Capítulo 27: Una respuesta de fe.

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 Eva.

El hecho, de no querer equivocarme, con cualquier cosa que hiciese. Me llevaba, a no vivir el presente, en que los días, se me pasaban de prisa, y mi yo del pasado, seguía retumbando, buscando algún escape, para redimirme. Me había pasado, una cantidad de veces, ayudando a mi madre, a organizar sus cuadros; mientras sintonizaban, mi canción favorita. — Never Ending Story -

De vez, en cuando, reproducía el audio de Jackson. Me enteré de que, después de la pelea, estaba haciendo servicio en la academia; lo podía ver, en varias ocasiones, por la ventanilla del auto de mi madre, yendo de camino a la galería. Aunque él no a mí, también estuve allí, el día de la competencia, observándolo, detrás de los asientos laterales de la pista; no estaba preparada para verlo a la cara, no podía, solo, echar a ver mis sentimientos. Si ellos fuesen, quererlo en ocasiones y en otras obligarlo a guardar distancia.

Esta vez. Estaba en mi casa antigua, organizando unas tazas blancas, en el estante, de la cocina; cuando observé, mi propio reflejo en el cristal. De momento, ya no era mi rostro, el que estaba allí, sino el rostro y cuerpo de una anciana, de aproximadamente 80 y tantos años. Volteé enseguida, y nadie, más que yo, estaba en ese lugar, toqué mi rostro, aterrada, y observé mis manos; había arrugas por toda mi piel, que difícilmente podía comprender.

— Sígueme - susurraron a mi oído. Al instante, viajaba a aquel ventanal, donde por segunda vez. Venus se acercaba, cabalgando hacia mí, hasta quedar una enfrente de la otra.

Un sonido, como el de la alarma, hizo que me despertara de inmediato. Una energía desconocida, transitaba en mí, de los pies a la cabeza; esta vez no había sentido miedo; sin embargo, mi corazón latía constantemente a un ritmo acelerado.

Miré el móvil y no había programado ninguna alarma; el ruido venía de mi almohada. Metí, entonces, mi mano y era el reloj de mi padre, que extrañamente marcaba las 7:00 a. m., la hora exacta de mi móvil; pensé que aún seguía dormida, o que tendría alguna pieza descompuesta. Me recosté, dejándolo en mi palma, y cuando volví a despertar, eran las 9:03 a. m. No podía creerlo, era increíble, había dejado de funcionar, un poco antes de que mi padre falleciera. ¿Qué sentido tendría ahora? ¿Cómo es qué?

Bajé a la cocina, para contárselo a mi madre, para mi sorpresa. Más de dos personas, estaban en casa, movilizándose con grandes cajas.

—¿Te apetecen unas tostadas ahora? - preguntó, mi abuela con gran sonrisa.

— Espero que no tengamos que mudarnos otra vez. —respondí, con imprudencia.

—Qué va, cariño. Son las obras, de tu madre; mañana es el gran día. — comentó.

— Ah, es cierto —dije, devolviéndole la sonrisa. Para nada lo había recordado.

—¿Qué tienes ahí, querida?—preguntó, alzando su cabeza hacia mi mano.

—Es, es, el reloj de mi padre, que, me ha despertado esta mañana. Estaba estropeado, pero, ya ves. —Le hice saber.

— ¿Por qué no lo llevas a la relojería en Grinffier? No está de más, una revisada. ¿No crees?—sugirió mi abuela.

La verdad es que no lo pensé. Después de haberlo llevado en Londres, a muchos sitios, me había rendido.

— Lo haré. ¡Gracias! — dije.

El señor, era mayor, su apariencia era delgada, muy alta y su piel era trigueña; no parecía ser muy amigable. — Este reloj, es muy antiguo. Tanto, que podría decir que mi abuelo, lo llevó un tiempo en su muñeca. —decía, observándolo. — Mmm, ¿De dónde has dicho que lo has sacado?—preguntó, viendo por encima de sus gafas.

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora