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Madelyn miraba con temor aquel circuito que le arruinó la vida, arrebatándole a su alma gemela. La monegasca nunca tuvo la intención de volver a pisar Suzuka desde que sucedió el accidente, solo le traían malos recuerdos y ella prefería evitarlos. Pero ahí estaba, yendo al garaje de Ferrari para ver la carrera, ya que su hermano le pidió si podía ir a su escudería ese día.
-Ángel, si no quieres estar aquí, puedes irte, yo sé lo diré a Charles, él lo entenderá- dijo Daniel, que como de costumbre cargaba a Sophie, al ver a su prometida mirar el lugar donde su corazón se rompió por primera vez.
-No, está bien, tengo que superarlo- murmuro ella, viendo como Charles se acercaba a ellos con un ramo de flores.
-¿Quieres ir conmigo?- pregunto el piloto de fórmula 1.
-¿A dónde?
-A la curva 7, donde sucedió todo. Si no quieres ir lo entiendo- respondió Charles.
-Esta bien, vamos. Ve yendo al garaje, en un rato iremos- se despidió Madelyn de Daniel y su hija.
Ambos hermanos se dirigieron a la curva, y Charles entrelazó su mano con la de Madelyn al notar como su cuerpo estaba comenzando a temblar.
-Toma Lyn, deja tu las flores- dijo con suavidad el piloto de Ferrari.
La mayor cogió aquel ramo y se acercó lentamente a la curva 7, soltando sollozos al recodar ese fatídico día...
5 de octubre de 2014 (Suzuka)
El Mundial de Fórmula 1 alcanza el GP de Japón, en Suzuka. Todo se desarrollaba con normalidad, ambos "hermanos" Jules Bianchi y Madelyn Leclerc, observaban el rastro de agua que había dejado el tifón 'Phanfone' que había provocado una tormenta.
Madelyn que se encontraba en el garaje de Marussia, miraba con preocupación a Jules, que estaba terminando de ponerse el casco.
-Quita esa cara enana- dijo el piloto con diversión, viendo el rostro de la Leclerc.
-Jules... tengo un mal presentimiento desde por la mañana... por favor no salgas a correr- suplico ella, agarrando suavemente las manos de él.
-Tranquila pequeña, no pasará nada, sabes que yo siempre vuelvo a ti- le aseguró Jules envolviéndola en un abrazo.
-Por favor Jules, prométeme que volverás a mi.
-Te lo prometo- y con aquella promesa, el piloto se montó en su coche.
