Día 24: Época Anterior

45 3 1
                                    

Relacionado con "Vidas pasadas"

-Y con eso acabamos el recorrido. - Mencionó con una sonrisa, dando por finalizada la excursión con el grupo de alumnos que había ido al museo. - Ya pueden ir con el profesor Olympus. - guío a los jóvenes hacia la salida de la habitación, escuchando sus "hasta luego señor Hassan" en coro a la par que salían sin hacer mucho ruido.

Señor Hassan...

Soltó un suspiro mientras su mirada azulada se posaba en la réplica de una escultura de un dios, un dios que él podía reconocer donde fuera y no solo porque él había estudiado para ello, sino porque lo había conocido profundamente.

¿Cómo no conocerlo, si fue su amante hace tantos siglos atrás? En una época pasada, una ya casi olvidada por el mundo, a tal punto que ahora es solo un lejano recuerdo.

En aquel entonces él era conocido como Khnum, uno de los dioses del Nilo, quien custodiaba las aguas del inframundo e incluso la fertilidad era considerada uno de sus dominios.

Era visto como un dios calmado, que formaba parte de la tríada de Esna junto a su esposa Satis y la diosa Neit. Era adorado por muchos humanos y considerado un dios importante, aunque no a un grado muy alto o, al menos, no al grado de Ra o al grado de los cuatro hermanos que habían causado caos en la Ennead: Osiris, Isis, Neftis y Seth.

También, aunque esto último muchos no lo sabían, fue niñera varias veces del - por aquel entonces - pequeño Anubis (quien más tarde sería conocido como el dios mortuorio Anubis, el encargado de proteger y guiar a los difuntos, de purificar sus corazones y darles la bienvenida en el mundo de los muertos, el Duat) y, a su vez, fue el portador de una maldición que por poco acaba con su existencia si no fuera por la ayuda del dios anteriormente mencionado.

Ah...

Volvió su vista a la escultura y el nombre de Anubis saltó mil veces en su mente, de una forma que ya era normal en estos días.

Anubis, Anubis, Anubis.

Su pequeño amante divino, su hermoso dios de la muerte, su mayor amor y su mayor tragedia.

(Esto último no lo decía por arrepentirse de haber empezado un romance con el menor, por supuesto que no; aquellos habían sido los mejores meses de su vida. Si lo decía era porque él había acabado con aquel romance de la peor manera posible.)

No había sido su intención empezar una relación con el joven de cabellos azabaches, pero fue inevitable no sentir una atracción hacia el hombre en el cual se había convertido. Claro, él estaba casado, pero con Satis siempre habían sido libres como las aguas de un río, por lo que eso no fue un impedimento para él, en todo caso, fue un incentivo: la idea de una aventura prohibida era demasiado tentadora, por mucho que no lo fuera al 100%.

En ese momento no sabía en lo que se estaba metiendo, creyendo firmemente que solo sería una unión sexual y nada más. Sin embargo, poco a poco, fue cayendo en los encantos dulces del dios con máscara de chacal, al punto en que cada vez era más y más difícil querer salir de sus brazos para volver con su legítima mujer. Esa fue una clara señal de alarma, debió tomar medidas en el asunto, medidas que ahora se daba cuenta, fueron muy crueles.

Le había mentido a Anubis al decirle que nunca había desarrollado sentimientos. Lo había engañado al comentarle que para él todo fue un juego sin amor, sin cariño, sin nada.

¿Por qué lo hizo? Aun no puede encontrar una respuesta para ello, porque bien pudo terminar todo sin lastimarlo, pero en esos momentos estaba asustado de haber desarrollado esas nuevas emociones.

El pánico estaba en el fondo de su mente, y era tal que había logrado apagar esa vocecita en su cabeza que le decía que estaba cometiendo un terrible error.

Y vaya que fue un error.

Perdió a Anubis para siempre.

Para cuando comprendió que no podía borrar el amor que había en su corazón, su amante ya se estaba casando con otra. Él intentó que no lo hiciera, lo había apartado, le rogó, le confesó que todo fue un error pero su Anubis no había escuchado o, más bien, si lo había oído, simplemente ya no tenía ningún tipo de confianza en él.

Eso dolió como el infierno.

Ver a la parejita prosperar, tener una hija, formar una familia...

Fue lo más doloroso que tuvo que experimentar en su existencia y aunque él intentó rehacer su vida, fue imposible olvidarse de su ex compañero, de su verdadero amor.

De eso ya habían pasado milenios y seguía sin olvidarle, sin querer dejar ir el recuerdo de aquel ser que se esfumó de entre sus dedos como la arena, todo por su propia culpa, por supuesto.

-Disculpe...-una voz masculina lo sacó de sus recuerdos. Parpadeó un par de veces para borrar las lágrimas que amenazaban con formarse en sus ojos antes de darse la vuelta, viendo una imagen que hizo que todo el aire escapara de sus pulmones.

Anubis se había ido hace mucho tiempo, eligiendo renacer como tantos otros dioses.

Puede rememorar que en el instante que había oído la noticia había roto en llanto, sabiendo que no había forma de impedir que el joven hiciera los ritos necesarios para lograrlo; se había marchitado lentamente y varias veces había seguido a Seth al mundo mortal para tratar de encontrarlo, fallando miserablemente en cada intento.

Parecía una broma que ahora que se había rendido, frente a sus ojos, la figura de Anubis volvía a aparecer, pero diferente a lo que una vez fue.

Ya no había un halo de muerte a su alrededor ni sombras cubriendo su cuerpo. La máscara ya no existía y en vez de un rostro serio y frío, se encontraba una cálida sonrisa en esos hermosos labios rosados.

Pero incluso con esas diferencias, seguía siendo su dios, su amado, su tragedia.

-¿Si?- dijo como pudo una vez que encontró las palabras. Quería llorar, quería abrazarle, quería pedirle perdón...quería hacer tantas cosas, mas sabía que no podía, no sin quedar como un loco.

-¿Ya es el horario estándar para la exhibición del antiguo Egipto, verdad?- asintió lentamente, espabilando un poco. Cierto, el horario escolar había terminado y a partir de ahora podía venir cualquier persona a ver las piezas de arte que serían mostradas. -excelente...-el silencio reinó por un momento y luego ese Anubis habló. -Disculpa que pregunte esto, pero ¿nos conocemos? Te me haces familiar.

Una risa dolorosa escapó de su boca, sin embargo, tal vez esto era una oportunidad, una que no podía dejar ir incluso si Seth y Neftis volvían a atacarlo.

-De hecho, creo que nos hemos visto antes. -le dio la mejor de sus sonrisas, esperando que no se notara lo afectado que se encontraba. -¿Anubis, verdad?-los hermosos ojos negros se abrieron sorprendidos.

-Si, nombre raro ¿verdad? - una mano le fue ofrecida y obviamente la tomó, dando un ligero apretón.

Tan suave como recordaba.

-Ni tanto...- aseguró. -Me llamo Khnum. Luego de la exhibición ¿te gustaría ir por un café?

Su corazón saltó cuando Anubis asintió.

╰┈⫸𝐃é𝐣à 𝐕𝐮⫷┈┈╯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora