Capítulo 7: El recorrido gustoso.

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—Eva, cariño, ven. Escucho la voz de mi madre. —continua. Quiero que conozcas a Melina, la cómplice de Leticia, en todas sus locuras.

Risas de agrado al fondo. Ya la señorita Lena, su sobrina.

—Es un gusto, querida. ¡Eres bonita más de lo que imaginaba! — Pronuncio, recorriendo mi rostro con sus ojos.

—Sí que lo es—dijo mi madre.

—Serás una buena esposa algún día— enfatizo. Su mirada de picardía, hizo que mi madre se sonrojara y me echara para un lado, al mismo tiempo que le dábamos paso para entrar. Al contrario de Lena, que no dijo una sola palabra, su mirada abrupta al oír el comentario de Melina la hizo soltar una risa.

—¿Qué te causa gracia?—preguntó un poco alterada. Deberías tener amigas de verdad de una vez por todas. —Enfatizo Melina, de momento cambió de humor, ahora sonreía y era amable.

De momento, apareció Leticia y empezaron a entablar una conversación en la sala. Ya habría escuchado repetidas veces a Leticia, Melina y mi madre hablar de todo el tiempo que pasaron sin verse mientras tomaban despacio el té, y llevaban un poco de pan de nueces a su boca. Sin pensarlo, me dispuse a pedir permiso, si viviría allí, tendría que empezar a conocer todo lo que nos rodeaba.

—Saldré a tomar aire —dije finalmente, levantándome del sofá.

—Adelante, cariño —habló mi madre con una sonrisa.

—Eso suena muy bien. ¿Lena, quisieras mostrarle un poco nuestros recorridos?—dijo Leticia guiñándole el ojo.

—Por supuesto, qué irá. ¿No es así, Lena? —Reitero Melina con una sonrisa agradable, alzando sus cejas muy extrañas.

—Claro, claro. ¡Bienvenida, me complacería ser su guía turística, señorita Morrison! —dijo con sarcasmo, moviendo sus manos de un lado a otro, como si intentara hacer reverencia sin ningún sentido.

Nos dispusimos a caminar por los alrededores de la casa, era un lugar tranquilo, no escuchaba ni la cercanía de un insecto, y necesariamente debía haber, puesto que la hermosa jardinería tenía flores de cualquier tipo, y las margaritas eran muy llamativas, cerca estaba el laberinto del que mi abuela Leticia nos había mencionado, con buena estructura y moderado diseño, verdoso y de gran altura.

—¿Por qué aceptaste mostrarme los alrededores? Claro está que no te apetecía.

—La verdad es que no. Pero no niego que me hiciste un favor al sacarme de ahí, mis odios no hubiesen soportado un segundo más repetidas veces el tratamiento facial de mi tía.

Nos reímos al mismo tiempo con credulidad.

—Este solo es un mini laberinto, para los que he visto, cualquiera que no conociese el camino se perdería por horas mínimo, hasta que alguien que estuviera en casa o cerca del lugar escuchase el eco de los gritos, y si fuese todo lo contrario tardarían días en salir, sería perturbador y todo un misterio.— dije

—Echemos un vistazo —prosiguió acercándose a la entrada del laberinto vegetal.

—Me detuve, unos segundos. —Nunca he entrado a uno —dije.

—¿Qué pasa?, como es que eres la nieta de Leticia y no has venido aquí— Dijo con asombro. Tu abuela se ha encargado de poner pequeñas banderas blancas en las esquinas de cada muro del césped en dirección a la entrada.— Recalco con tolerancia

—Será, porque desde los tres no veía a mi abuela —dije entonces.

—Qué nostálgico —soltó observándome con incredulidad. —No creas que con eso me terminas de agradar —dijo sin quitar su mirada del jardín.

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora