Capítulo 21: Se unen los lazos.

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Eva

El hombre era muy gentil, nos dio un recorrido enalteciendo el lugar. No solo era el museólogo, sino también era el nieto del dueño; observé, cómo el señor Marchs, mirase a mi madre, de una forma extraña; al parecer, se tenían mucha confianza, tanto, que cogió su mano con descuido. Tiempo en el que, ahora, era mi madre quien estaba tras de mí, diciendo repetidas veces mi nombre, mientras más daba pasos largos, más escuchaba, su voz como susurros.

— Eva, Eva, espera, no es como lo imaginas. — expresaba.

—¿Para eso querías que viniera hasta aquí contigo? —pregunté.

—No, no es así.

—¿Entonces, cómo es? ¿Ya has olvidado a mi padre? —alce la voz. Volteó mi cara de una bofetada, al tiempo, que llevó sus manos a la boca, como si quisiera remediar.

Yo, al contrario, no sabía a dónde ir, pero tenía, perfectamente claro, que no quería seguir ahí. Caminé, sin detenerme, y vi, que Jackson seguía ahí.

Vino a mi dirección, y yo a la suya, como si, de alguna manera, estuviéramos conectados, como si supiera que lo necesitaba, que necesitaba, huir.

Mi móvil volvió a resonar, por tercera vez, lo apagué enseguida; y lo llevé a mi bolso. Observaba la lluvia caer por la ventanilla, y pensaba si mi padre, algún día, respondería a mis preguntas. Sí, de verdad, escuchaba todo lo que le pedía por las noches, donde le confesaba todos los días, que se me hacía muy difícil, seguir sin él. No hallaba una señal o, quizá, tan solo, las dejaba pasar, sin siquiera darme cuenta.

De momento. El sonido de un móvil, a mi izquierda, esta vez, era el de Jackson. Lo tomó y parecía no darle tanta importancia, a lo que estuviera pasando en la otra línea, afirmó y dejó saber que llamaría luego.

— Hay un buen lugar cerca. — mencionó, dejando ver una sonrisa. La Eva, de hace unas horas, no creería lo que ahora estaba ocurriendo: los dos juntos en un coche, donde extrañamente me sentía, muy bien. El chico que días antes no habría querido ver ni en pintura, la persona más arrogante y sin sentimientos, estaba siendo amable; no obstante, no hubiese podido quedarme un segundo más con mi madre.

— Lo que dije hace rato...

—Solo, quiero mostrarte algo. Te gustará — dijo, sin dejar que terminara la frase. Asentí observando que se había desviado del camino.

Un extenso, lago turquesa, estaba justo frente a nosotros, rodeado de grandes arbustos verdosos y diversas flores como las margaritas, que le hacían ver más colorido y alucinante. Era como un sueño; esa sensación, de paz, que interiorizaba, era imprescindible, como nunca antes. Me acerqué, al agua cristalina, que hacía que me reflejara en ella, como en un espejo; él, sin embargo, seguía ahí, de pie junto al coche. Contemplando a distancia, dejando ver una sonrisa brillante. Los recuerdos llegaban a mi mente, como el viento, ahora, hacia mi rostro.

— Hey —dijo entonces y el obturador de la cámara hizo ruido.

—No, qué haces —dije tapando mi cara, dejando ver una sonrisa de medio labio.

—Deberías, sonreír más a menudo. —comentó acercándose.

—Como si fuera tan fácil. —respondí.

—Y, ¿no lo es?—insistió.

—No esperes que diga algo. — Le hice saber.

—Venga, echemos un vistazo. No querrás perdértelo —inquirió, subiéndose a un bote de madera.

— ¿Cómo sabes que es seguro y que no se volteará?—pregunté.

—No dejaré que nada te pase. Confía en mí. —respondió extendiendo su mano.

Esto era increíble, que estaba pasando con ese chico, como podría, solo, pensar que confiaría en él; después de todo lo de antes, estaba teniendo ahora mismo una guerra con mis emociones, las cuales estaban deseando tomarle la mano y ver más de cerca la impresionante vista o prefería quedarme en pie con la ilusión de haber podido vivir ese momento. En par de segundos, me fui por la primera opción y tomé su mano antes de que me arrepintiera.

Después de varios minutos, el silencio se hacía eterno.

—¿Por qué me has traído aquí? —pregunté, sin quitar la mirada del lago.

—A veces suelo venir —respondió.

—Ya veo, supongo que se te hace fácil impresionarlas, este lugar es un sueño —dije mostrando una sonrisa nada verdadera.

—¿Impresionarlas?—replicó, sin ninguna expresión, al hablar. No he venido con nadie aquí, has estado de suerte.

No me lo podía creer, era muy buen actor, tanto, para creerme sus palabras y solo estaba esperando el momento en el que cayera rendida a sus pies; y finalmente terminar siendo una vergüenza total, peor de lo que ya estaba o de verdad era cierto y aquel chico, aquel ser, podría tener sentido común, emociones, de las cuales estaba naciendo algo desconcertante dentro de mí.

—¿Qué ha pasado con el chico de la fiesta?—pregunté, olvidando el comentario anterior.

— Hoyer, ya está en casa, ya le había pasado antes. Pensé que le conocías —respondió.

—No, nunca le había visto. Cuando te mudas a otro país, nada de eso pasa. — dije.

—¿Y qué me dices de la gótica y el nerd?— pregunto dejando ver una sonrisa.

—Supongo que ellos, son la excepción, con ellos todo es simple. —respondí.

—¿Por qué has venido a Canadá?—preguntó al ver que no dije nada más.

—Mi madre, su trabajo nos ha hecho mudarnos, también queríamos pasar más tiempo con mis abuelos y el clima no está mal. —respondí, aunque no todo era cierto.

—¿Es tu madre de quien huías? —preguntó.

—Si hubieses mencionado, que este paseo sería una clase de interrogatorio personal, me hubiese abstenido a subir —exprese con confianza.

—Hace más interesante el recorrido. —dijo entonces, con media sonrisa.

Suspire, y la memoria volvió a llevarme a mi madre. Deseaba que todo hubiese sido un malentendido, pero no, no era así. Emma, estaba planeando nuestro futuro, sin siquiera bloquear el pasado. Mi pasado, no tenía idea de cómo me sentía, no le importaba en lo absoluto, porque si así fuese, no me hubiese ocultado nada.

— ¿Qué hay de ti? ¿Qué hacías en el hall?—pregunté, evitando pensar en mi madre.

— De pequeño, para escapar de casa, le suplicaba a Rajah que me llevara a ese lugar. Me gustaba pasar mucho tiempo allí, tenía a mi vista, todo lo que quería ser de grande y me conformaba con eso. Recuerdo con claridad la última vez que estuve allí, es como si fuese, ayer, se sintió bien —dijo desviando su mirada. ¿No te creerás que he ido solo por ti?.

—No, claro que no. —exprese, conmovida por lo anterior.

En el fondo, algo me decía que no parecía ser casualidad que estuviese allí; sin embargo, me encargaba de recoger esas pequeñas suposiciones en una cajita y esconderlas en un lugar lejos de mí. Por lo visto, también la había pasado mal, lo juzgué sin conocerle un poco.

—Ya debemos regresar—sugerí entonces.

— Sí, también lo creo. —dijo, llegando al embarcadero. De momento mi pie se atoró.

—No es posible —dije

—Cuidado. —Alzo la voz, tirando de mi cintura; y al instante, nuestros cuerpos estaban juntos; sentí cómo mi corazón latía rápidamente, como si quisiera salirse; mis manos sudaban, sus ojos buscaban los míos, mi mente, quedó en blanco, y de repente mis labios estaban pegados a los suyos.

RECORDATORIO.

No es lo que se ve a simple vista, es de lo que están hechas las almas. 

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora