Capítulo 20: La decisión.

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Jackson.

No era de los que tomaba decisiones apresuradas, pensando mucho, por lo que estaba luchando por dejar a un lado mi orgullo, me arriesgaría, y así, saber hasta dónde podría llegar esto. Podría parecerme absurdo, todo lo que pensaba en ocasiones; por más que ocupara mi cabeza, yendo al gimnasio, las prácticas; seguir en ese trabajo nocturno, del que nadie sabía, más que Arthur; nada de eso me ayudaba. Cuando Eva Scott, llegaba a mis pensamientos, era para quedarse.

Entré a unas cuantas clases, esperando verla, así fuese de lejos; sin embargo, no fue el caso, no estaba por ningún lado, no parecía ser de las chicas que faltaran al instituto. Estando en la cafetería, visualicé cómo sus amigos, charlaban, y sin dudarlo, le pedí a Arthur que se acercara a ellos, y les sacase información, ellos sabrían, dónde podía estar.

—Lo sabía, lo sabía. — repetía, Arthur.

—Venga ya, ¿me ayudarás? —pregunté, sonriendo como no habría imaginado.

—No se diga más —respondió.

Me vacié, el primer vaso de agua, de un sorbo, luego otro. Al tiempo, Briggi, apareció por detrás, pasando sus manos por mi pecho.

— Yo puedo hacer mucho más que hidratarte. —susurró a mi oído, quité sus manos y me giré hacia ella.

—No vuelvas a hacerlo. —dije.

— ¿Qué pasa contigo? Has estado muy distante, no dejas que te toque, y ahora dices que no es el momento, hace meses me deseabas.

— Pasa, que estoy cansado, no me apetece.

—¿Hay alguien más? ¿Eso es Jackson?

—No tengo por qué darte explicaciones, no quiero decir cosas que te...

—¿Qué me lastimarán? ¿Eso es lo que quieres decir? Vete al carajo. — término de decir marchándose.

Tenía que arreglar la situación con Briggi, ya no podíamos vernos. No tendría razones para ponerse así. Desde el inicio, mucho antes de que Eva, llegara a nuestras vidas, tenía perfectamente claro, que no estaba interesado en ninguna relación, y aun así, no le importó; ella debía tomar otro rumbo, tener a alguien que le diera la atención que se merecía, y que, por el contrario, yo no podía hacerlo.

—Te veo ansioso, hombre.— inquirió, Arthur.

—¿Qué te han dicho?—pregunté de momento.

—Tu chica, está pasando un estupendo día. ¿Hace cuánto, no vemos los récords de John Ronald McCormack? —preguntó.

—No lo recuerdo. ¿A qué viene todo esto?—pregunté.

— A qué le está haciendo honores por nosotros—respondió.

—¿El museo?

—Que sí, hombre, te estabas tardando. ¿No pensarás ir hasta allá, verdad o sí? —preguntó.

—¿Tú qué crees? —dije, sonriendo. Mientras nos acercábamos al coche.

— Ese es mi amigo - soltó.

— Quédate con los demás, ya sabes, no quiero que piense que está planeado.

—Eso es, eso es, ve por esa chica.— repetía.

—Encárgate de Daniel - dije, brevemente.

— Daniel, la pasará mal, cuando no te vea en la piscina.

—Ya sabes que hacer. Dile que me he olvidado algo en casa—mencioné.

Me puse en marcha. Estaba teniendo sueños con una chica que ni siquiera me soportaba, podría ser un poco tonto, y ella no me correspondería del mismo modo; sin embargo, algo me decía, que tenía que hacerlo, que tenía que dejar el ego a un lado, si este no era el momento, ningún otro podría ser, le habría encontrado sentido, sabía que no era un simple perjuicio, era más que eso.

Por suerte, Grance, estaba en la puerta, y me había dejado entrar sin boletas. A Grance, lo conocí, hace unos cuantos años atrás, en las escapadillas con Arthur y Saúl.

Rahaj, se encargaba de traernos y esperarnos fuera, para luego llevarnos a casa; recorríamos todos los pasillos de aquel majestuoso lugar, fantaseando que éramos uno de los renombrados, y el que más anotase, se llevaría la copa, nunca entendí; por qué Grance fue tan afable y arriesgar su trabajo por dejar a unos pequeñajos soñar, pero lo hacía. Después de mucho tiempo, solo quería, volver a verlo e invitarle a tomar un café, y ahora, lo tenía al frente.

De momento. Encontré a mi distancia lo que había querido ver en horas y por lo que estaba en ese lugar. Eva, iba con un alguien más a su lado y parecía no pasarla bien, por lo que, no era el momento para acercarme.

Me encaminaba hacia otra dirección, no aparecería de la nada y saludarla, como si fuésemos amigos de toda la vida, sería inapropiado y muy evidente.

Los recuerdos seguían intactos, al contemplar el lugar, y mi pasión crecía aún más; tan solo ser uno de los afamados del hockey y estar en aquellos retratos. Sentí unos pasos de cerca, y un profundo suspiro después; era ella, sí que lo era. No podría decirle simplemente que les saque información a sus amigos para poder encontrarla, actuase de una forma corriente, no sabía por dónde empezar, tampoco la dejaría ir.

Después de intercambiar palabras y disculparme, de alguna forma me sentí muy bien; esperaría su respuesta con ansias; estaba tan errado de cómo expresarle, lo que sentía, que simplemente no era buena idea hacerlo ahora y tan pronto. Al abandonar el lugar, escuché la voz de mi padre. — Jackson.

—¿Qué haces aquí? ¿Cuándo has llegado? —pregunté, dándome la vuelta.

—Hace unas cuantas horas. He tenido que aterrizar, aquí en Toronto, ya sabes, estoy de paso, negocios. — expuso.

—Mamá, ¿lo sabe? —pregunté.

—Si ya hemos hablado en el camino.

—Bien. —dije

—Comenzaré un nuevo proyecto, puede que sea para largo. — Mencionó.

— Qué bien, entiendo —le hice saber.

—¿Tú qué haces tan lejos de casa?—preguntó.

— Tenía que resolver unas cosas. —respondí.

— ¿Y cómo ha ido? Espero que bien. —dijo.

—Mejor de lo que esperaba. —contesté.

— ¿Qué te parece, si vamos por algo? Como en los viejos tiempos, y así te cuento de qué va lo del proyecto. ¿Vienes en coche?

—Si lo he dejado cerca de aquí. —respondí.

Estaba a punto de abandonar el lugar, cuando, de repente, Eva, venía a mi dirección y no parecía estar nada bien.

—¿Te parece si lo dejamos para luego? —Le dejé saber a mi padre, sin quitarle la mirada a la chica que se aproximaba.

Al tiempo que la tomé de la mano y salimos de allí.

RECORDATORIO.

Sé, paciente, lo que es para ti será, aunque las trabas sean muchas. 

Simplemente EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora