tomó en brazos dejando un beso en su mejilla.

- ¿Cómo está mi campeón? – dijo y volvió a llenar su cara de besos haciéndolo reír a carcajadas.

- ¡Para, para, mami, por favor! – suplicaba el pequeño, pero su madre seguía besando y mordiendo su pancita. Su otra madre no pudo evitar sonreír al ver aquella genuina interacción, siempre era lindo verlos compartir, era todo lo que un día soñó y no pudo ser.

- Me detengo solo si me das un beso tronado de esos que me gustan a mí – obedeció y le dio un beso tal cual lo pidió – Esto es para ti – el niño puso cara de sorpresa y de inmediato empezó a abrir el paquete con la impaciencia característica de los pequeños.

- Me encantan, son muy lindos – comentó al ver la caja de madera, de tope transparente, con todos los bebés elefantitos – Gracias mamá – su sonrisa podría iluminar una ciudad completa. Adoraba los animales, sin importar la especie, a tal punto que tenía varios peces en la pecera de su habitación y los cuidaba religiosamente como si fuese un adulto.

- ¿Te gustaron? – asintió – En cuanto los vi, pensé en mi campeón y me dije a mí misma: ¿Será que estos simpáticos animalitos quieren ser amigos de mi bebé? Y todos me respondieron que sí – abrió sus ojos y su hijo también – Entonces dije: Nos vamos a New York.

- ¿Y ellos estuvieron de acuerdo en venir a estar conmigo? – preguntó.

- Sí, me dijeron: Por supuesto que queremos ir a vivir con el niño más noble y bueno del mundo – respondió. Así era Juliana, una persona con dos millones de defectos y pocos aciertos. Sin embargo, a su manera, adoraba a su hijo y a Valentina, aunque no supiera demostrarlo de la manera convencional.

- Siento interrumpirlos, pero llegaremos tarde y el entrenador nos va a regañar – habló la castaña y Enzo puso carita de susto.

- ¡Vamos entonces! No podemos permitir que nos regañen – dijo Juliana poniendo a su hijo de pie - ¿Puedo acompañarlos? – preguntó a la mayor.

Olvídame TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora