Capítulo 13: El chico del auto.

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El auto de Theo, en cada movimiento parecía desarmarse, era gracioso como nos observaba de reojo; cuando su auto se tambaleaba, de un lado a otro, llevaba mucho rato así desde que salimos del instituto; sin embargo, ambas fingíamos que nada pasaba para no incomodarlo. Volteaba hacia Lena, y negaba, cada vez que ella quisiese decir una palabra; hasta que se detuvo.

—Esto no puede estar pasando ahora—mencionaba Theo.

—¿Hace cuánto no cambias las llantas?—preguntó Lena, saliendo del coche.

—Son nuevas, ya veremos qué pasa —dijo.

—Si prefieren, podemos llamar a Bernon-Propuse

—No, nada de eso, en unos minutos estará listo —afirmó Theo.

—Ok, ya que estamos aquì, iré por un libro —dije, observando la librería que quedaba frente a nosotros.

—No sabía que te gustaba la lectura — inquirió Lena.

—No me lo has preguntado. —respondí.

— Tiene sentido todo, por algo podía soportar tu presencia y tu olor a margaritas. Escondiendo una sonrisa de medio labio.

—También quiero uno —dijo Theo.

—¿Está todo bien ahí abajo? ¿El ácido sulfúrico te ha llegado al cerebro?—murmuró Lena. Al tiempo, empezaron a reír.

No quería dejar pasar esta oportunidad, para ir por un buen libro. Los que tenía en casa ya me los había leído todos; y leer en el móvil o en la laptop, por mucho, me hacían sentir picor, al punto de bajarle la luminosidad; dejando la historia hasta la mitad.

El señor que atendía el lugar, se veía muy agradable, en verdad lo era; por lo que decía en su camiseta, su nombre era Billy. La biblioteca de mi nuevo instituto aún no había abierto, esperaba que volvieran a instalarse; por fin, algo que me agradara mucho más de La Academia Rowling.

Desde luego, el espacio era chico, despues de ver unos cuantos, me leería Madame Bovary, la han recomendado, es una buena novela de drama. Lo tomé y llevé conmigo otro para Theo.

. —¿Has encontrado lo que buscabas?—preguntó con gentileza.

—Veo que sí. Llevare este—respondí.

—Buena tarde, señorita —terminó de decir con grata sonrisa. Asentí devolviéndole el gesto.

Al salir, pose al lado de Lena, quien observaba con cautela el auto de Theo, el cual estaría reparando los neumáticos del lado izquierdo.

—¿Se ha averiado?—pregunté.

—Por lo visto—respondió.

—Le he encontrado este—. Le dejé saber.

—¿Tú crees que se lo leerá?—comentó enseguida. Añadiendo —Venga, le haré el honor de leerlo.

—No tienes malos gustos —enfatizo después de ver su portada.

—Claro que no. — dije.

—A que no adivinas quién vino a ayudarnos —dijo de momento con ignorancia.

En ese mismo instante, dos cabezas, aparte de la de Theo, se alzaron; uno de los chicos, era de melena rubia, al largo de sus hombros; de piel trigueña, se notaba que se ejercitaba lo suficiente, como para cargar la llanta del coche. Y el otro chico, que por ningún motivo había alzado su mirada a nuestra dirección, era de piel pálida, su color castaño, era raramente igual que el mío. Sentía como si ya lo hubiese visto antes; era notorio que no eran amigos de Theo, y si lo fuesen ya habrían hablado de ello. Nos acercamos al ver que estaba todo bien y ya podríamos desembocar e irnos.

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora