Aquí estás, te he estado buscando —dijo mi madre, acercándose al jardín. Continuó: Tengo algo para ti, ha llegado un correo de Londres, esta mañana.
La tomé enseguida. Había entrado, en una de las universidades más importantes de Londres. Esperé, este momento con ansias, pero por alguna razón, no me sentía saciada. Me giré, hacia mi madre, y ya no era la carta; debía liberarme, por completo.
— Lo siento mucho, mamá. — expresé. El semblante de mi madre, cambió. Y mis lágrimas recorrieron mis mejillas.
—Eva, cariño. Sé que esperabas este momento, ya está. —dijo, secando mis lágrimas.
— Tengo que decirte algo muy importante. — dije.
— Si no quieres ir a Londres, está bien. Buscaremos otra Universidad. — insistió.
— Estaba enterada, sobre la enfermedad, de mi padre. Todo, fue tan rápido. — confesé de inmediato.
—¿Cómo es que lo sabías?—preguntó, quebrando su voz.
— Desde antes, de llegar a Brístol, cuando quería arreglarlo y decírtelo, ya era tarde, demasiado tarde. Todo este tiempo, estuve culpándome —dije.
—No sigas, no es tu culpa. Temía, que ese día llegara, al igual que tú, pero a diferencia de mí, ya lo sabía; me enteré, cuando naciste, te sostuve, solo unos minutos en mis brazos. Cuando, de repente, apareció tu padre y pidió que te realizaran una serie de exámenes, para diagnosticar, si podías llegar a padecer la enfermedad, que se lo llevó, y era muy probable. — Tomo un respiro y continuo.
Llevabas, tantos días en la clínica, que llegué a pensar lo peor. Pero, un buen día tu padre te trajo a casa, al ver su rostro, supe que estarías bien, estabas sana y nos hizo muy felices. — Las lágrimas no dejaban de humedecernos las mejillas a ambas. Al contrario de Joaquín, debía medicarse todo el tiempo. Vi su evolución, Eva, al igual que sus recaídas. No sé, de dónde saqué tantas fuerzas, pero lo hice. Lo amé hasta su último respiro y aún lo hago. Cada vez que te veo, veo sus ojos en ti.
— Lo extraño mucho. — dije.
— Eras todo para él, te aseguro que fue muy feliz. — Terminó, de decir, al tiempo que entrelazamos nuestros cuerpos.
Esta vez, lloré, pero de tranquilidad. Me sentía saciada, el peso que había cargado todo este tiempo, había desaparecido, había podido abrirme; ya no seguiría aferrándome, a lo que no podía ser. Ahora, debía hacer las paces con mi subconsciente y hablarle de mí, dejarle expresar y gritar a los cuatro vientos que de alguna u otra forma marcarían la diferencia.
Después de un rato.
— Londres te vendrá bien. — Comento, pasando su mano por mi cabello.
Seguía en contacto con las chicas de Brístol, desde ya, estaban haciendo planes para que, cuando el verano terminara, vendrían a visitarme.
Ahora, terminaba de escribir las últimas palabras, en aquel manuscrito, en el que llevaba tiempo trabajando y que ahora sería el mejor cierre de mi antigua vida; y el principio de otra. Después de la espera, respondí a su mensaje de voz, por medio de una carta.
Jackson.
Desde que te vi, sentí una extraña conexión, como nunca antes; lo que sientes es recíproco. Mi rechazo todo este tiempo, era más que una excusa, para engañarme a mí misma. No me permito, amar a medias, todos merecemos más que una estrella, sí, el universo entero. Donde la promesa, sea hasta la eternidad. Si, aún sigues ahí, espero tengamos tiempo, para descubrirnos lo suficiente. Por ahora, quiero que sepas qué, no te pediré que me esperes, sería egoísta. Simplemente, que el destino tome su curso. Hasta pronto
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Simplemente Eva
Roman pour AdolescentsLos apegos emocionales son por naturaleza un vínculo afectivo, difícil de explicar, son sensaciones que se crean en el alma y trascienden vidas por vidas. Lo que debemos tener presente es que para avanzar, para encontrarte, es necesario soltar, sin...