Willow es un chico introvertido que siente que está destinado a pasar su vida completamente solo, y esto es algo que ha podido comprobar por su casi nula habilidad de hacer amigos.
Tesla, por otro lado, tiene una facilidad nata para hacerse amigo de...
Si me quedo quieta y en silencio nadie va a descubrirme. Con mucha suerte el conserje no vendrá a estos baños y podré quedarme a gusto aquí. Nadie viene nunca a estos baños. Los laboratorios de química están demasiado lejos como para que cualquiera en su sano juicio quiera recorrer medio campus solo para mear. Son el lugar perfecto para besuquearse sin ser interrumpido. Lo sé porque eso era lo que yo hacía aquí, cuando comenzaba a ver a Thomas e intentaba ocultarle a Tesla que su novia iba a un asqueroso baño para hombres a dejar que otro chico le metiera la lengua en la boca.
Aún me hago esa pregunta, una y mil veces cada noche. ¿Cómo pude hacerle algo así a ese chico con pupilas color invierno, y, al mismo tiempo, decirle que lo amaba mirándolo directamente a los ojos?
La respuesta a esa pregunta jamás llega. Ni siquiera un atisbo de luz. Lo que sí llega es el cuestionamiento sobre cómo me sentiría yo si alguien me hubiese hecho lo mismo.
La diferencia entre Tesla y Thomas es que el último jamás me dijo que me amaba. Eso me hacía sentir menos culpable, menos insuficiente, y, sobre todo, me daba la impresión de que nos encontrábamos en las mismas condiciones y que no le debía absolutamente nada.
Con Thomas nunca sentí que le mentía porque él jamás fue tan importante. Lo que sí he llegado a sentir es frustración por haber perdido mi tiempo, pero no creo que mucho más. En cambio, Tesla por alguna razón sí me hace sentir muy miserable incluso cuando él no me ha dicho nada tan hiriente como lo que yo le he dicho. Jamás ha dicho que me odia ni me ha deseado cosas malas. Tal vez porque no hablamos mucho después de que terminé con él. Pero, en todo caso, si él hubiera querido hacerme sentir como alguien que no vale la pena, ya lo habría hecho de cualquier modo. No obstante, se ha limitado a mantenerse lejos, tal vez por salvaguardarse él mismo o tal vez porque no desea verme, pero en todo caso, lejos.
Eso es lo que me duele más que nada. Saber que, luego de causar tanto daño, no recibo lo mismo de esa persona. ¿Cuán masoquista y estúpido es que me sienta de ese modo?
No. No es eso. Tan solo sucede que, cuando hacemos algo malo y alguien no nos devuelve esa maldad, la única mala persona que queda al descubierto somos nosotros.
Esa es la razón por la que Tesla me hace sentir tan miserable. Le he hecho tanto daño y él no ha movido ni un solo dedo por devolvérmelo, y, aun así, me está destruyendo viva. Es la viva representación de la resiliencia contra la insolencia. De él contra mí, en una pelea en la que yo lancé el primer y último golpe, y que de todos modos terminé perdiendo.
Qué estúpida fui.
Qué infantil y estúpida.
Por la ventanilla que está en sobre uno de los cubículos de los retretes alcanzo a ver como todas las luces del campus son apagadas y quedan únicamente los reflectores de los jardines haciendo lo suyo.
Todos se han ido, así que por esta noche tendré donde dormir sin tener que pasar frío en la fábrica abandonada de Manufacturas Solstice. Ahí apestaba a orina de borracho y los demás indigentes me miraban como si estuvieran a punto de violarme con los ojos. Entiendo hasta cierto modo su desconcierto por ver a una chica joven con una maleta púrpura, sola y con el rostro hinchado por el desvelo, quedándose en una zapatería abandonada donde probablemente los ratones le morderían los dedos si se quedaba dormida.
A parte de que no pude pegar un ojo en toda la noche, una anciana con el cabello como el de Albert Einstein se acercó a quitarme mi frazada y de paso me dio una bofetada incluso cuando ya era suya.
Este baño es mejor que eso. Además, está limpio y huele a desinfectante de limón.
Lavo mis dientes guiándome con la escasa luz que entra por la ventanilla de la pared y luego extiendo en el suelo unas cuantas toallas que robé del motel. Utilizo un pantalón como almohada, lo que resulta más acertado de lo que creí. Dejo una toalla más y un suéter de ganchillo para abrigarme, y viendo que estoy sola, decido que descansaré en la comodidad de mi ropa interior. Ya es demasiado incómodo dormir en el suelo, así que puedo darme este pequeño lujo.
Conecto el móvil a uno de los enchufes y lo enciendo una vez su batería logra cargar un poco. En la bandeja de entrada hay muchos correos electrónicos de mis clases, spam y algunos anuncios sobre revistas a las que estoy suscrita. No hay mensajes ni llamadas de mamá y papá. Aunque no lo admita, el pecho se me desinfla al percatarme que realmente no les importo. Esto es inaceptable para ellos. Son tan conservadores que en su cabeza nunca imaginaron a una de sus hijas teniendo un hijo fuera de un matrimonio con un imbécil de dudosa moral. Para ellos tendría que haber sucedido con un hombre exitoso que se dedicara a sacar petróleo de alguno de los golfos mexicanos, dentro de un matrimonio cuya boda fuese celebrada de forma pomposa en un hostal en la Toscana italiana.
O en su defecto, con Tesla.
Mi madre al principio lo odiaba, pero cuando supo que su familia era un ramaje entero de médicos de renombre, entonces su concepto sobre él cambió. Papá por otro lado, demasiado cobarde e incapaz de tomar decisiones por sí solo, se limitó a alabar cada decisión de mi madre, y es claro que ésta no es la excepción. No dijo nada para evitar que me fuera, y jamás lo diría si mi madre no se lo ordena. Tuve que haberme dado por perdida desde que salí embarazada. Ellos iban a abandonarme de todos modos. Excepto Ana. Ella nunca me habría abandonado, pero ahora eso no cuenta, porque Ana está muerta.
Cuánto me duele que lo esté y cuánto la extraño.
Entre los correos electrónicos basura sobre descuentos en el supermercado me encuentro con uno en particular que llama mi atención. Es de Thomas. No tiene asunto, así que es hasta que lo abro que me entero de lo que dice.
Seguramente lo escribió borracho, no por su contenido, sino por su redacción. Es atropellada, ausente de ortografía y escueta. Para alguien que escribe poemas —que debo decir que no son tan buenos— esto es vergonzoso.
"Dond3 demmonios te as metido? no hgas estpideses Youth, sabes que eslamejor dcisión que podm0s tomar con ese veBe."
Qué estúpida fui, me recuerdo.
Qué estúpida e ingenua fui.
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