El dia que te conocí, mi corazón te perteneció

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-Por Salazar, ¿Quién en su sano juicio dejó entrar en mi mansión a un Weasley? quiero su cabeza.- Susurró mi padre cuando observamos, desde la entrada, dos cabelleras pelirrojas acercándose junto con los demás invitados que estaban ingresando en la casa.

-Nunca he exigido nada, pero pobre de ti, Lucius Malfoy si no te comportas a la altura de tu apellido.- Dijo Narcissa Malfoy antes de recibir a los invitados con su natural sonrisa. Dejando a mi padre con el ceño fruncido antes de volver a su cara fría, mientras mi madre los recibía como la magnifica anfitriona que era.

No me sorprendía que mi madre haya invitado a todas las familias puras, sean de la luz o la oscuridad, porque siempre lo hacía. Sus modales la obligaban ha ser nada menos que educada y perfecta, y las tradiciones eran muy rígidas y arcaicas en sus acciones. Lo que realmente me sorprendía era que Arthur y Molly Weasley, la familia más blanca y de la luz que existía (después de Dumbledore), hubieran accedido y confirmado su invitación. Nunca una familia más allá de negra y gris habían hecho acto de presencia en nuestras celebraciones. Obviamente todas las miradas se dirigían de mi padre hacia el patriarca Weasley, quitando todo el protagonismo al cumpleaños del Lord y a mí, lo cual no me disgustaba en absoluto.

Su enemistad se inició desde que un antepasado del señor Weasley canceló el compromiso con la prima del jefe de la familia Malfoy en esa época. En consecuencia, los Malfoy se encargaron de enviar al ostracismo a los Weasley frente a toda la comunidad mágica y las familias más importantes. Ya han pasado décadas de ese evento desafortunado y aún nuestras familia tienen el mismo odio la una por la otra. Sinceramente, siento que es una pérdida de tiempo, pero nunca interfiero con los pensamientos de mis padres.

Dejando de lado su odio, mi padre saludó cordialmente al señor Weasley una vez él y su esposa se acercaron a nosotros.

-Arthur, que sorpresa verte en mi casa, por favor, eres bienvenido. Tanto tu esposa como tú, espero se diviertan.- decía mi padre sin emoción alguna.

-Wao, supiste quienes éramos con solo vernos, supongo que las máscaras no jugaron a nuestro favor.- Dijo el señor Weasley un poco nervioso, tomando abrazadoramente la mano de su esposa que aún no decía ni media palabra, solo se centrada en ver a mi padre.

-No te preocupes querido amigo, la máscara no fue el problema, con solo ver tu atuendo y esa cabellera poco elegante, supe que eran ustedes dos.- comentaba mi padre con normalidad, como si no hubiese ofendido de ninguna manera las clases sociales y económica que diferenciaba a ambas familias. Pero yo si lo vi y por un instante sentí pena por Arthur Weasley ya que éste se volvió, igual que su esposa, del color de su cabello. Con la poca gracia que tenían, susurraron unas disculpas muy vagas y siguieron por el gran salón.

Sorpresivamente, mi madre quería que en esta velada la temática fuera un baile de máscaras. Nunca había asistido a una, pero mirando a mi alrededor podía interpretar que todo era ostentoso y extravagante, dos cualidades que mi familia amaba. Fue en ese momento que supe la razón por la cual mi madre lo había elegido, todo gritaba Malfoy por todos lados. Cuando le pregunté el motivo de este gran cambio de reunión, en lugar de las habituales celebraciones que hemos organizado, me dijo: Es el momento, mi Dragon. Las cosas en nuestra vida deben empezar a cambiar.

 Las cosas en nuestra vida deben empezar a cambiar

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La vida de Harry Potter no tiene un día de aburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora