Episodio 26: Olvidame Tú

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- ¿Estás lista para mañana? – preguntó Juliana sonriente mientras paseaban por la playa aquella noche con sus manos entrelazadas.

- Por supuesto, nací lista para estar unida a ti – respondió Valentina deteniéndose y mirándola fijamente a los ojos - ¿Y tú?

- Estoy nerviosa – confesó – ya sabes cómo soy para estas cosas.

- ¿Tienes miedo? – negó de inmediato.

- Es solo soñé muchas veces con esto, con que estuviéramos juntas otra vez, y lo veía tan lejano, no puedo creer que esté pasando – suspiró – Estás conmigo, nuestro hijo está feliz, nuestros trabajos están muy bien, nuestras familias también, en casa nos llevamos genial... es como si nada hubiera pasado – la ojiazul sonrió levemente y se abrazó a su cuello para mirarla más de cerca a la vez que ella le encerraba sus brazos por la cintura.

- Si pasó, Juls, y, aunque no lo creas, fue bueno porque ahora somos más fuertes – explicó – Sabemos que este amor puede con cualquier cosa, incluso las dudas o el dolor, el pasado nos unió más e hizo más sólido todo eso que sentimos una por la otra. Eso es lo que nos debe importar – volvió a sonreír – Ahora estamos aquí tomándonos de las manos y asumiendo de nuevo el compromiso de ir juntas hasta el último de los suspiros.

- Te ves tan hermosa bajo la luz de la luna, ¿sabías que ella se avergüenza ante tu belleza? – la miraba con devoción y todo ese amor que sentía en su pecho – Eres la mujer más bella que han visto mis ojos, la más noble e inteligente. No tengo idea de qué hice bien en la otra vida para merecerte en esta, pero te prometo que seré mi mejor versión para ganar el derecho de poder encontrarte en la siguiente y amarte por toda la eternidad.

- Mi Juls, la mujer de mis sueños, la que me hace temblar el mundo solo con una sonrisa – unieron sus frentes y cerraron los ojos – Todo, absolutamente todo, en mi mundo tiene tu nombre -se besaron con ternura bajo la luz de aquella luna que las sabía perdidamente enamoradas.

Siete meses habían pasado desde que decidieron reanudar su relación y estaban listas para el siguiente paso: renovar sus votos matrimoniales. Refrescar todas aquellas promesas que un día se hicieron y que, aun con su separación, seguían intactas en sus corazones. Lo harían en una hermosa e íntima ceremonia organizada por ellas mismas, acompañadas de sus familiares y amigos más cercanos, volverían a entrelazar sus caminos con un juramento de amor eterno que estaban dispuestas a defender de todo y todos. Enzo sería el encargado de dirigir el solemne acto en el cual reafirmarían el compromiso mutuo y festejarían la unión de sus almas. Había sido una idea del pequeño encabezar todo porque, según sus propias palabras, nadie las amaba ni estaba más feliz de verlas juntas. La abuela Carvajal lo ayudó a escribir y memorizar las cosas que diría en el ansiado día en que sus madres volvían a convertirse en una.

Aquella tarde noche todo estaba divinamente dispuesto, las olas del mar hacían eco en el ambiente, las luces tenues denostaban la solemnidad e intimidad del evento y los pétalos de rosa, repartidos por la arena, daban el toque final a la romántica escena a la que también se unían el descanso del sol y la aparición de la luna. Era simplemente majestuoso, como salido de un cuento en el cual dos princesas se unen en un felices para siempre.

Juliana, nerviosa y ansiosa por demás, esperaba junto a su hijo la llegada de la bella ojiazul. Ambos sonreían felices mientras la mayor se agachaba para acomodar el pañuelo en el bolsillo derecho y él hacía lo propio con el delicado prendedor que tenía ella colocado en el saco beige que cubría su camisa blanca, era un regalo que le hizo el señor Carvajal en su boda y quiso volver a usarlo para la ocasión. Se sonrieron en franca muestra de lo felices que estaban.

- Gracias, mami – dijo el pequeño.

- Gracias a ti, por se el mejor hijo que la vida me pudo regalar – respondió y besó su frente.

Olvídame TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora