Epílogo 1

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Con la llegada de Atenea la vida de todos en la casa Valdés Carvajal cambió por completo, especialmente la de Juliana que estaba irreconocible, se desvivía por tenerla en sus brazos y pasar tiempo con ella. Eran comunes sus "conversaciones" sobre la vida, la naturaleza, los animales y la importancia del cariño y el respeto en la familia. Valentina se había convertido en la fanática número uno de todas sus interacciones, adoraba encontrarlas jugando en el piso, viendo la televisión mientras reían a carcajadas o simplemente cuando se quedaban dormidas en el sofá. Le resultaba casi hipnótica la imagen de la pequeña ojiazul descansando sobre el pecho de su esposa, transmitían paz y el amor entre ambas se respiraba en el aire.

Las adultas en más de una ocasión charlaron sobre la posibilidad de que Enzo llegase a sentir celos por tanta atención a su hermana menor, pero nada más lejos de la realidad. El pequeño era quien más la consentía y su principal cómplice en todo, ejecutaba su papel de hermano mayor a la perfección, la cuidaba, la incentivaba para que se pusiera de pie y diera pasitos y le enseñaba palabras fáciles, como mamá, hermanito, abuela, etc. Así que a sus seis meses Atenea crecía saludable y rodeada de amor por parte de su familia.

- Mami tiene razón, eres igual de hermosa que mamá Valentina – decía Enzo mientras jugaba con ella en su cochecito – Ellas piensan que puedo estar enojado contigo porque están pendientes de ti todo el rato, pero eso no pasaría porque eres mi hermanita – la bebé respondia con balbuceos ininteligibles y mucha saliva en su intento de imitar un coche descompuesto – Yo te quiero con todo mi corazón y estoy dispuesto a compartir el amor de ellas contigo. Y mis chuches – sonrió – Es lindo tenerte en casa y que seamos la familia más bonita y feliz del mundo – besó su frente con ternura y ella respondió con una sonrisa enorme como si entendiera todo lo que su hermano acababa de decir. El corazón de Valentina, que los observaba en silencio desde la puerta de la cocina, latía emocionado ante aquella dulce escena. Suspiró al sentir el abrazo de su esposa por la espalda.

- ¿Qué hice para merecer este nivel de felicidad? – preguntó sin dejar de ver a sus pequeños que continuaron jugando con sus peluches.

- Lo mismo me pregunto yo, así que di descubres la respuesta avísame – respondió y dejó un beso en su mejilla – Es increíble el trabajo que hiciste con Enzo, es un niño tan dulce y especial, su nivel se amor y ternura es simplemente de otro mundo.

- Eso es porque tiene tus genes, al igual que él, eres un manojo de ternura y dulzura – se giró en sus brazos y acarició sus pómulos con los pulgares – La persona más maravillosa que conocí en mi vida, la mujer de mis sueños – se miraban fijamente a los ojos – Te amo.

- Yo también, con todo mi ser, mi cielo – respondió y compartieron un tierno beso en los labios.

- ¿Qué te parece si nos damos un chapuzón en la piscina? A los niños les va a encantar – le guiñó un ojito y ella se lo besó sonriente.

- Todo lo que implique verte en bikini es un sí – movió ambas cejas al mismo tiempo con coquetería – Voy a preparar a los pequeños – un pico y se fue a por sus hijos a la sala - ¿Dónde están mi príncipe y mi princesa? ¿Dónde están que no puedo verlos? – decía llegando junto a ellos y fingiendo no verlos.

- Justo aquí, mami – respondió Enzo y su hermana reía a carcajadas como cada vez que una de sus madres aparecía.

- Mi par favorito – confesó – Mamá nos invitó a estar un ratito en la piscina, ¿Quién quiere ir? – empezaron a reír de emoción y esos sonidos eran los preferidos por su madre.

Un poco más tarde los cuatro estaban divirtiéndose en la piscina, Juliana cargaba a la pequeña Atenea, sentada en las escaleras, y Valentina vigilaba a Enzo que nadaba de maravilla para su corta edad. La morena decía que ese talento se lo había heredado a ella dado que parecía una sirena cuando estaba en el agua, a ella misma la había enseñado a nadar muchos años atrás.

Olvídame TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora