Capítulo 11: La tienda de la gitana.

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Desde el lugar que me encontraba, se podía ver mejor y respirar con un poco de tranquilidad, no estaba tan expuesta como para abandonar la silla en ese momento; además, era algo nuevo para mí, en esa ciudad todo se podría esperar. No conocía a nadie, más que a mis abuelos, los del vecindario, a Lena y al chico de anteojos que acababa de conocer, el mismo que se acercaba en esos momentos con las provisiones. Se sentía bien escucharlos, alardear de todo lo que veían, todo lo desconocido para mí que pretendían hacerme saber.

— Tres años consecutivos he estado observándolos a esta altura, me he memorizado cómo empiezan y en qué ritmo terminan. Esta vez el violín abrirá el desfile militar, y terminarán con una marcha de música folclórica. —dijo Lena, añadiendo. Claro, está que entran y salen nuevos participantes, unos más chicos, otros más grandes, destacándose por tener gente del ministerio de la mano, que les haga lugar; sin embargo, la cultura es la misma.

SONIDO DEL VIOLÍN.

—De eso no había duda. A veces, yo mismo me pregunto: ¿qué ciencia tiene verlos cada año, si el ritmo es monótono? Pero, prefiero venir que quedarme solo en casa. Es muy conmovedor, ver el acto que nos dio libertad. —dijo Theo.

—Y ahí vas tú, tan sentimental. —compuso Lena.

—Por lo menos tengo sentimientos —respondio, Theo entre risa.

Cuando hablamos de libertad, recordamos un poco el aporte de políticos e historiadores que hicieron frente en idear un buen comienzo para un imperio, para una población.

En parte, menciono esto en mi libro, porque siempre he pensado que no sería nada fácil salvaguardar una nación si tu espíritu es frágil, ni mucho menos esperes un gobernante con corazón de piedra; es un balance entre lo que estás dispuesto a hacer y lo que te tienta. La clave está, en tomar una muy buena estrategia, tanto para los terceros como para ti, que ganen todos por igual; de esta forma, siendo firmes, y dejar de enfrentarse al caos social que invierte más tiempo mental, que físico.

(Quise llegar a esta conclusión para recordar que la filosofía es liberal, sin ofensa alguna, es una opinión válida, por el derecho de la palabra, ya que no soy política, ni dirigente de ningún partido).

Como siempre digo, el mundo es muy grande y en cada rincón existe un corazón puro, de esos que se esconden bajo la mesa, de esos que esperan que cualquier individuo, tome asiento y pruebe solo una porción de su aperitivo... Y, sin darte cuenta, no sabes si fue el grano de mostaza con pan tostado lo que te hizo merecedora de más, y ganadora del doble.

Después de un largo rato viendo el espectáculo y llevando infinidades de palomitas a mi estómago, me dispuse a levantarme y buscar dónde lavar mis manos. El olor a piridilcetona y los dedos brillantes no eran nada agradables.

—¿A dónde vas? —preguntó Lena.

—Puede que haya algún lugar donde pueda conseguir agua — dije.

—No conoces nada, es mejor que vaya contigo.

—Sí, iremos contigo —replicó Theo.

—Por supuesto—murmuró Lena. Abandonamos nuestro lugar y nos dirigimos a donde estaban los puestos de comida, donde estaría Leticia; esperaba ver a mi madre también, no sabía de ella desde la noche anterior, habría salido muy temprano a su trabajo y la nota junto a la mesa decía que estaría esta tarde aquí, Lena y Theo no dejaban de hablar y debatir entre ellos sobre quien tenía la teoría más clara del feminismo. —¿Has escuchado lo que resalta Robert Webb? "El feminismo no es odiar al hombre, es luchar contra una distinción de género que es totalmente absurda". — Lena. —— Ese "Totalmente" no lo escribió en la frase - contestó Theo. —No, claro que no, ese adverbio lo agregué yo, porque así debería ser. Y para que veas que no solo ustedes pagan nuestra comida, yo te compraré una barra de nanaimo; será la primera y última vez que lo haga. —Enfatizo Lena.

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