Capítulo 12: El instituto.

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 Después de mi llegada, del paseo con mi abuelo en el establo e ir a la autonomía de Canadá y a ciertos lugares contradictorios, las siguientes semanas me llevaron a quedarme en casa e ir conociendo pequeños lugares de cerca y sus alrededores. El día en el que volvería a la preparatoria había llegado, paso de prisa, como una brisa en abril, sin prórroga.

Antes de que la alarma hiciera su trabajo, la apague con mi mano izquierda, aun si tardara media hora para vestirme, seguiría siendo temprano y no me apetecía por ningún motivo ser de las primeras personas en el instituto y menos si nunca habría estado allí; fui directo a la ducha, luego de observar el atuendo que mi madre habría arreglado y planchado para mí, llevándolo finalmente a mi piel desnuda.

El humor de Leticia esa mañana era espontáneo, le alegraba más que a mí misma que volviese al colegio. La Academia Rowling es uno de los mejores institutos de la ciudad, su ejemplar educación y su franquicia la hacen especial. —comentaba, llevando el té a su boca. Añadiendo: Hace unos cuantos años tu madre fue seleccionada para ser parte de la academia; es llanamente un buen lugar para ti. Tú fuiste la excepción este año —finalizó guiñando el ojo.

—Seguro. — dije. ¿Y dónde está ahora?

—¿Hablas de tu madre?—preguntó.

—Sí. —respondí enseguida.

—Se fue mucho antes de que despertaras. Me dijo que te dijera que espera que sea un buen día.

—Cuando estés lista. —Pronuncio Bernon, haciendo que quitara la mirada del pan con mermelada que observaba, al tiempo que mi abuela terminaba de darme su emotiva charla.

— Todavía es temprano. —dije.

—Al contrario, señorita, creo que vamos tarde —enfatizo.

En todo el recorrido hacia el colegio, el silencio era placentero. Me agradaba ver que a Bernon no le importase entablar conversaciones sobre mi nuevo día y todo lo que me llevara a preguntas incómodas, que de cualquier forma no sabría responder. Unos minutos después llegamos a mi destino, lugar donde pasaría la mayor parte de mis días, me quede observando desde mi lugar del auto, había un cartel con su nombre, podría ser casi imposible perderse, rebasaba algunos arbustos, su inmensidad estructural mostraba un panorama esencial; sin embargo, el entusiasmo de conocerlo y mantener un círculo amistoso era un 0%.

Cogí entonces la manija del coche al tiempo que tomaba mis cosas.

—¡Bonito día, señorita!

—Gracias. Espero lo mismo —murmuré mientras se alejaba. Consideré quedarme observando la entrada, al tiempo que respiraba profundo. Ya estás aquí, me repetía. Era cierto, ya estaba un poco tarde.

Uno que otro, de aquí para allá, me hacía sentir un tanto incómodo el exceso de miradas. Muchos otros ignoraban a quién entrase y saliese por la puerta, de repente un silbido poco común llegó a mi oído izquierdo.

—Eva, es hacia allá, pensé que ya no vendrías —dijo Theo, asomando su cabeza desde adentro del aula.

Me dirigí, a la puerta de vidrio, al tiempo que me quedé detrás de dos chicas pelirrojas que hacían fila para pasar al mismo lugar "La oficina de registros". Llevaba una hoja en mis manos con el nombre de la directora superior, la cual movía con disimulo.

Si hubiese permitido, que mi abuela viniese conmigo, acabaría descosiendo toda mi vida y obligándome a mantener comunicación con cualquiera que se acercara; ya tenía bastante con Lena y Theo, no tendría que hacerme amiga de todo el instituto. Ya era normal entrar a mitad de año a una nueva secundaria, esperaba que fuese el último.

—Siguiente — dijo una voz desde dentro. Había una mujer de pie sacando unos papeles de una taquilla y el que estaba sentado observaba un computador. Miré el papelillo y, sin más, lo presioné en mi mano.

— ¿Eugenia Fuentes? Pregunte.

—Si soy yo —dijo la que estaba en el computador. Por un momento pensé que era un chico por el estilo de su cabello.

—¿Scott?—preguntò.

— Sí. —respondí.

—Toma asiento, por favor. —Inquirio. Tienes suerte, han culminado con las inscripciones; hemos hecho una excepción esta ves. Aquí tienes, espero sea placentero este plantel y tenga lo que buscas. —Scott, tenemos reglas aquí, tus zapatos. Mañana quiero otros en tus pies. —dijo, antes de que terminara de salir.

Por suerte no tuve que presentarme, ni entrar en detalles del porqué estaría allí, desde luego el profesor tampoco habría notado mi presencia, estaba muy entretenido, parecía no saber controlar la situación, con el grupo de chicos que le rodeaban haciendo payasadas, todo era una anarquía podría esperar de todo. De inmediato, los chicos me señalaron mi lugar junto a ellos.

—Ya te han dado la bienvenida, espero que te sientas como en casa —dijo Lena.

Su sentido del humor siempre era sarcástico, era de las personas que no le agradase cualquier cosa, parecía que nada le daba gusto, más, sin embargo, sabía que muy en el fondo tenía algo de sentimientos.

— Vea a ese hombre de ahí, es Gonzalo, nuestro maestro de lengua. Justo en este momento se está enfrentando a unas tropas enemigas sin armas, se le va de las manos todo un imperio de cobardes en alboroto, se dispone a ser tenaz, es todo lo contrario a un amuleto de la suerte. — Concluyó Theo contextualizando lo que estaba pasando.

—No suena bien. — dije.

— Desde su llegada no han parado los problemas, y no por ser algo insoportable, todo lo contrario le da mucha confianza a los inadecuados. — intervino Lena.

Bueno, bueno, chicos, despejaos todos, ya dejen en paz al maestro o no terminaremos esta clase. Dijeron unos chicos separándolos, y todos con pitorreo tomaron asiento. Las horas pasaron de prisa de lengua a ciencias y luego a humanidades.

Al salir, era como estar en una invasión alienígena, todos, excepto uno que otro grupito, corrían como caballos, chocaban unos con otros y finalmente terminaban unos en el suelo y otros de risa en risa. La mayoría llevaba su propio auto y el que no podía lucir un coche de alta sociedad, tenía por lo menos una Yamaha.

Justo en el parqueadero del instituto había un convertible negro, tan refinado y novedoso, el cual no dejaba de quitarle la mirada.

—También tengo uno —dijo Theo, haciendo que quitara mi mirada del lujoso auto.

—Sí, míralo, ahí está —resalta Lena, acercándonos a un volvo antiguo. Al tiempo que me guiñaba el ojo.

—Me lo ha regalado mi padre de cumpleaños, me ha pedido que si pasaba más tiempo con él y menos en el centro de ciencias, me daría otro para la graduación.

—Está genial — dije sin quitar la mirada del auto negro, que estaba a unos cuantos metros.

—Sí, aún funciona de maravilla —recalcó Theo al tiempo que notó lo distraída que estaba observando al otro lado. Entiendo, pensé que hablabas del mío. Enfatizo.

—Si hablo del tuyo, solo me preguntaba de quién es ese coche. —le hice saber.

—El dueño del convertible, es un pibe sin porte, es del equipo de los Roothars de hockey, parece ser la distracción y gusto de todas las chicas, en este lugar, es un simple tío que se cree Chris Evans. — Finalizo.

— Dicen por ahí que podría ser gay, no se le ha visto de amoríos con una chica —interrumpió Theo.

—Quizá sus intereses sean otros. — dije.

—No le conoces y ya le defiendes—dijo Lena. Un corto silencio.

—Venga, vamos a casa — Intervino Theo.

RECORDATORIO.

No desees el espíritu ajeno, sé de esas que marcan la diferencia. 

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora