Episodio 20: Cara de Cachorro Bobo

2.7K 386 109
                                    

- Vine en cuanto supe lo de tu accidente, la verdad me sentía un poco culpable, lo siento mucho preciosa – se disculpó Diana con la ojiazul – Solo quería que me hicieras caso y te alejaras de Juliana, es un peligro tenerla cerca... Por su culpa estás así.

- No digas eso porque no es verdad, la culpa de mi accidente la tiene el estúpido que se saltó la señal de pare, pero ya mis abogados se están encargando de eso – respondió la castaña – Te pedí que vinieras porque quiero hablar contigo de varias cosas.

- Por supuesto, estoy aquí para lo que necesites – comentó – Tuve miedo de que siguieras enojada conmigo, yo nunca he querido hacerte daño o incomodarte, solo me preocupa tu seguridad y la de Enzo – la sinceridad era obvia en sus palabras.

- Lo sé y lo agradezco, por eso quería que supieras que ya hablé con Juliana y que me explico todo. No tienes nada de qué preocuparte – no quiso entrar en detalles porque imaginó que no debía hacerlo por temas de seguridad.

- ¿Y tú le creíste? – preguntó anonadada.

- Sí, conozco a Juliana a la perfección, incluso más que a mí misma – respondió – Y creo en su explicación de las cosas, por lo que te pido que ya dejes de rebuscar en su pasado – la abogada estaba incrédula ante las cosas que escuchaba.

- ¿Tanto la amas? – sintió como algo en su corazón se rompía muy lentamente.

- No voy a mentir, por supuesto que la amo – era momento de la verdad – Pero esto no va de amor sino de la clase de persona que es Juliana. No es capaz de hacer nada ilegal o que pudiera ir en contra de sus valores – la defendería contra todo y todos si fuese necesario porque al final de cuentas era su Juliana, muy a pesar de sus malas decisiones.

- Jamás pensé que lo escucharía en voz alta, que serías capaz de defenderla después de que te hizo sufrir...

- Diana yo no quiero hacerte más daño del que ya probablemente te hice – reconoció – porque te quiero, porque llegaste a mi vida en el momento justo para salvarme y te lo agradeceré el resto de mi existencia, pero lo que ocurra entre Juliana y yo es problema nuestro. Solo nosotras dos nos entendemos y así está bien – suspiró – Lamento mucho no haber estado a la altura de lo que sé que sientes por mí – aquellas fueron las palabras que llevaría Diana Prince por siempre en su memoria y que convertirían a Valentina Carvajal en ese amor que no pudo ser. Allí, en esa habitación de hospital, comprendió que el corazón de la ojiazul tenía nombre y apellido y no era el suyo.

- ¿Esto es un adiós? – preguntó.

- Esto soy yo siendo sincera y confesando que te aprecio infinitamente y que si quieres podemos ser amigas – ofreció – pero que no puedo ofrecerte ninguna otra cosa.

En otro lugar de New York...

Enzo le pidió a su madre ir a jugar al parque, así que tomaron el balón de fútbol y se fueron a pasar el rato. El pequeño, como buen delantero, intentaba marcar goles mientras su madre lo defendía entre risas por las ocurrencias del travieso, necesitaba con urgencia aquella interacción para recargarse de energía después de lo maltrecho que quedo su corazón al dejar a Valentina en compañía de Diana.

- Mami, ¿me compras un helado? – pidió como recompensa por haber ganado el partido.

- ¡Claro que sí, pequeño! – lo tomó de la mano y fueron al carrito de los helados.

- Hola, señor, ¿nos pone dos helados, por favor? – dijo el pequeño sonriente.

- Por supuesto, ¿Cuántas bolas? ¿y cuáles sabores? – preguntó el heladero.

- De dos bolas cada uno – respondió la mayor – el mío de vainilla y dulce de leche. ¿y el tuyo? – miró a su hijo.

- Chocolate y fresa – se relamió los labios haciéndola reír. Pagaron por los productos y se sentaron en el césped a disfrutarlo mientras veían a los demás niños jugar – Cuando sea grande quiero ser como mi mami – comentó Enzo de la nada.

Olvídame TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora