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Willow

Steven ha estado mirándome desde que llegue, y lo hace de una forma que me parece demasiado acusativa. Aunque él siempre se mira así, pero ahora en particular parece haberse acentuado esa habilidad suya.

Desde el mostrador él se dedica a sorber de su infusión de frutos rojos y a cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a la otra cuando se cansa. No sé por qué demonios no se sienta. Aunque parezca demasiado cómodo apoyado con su brazo en el mueble, preferiría que se pasara a la silla. Al menos así desde atrás del mostrador no le vería la cara.

—¿Piensas estar así todo el día? —pregunta a la vez que le da un sorbo a su infusión.

—Esa debería de ser mi pregunta.

—Es tuya —espeta—. Y la estoy haciendo para ti.

Esto en definitiva es algo. Me refiero a la relación laboral que tengo con Steven. Hasta hace unos días atrás éramos tan solo eso, compañeros de trabajo. Pero desde que tuvimos esa pequeña coincidencia de Sam hemos dado unos pequeños pasitos que no se alejan mucho de donde estábamos antes, pero ciertamente nos acerca a lo que quiero pensar que podría ser una amistad decente.

—Solo no estoy de ánimos —confieso.

Dejo a un lado la escoba con la que barría la entrada y me siento en una de las sillitas de colores que utilizan los niños. Tengo que encoger las piernas lo suficiente como para que queden a la altura de mi pecho.

—Se te nota —dice él dando otro sorbo—. Comienza a irritarme ver cómo te mueres en vida.

—¿Tanto así parece?

—Tal vez peor.

—Ay no.

Si él tan solo supiera tal vez me daría la razón para estar así.

Me siento tan deshecho por dentro y jamás creí que llegaría a este punto en el que alguien como Tesla me haría gris el día.

Cada vez que cierro los ojos solo puedo verlo a él ahí, parado frente a mí, luego poniendo esa cara que solo me hace pensar que es de asco o hastío, y después echando a correr.

No era lo que él esperaba, me digo, siempre que la secuencia de imágenes se repite en mi cabeza.

—Nunca soy lo que nadie quiere.

Para cuando me percato que he dicho aquello en alguna especie de susurro inconsciente, Steven ya ha terminado su infusión y se acerca a mí.

Me da una bofetada con un peluche de un osito cariñosito y me tira de la silla.

—¡Eres desesperante! —reprocha evidentemente fastidiado—. ¿Cómo puedes decir algo así de horrible?

—No quería decir...

—¿Es por Sam?

—¿Qué?

—Si es por el imbécil de Sam puedo dejar de acostarme con él. No sabía que te gustaba.

—¡Prefiero morirme primero!

Steven de pronto se mira confundido. Parecía que estaba muy seguro de que mi evidente proceso de descomposición emocional era por Sam y ahora le he derrumbado su seguridad.

No obstante, él parece empeñado en hacerse sabedor del por qué me estoy muriendo.

—No entiendo —dice. Pone sus manos en jarras y el osito cariñosito se mira ahorcado entre su cintura y sus dedos—. Creía que estabas así porque me divertía con ese intento de ser humano. ¿Qué te sucede entonces?

El universo que llevamos dentro (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora