Capítulo 5: Aires imprevistos.

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Un año después de lo ocurrido.

Desde entonces no tenía conversaciones largas ni de interés con mi madre, los días eran un tanto tensos, los primeros días escuchaba su llanto en la cocina, mi madre trabajaba desde casa, después de unas largas semanas, empecé mis sesiones de terapias; sin embargo, había noches que me dejaban horas en el sofá, no me apetecía siquiera retomar los relatos, era inevitable dejar de sentir tanta presión en el pecho cada que un recuerdo pasaba por mi mente, como si fuese en ello lo que debía pensar.

No sabía nada de las chicas; las últimas dos semanas, me habría encargado de alejarlas por mi actitud, ellas; sin embargo, seguían allí, recargando mi móvil con mensajes de voz, llamadas recurrentes y cartas en el buzón.

No asistí al instituto, ya me habrían dado de baja; si no fuese porque mi madre le pidiese a la directora que me dejase presentar todas las actividades en línea, no fue fácil que aceptara, pero la referencia de la psicóloga ayudo, me sentía indispuesta para todo lo que tuviera que estar rodeada de personas, a las que tuviera que ver sus miradas con lástima y benevolencia.

Una mañana, mientras me dirigía a la cocina, por un poco de agua. Mire por el ventanal amplio que daba a la sala de estar; allí estaba mi madre teniendo algo parecido a una conversación con un señor de traje formal; ya lo habría visto en una ocasión, pero no recordaba donde, me acerque y al verme le extendió su mano enseguida, como si se tratase de un acuerdo o algo parecido, con una sonrisa en su rostro pidió permiso para retirarse, mi madre me observo por unos instantes luego de despedirlo.

—Ven, Eva, necesitamos hablar. —Me hizo saber mi madre, haciéndome pasar al estudio con una mirada determinada.

—¿Recuerdas cuando dije que debemos seguir con nuestras vidas, que ir al pasado no es bueno?

—¿No tendrás tú nada que ver con ese Seño....?

—No, no, nada de eso. —dijo frunciendo el ceño con voz agitada.

—Nos vamos de casa—dijo sin quitar su mirada de la mía, añadiendo—. Es hora de que cambiemos de vida, vendremos a echarle un vistazo. Cada vez que podamos, seguiremos en contacto con Barbará para tus medicamentos. Y eso, no es todo, el señor que se acaba de ir, es el socio de La galería donde me dieron la oportunidad de mostrar mi arte.

Quiero que me entiendas, esto lo hago por las dos. Entendí que no quisieras ir al instituto, e hice de todo para que lo pudieses terminar en línea, pero es hora de que regreses y, si no es aquí, será en otro lugar. Comenzarás un nuevo año, te irás de lleno a una muy buena academia.

—¿Te estás escuchando, mamá, esto es por mí o por ti? ¿Por qué debemos irnos, no puedes seguir con tus pinturas aquí? —dije.

—Ya está hecho cariño, nos iremos de Brístol, no hay vuelta atrás. Tus abuelos ya lo saben. —dijo con determinación, desviando su mirada al cuadro que teníamos junto a mi padre.

Pasaron algunos minutos sin ningún intercambio de palabras entre ambas, el silencio consumía aquella habitación, donde en el fondo sabía que era difícil aquella decisión. Tener que dejar todo lo que me quedase no estaba en mi lista de deseos. Al instante se acercó.

—No quise hablarlo contigo porque sabía que esto pasaría, todo fue tan rápido, pero, estaremos juntas, todo estará bien. — Dijo sosteniendo mi mandíbula, al fin que dio un beso en mi frente.

—¿Cuándo? —pregunte dejando la sala de estar.

—Esta misma semana. — respondió mientras cogía el móvil y respondía una llamada al otro lado de la línea.

Los días pasaron de prisa, todo seguiría igual, me estaría engañando a mí misma, cada parte remota de la casa me llevaba al pasado y, no obstante era mi consuelo, como si mi padre seguía aquí. Tampoco podía negar lo abrumada que estaba por la idea de llegar a otra ciudad donde no conociese a nadie, quien sabe por cuánto tiempo, mi instituto, las calles de Brístol, no habría salido de la ciudad en mucho tiempo, los lugares, las personas, solo pensarlo no me apetecía y menos si se tratara de mudarnos a uno de los países más poblados de América, no podría fingir que fuese genial, la idea de ver a mi madre planeando nuestro futuro.

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora