Día 17: Disculpa ¿nos conocemos?

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basado en un comic de ginshu_100010

Los siglos han pasado, civilizaciones se han levantado y, a la vez han caído. Guerras se han librado, la paz se ha firmado, los humanos han avanzado y retrocedido solo para volver a caminar hacia el futuro; miles han muerto y miles han nacido ¿pero ellos? ¿los dioses de Egipto? Ellos prevalecieron o, al menos, los principales lo han hecho.

Han perdido a Thot, a Bastet, a Maat, a Anubis (su dolor más grande, su agonía) y tantos otros más, pero por cada uno que se ha ido otro se ha quedado: Ra, Isis, Neftis, Sekhmet, Hathor, su esposo, él...junto a otro pequeño grupo, son los últimos dioses de su panteón.

La mayoría de días no sabe cómo sentirse al respecto.

Es curioso ser de los pocos dioses que quedan, el haber visto como mucho se desvanecieron al perder creyentes, al volverse más conceptos que seres divinos para los mortales o al simplemente elegir empezar una vida como humanos (Anubis, su pequeño Anubis. Tenían tanto para arreglar, tanto para corregir y su hijo simplemente eligió irse, abandonarle...es doloroso, demasiado doloroso y es una suerte que tenga a Horus para no caer en una eterna agonía) aun cuando muchos no comprenden ese último accionar.

Él ha visto de cerca a los humanos - más que ningún otro dios - ha convivido con ellos, ha visto sus lados más amables y sus lados más oscuros, lo viles que pueden llegar a ser, los ciegos y crueles que pueden volverse fácilmente. ¿Por qué, deidades superiores como lo son ellos, querrían ser tan débiles seres? No tiene ningún sentido.

No es que él odie a todos los mortales porque no tendría sentido hacer eso. Por cada ser detestable, hay uno amable y bondadoso, por cada corrupto hay un inocente...no, no odia a todos los humanos del mundo mas eso no quita que no comprende porque sus compañeros decidirían volverse simples humanos, abandonando sus títulos, sus poderes, sus estatus.

-Ya te digo que el concierto va a estar excelente. - si fuera un perro, estaría levantando la oreja para oír más de la conversación.

Bien, lo que puede admitir, es que ahora comprende porque muchos dioses bajan a la tierra, dejando algunas obligaciones atrás. Él mismo se marchó hace casi diez años - no por divorcio ni nada por el estilo, no, ama a Horus, lo ama con todo lo que tiene. Simplemente necesitaba un respiro, cosas nuevas, nuevos mundos. - lleno de curiosidad por ver como el mundo había avanzado.

¡Y lo había maravillado! Las máquinas, los avances futuristas, las nuevas medicinas, las nuevas leyes... ¡Todo era sorprendente, único! Y justificaba el porque a veces podía ver dioses de otros panteones viajar hacia las ciudades humanas.

No lo suficiente como para dejar a su familia y poderes atrás, pero si para entender el atractivo de hacerlo.

Aunque ahora, debía admitir, ya no se estaba quedando en la tierra solo por las maravillas que esta otorgaba, sino también porque por fin había encontrado a la reencarnación de su hijo, su amado pequeño que ya no era tan pequeño.

Anubis se veía sano, feliz y relajado, algo que siempre quiso para su niño. Seguía siendo igual de pálido que antes - lo que, supuso, era un rasgo familiar - pero ya no era de un tono enfermizo. Sonreía más, reía más, hablaba más...

Nada, era un adolescente feliz que seguramente tenía una familia igual de feliz, lo que le ocasionaba un dolor en el corazón.

Su hijo ahora era hijo de otras personas, su hijo...ni siquiera sabía porque aun se quedaba a espiarlo cada martes por la mañana - Día en que iba a la cafetería que frecuentaba con Bastet - simplemente algo tiraba de él para hacerlo.

Sin embargo, era consciente de que lo que estaba haciendo en algún momento debía terminar porque el trato que había hecho con el pichón estaba venciendo y pronto debía volver con él. Si bien antes no se quejaba - y en realidad anhelaba volver - ahora que tenía la pequeñísima oportunidad de volver a tener a Anubis más de cerca...

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