Día 2: Vidas pasadas

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Advertencias: 
⚠️Reencarnación de personajes
⚠️Knhubis

El templo estaba finamente decorado, con hermosos patrones de oro en cada pared. El banquete que se había servido era enorme, perfecto para una boda real y la música junto a los bailarines daban un aire de magia a la futura unión.

Él no estaba mirando eso, a él en realidad no le importaba, lo que era una ofensa para la mujer que sería su esposa. ¿Pero qué podía hacer? Ella no fue su elección.

Con mucho dolor tenía que admitir que, de nuevo, nada de lo que pasaba era su elección. Todo ya estaba planeado por un titiritero mayor, uno contra el que no podía luchar, por lo que no le quedo más remedio que aceptar el futuro matrimonio.

Obviamente fingió – gracias a cualquier deidad esa habilidad había vuelto a él– ser feliz, porque, al fin y al cabo, Anput no tenía la culpa de que él fuera tan infeliz. No merecía ser rechazada desde el comienzo o ser tratada irrespetuosamente por el mero hecho de que, aunque para ella todo era un sueño perfecto, para él todo era un infierno.

Anput, con sus bellos ojos verdes, su piel pálida y sus cabellos caramelos, estaba en la dicha al unirse a él como pareja eterna o, al menos, eso le había mencionado. Su mirada había brillado con extrema alegría, sus mejillas enrojecidas de la vergüenza por confesar tal sentimiento.

Él sonrió ante tales palabras, besando su frente con una especie de cariño nacido de lo adorable que era la diosa. Era una pena que su acto, seguramente sería visto como uno de amor cuando en realidad no era más que un mero beso platónico.

Como siempre, nadie vio detrás de su mentira, ni siquiera sus propios padres. Neftis sonreía encantada con su nuera, Seth lo felicitaba a diestra y siniestra, feliz de que hubiera encontrado una pareja a fin. E incluso Horus – más calmado en lo que respecta a él, al menos desde que estaba casado con su padre – le dio una pequeña felicitación.

A todos les dio una sonrisa encantada, aunque por dentro quería gritar que no, que nada de lo que pasaba era algo que él deseara, que todo era mera obligación comandada por Ra, que estaba atado de pies y manos y que necesitaba ayuda...

Pero él nunca fue bueno pidiendo ayuda ¿no? Y, de todos modos, ¿de qué serviría? El matrimonio entre Anput y él sería perfecto.

Dos dioses mortuorios, de buena apariencia y linaje, unidos en matrimonio para dar más estabilidad al Duat – algo que no ocurría desde el encierro de Osiris – y mostrar una base firme para un próximo gobierno. A eso se le añadía la promesa de herederos que continuaran con el poder, dado lo raro que eran los dioses como ellos.

Dioses encargados de los ritos de los muertos, de las almas de los humanos.

Así que si, sería una unión ideal, sin embargo...

Sin embargo, su corazón pertenecía a otro y eso no podía cambiarlo por muchas noches que lo intentó. Se había enamorado de otra persona, se había entregado a otra persona, había construido una vida de sueños con otra persona, con otro dios, hasta que el mismo lo dejó.

Khnum ya estaba casado -algo que le partió el corazón en dos luego de todas las cosas que habían hecho y prometido – todo fue un error – y eso quebró su alma por completo – él no era más que un amante nuevo, uno que despertaba pasiones luego de siglos de no sentir nada y una casi muerte.

Él era solo el otro, Satis era la esposa oficial.

Decir que lloró sería decir poco.

Durante un largo tiempo se mantuvo encerrado en el Duat, descargando su pena y dolor con sus chacales a la par que cumplía con su deber para las almas.

╰┈⫸𝐃é𝐣à 𝐕𝐮⫷┈┈╯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora