Día 3: Repetición.

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Holitas! Muchas gracias por los votos y comentarios, son un amor <3 Siendo honesta, vi repetición y a mi mente vino bucle de tiempo uwu
Advertencia: Muerte momentanea de personaje

La lucha finalmente había acabado.

Finalmente, su torturador, el ser que le había arrebatado todo, se encontraba sellado para siempre en el Duat.

Sonrió de emoción ante eso. Por fin, por fin Osiris ya no sería un peligro para él ni para nadie, al fin podría respirar con tranquilidad, finalmente...finalmente ya no se sentiría una presa a punto de ser atrapada. Ahora era libre, libre para hacer lo que quisiera, sin miedo de ser encarcelado o juzgado otra vez.

Ya todos sabían lo que había sucedido, lo poco inocente que fue Osiris en todo el asunto, por lo que ya no había riesgos de ser condenado por traición. Osiris ya no tendría apoyo para volver, por lo que jamás volvería a tocarlo, ni a usarlo, ni hacerlo sentir vejado, una cascara de sí mismo.

Con un suspiro de alivio, miró sus manos, sintiendo todo el poder de un dios volviendo a él. Había expiado sus pecados, sanado a aquellas almas que probaron lo peor de su locura y dolor. Ya eran libres.

Él era libre.

Una sonrisa emocionada se formó en sus labios. Todo acabó, y esta vez tuvo un diferente final a la vez anterior, por lo tanto...

Se congeló cuando escuchó el ruido de alguien al caer.

No...no podía ser... ¡Hizo todo diferente! ¡Las técnicas que usó, los movimientos que usó, el sellado final! ¡Comparado a la vez anterior, todo fue distinto! ¡¿Entonces...?!

—¿Tío? — ignoró la voz de Horus solo para darse la vuelta, viendo su peor pesadilla volviéndose realidad, de nuevo.

Anubis –su precioso hijo– el hijo que apenas hace poco había recuperado, se encontraba en el suelo de rodillas. Se notaba que su respiración era dificultosa y cada tanto parecía a punto de vomitar. La sangre se le heló cuando finalmente su niño se quitó esa horrible máscara de chacal, revelando una piel extremadamente pálida para ser normal y sudorosa, como de quien sufre una fiebre intensa.

Corrió hacia él de inmediato, poniéndose a su altura lo mejor que pudo – aunque incluso en esa posición, Anubis le sacaba media cabeza – colocando sus manos en el perfecto rostro de su pequeño – porque si, aun era su pequeño. No importaba que ahora fuera un dios, era su pequeño, su bebé. – notando lo hirviendo que estaba.

—Anubis...—susurró sintiendo un nudo en la garganta. Él sabía lo que iba a pasar y le rompía el corazón volver a repetir el mismo suceso. —Mi Anubis...—sollozó a la par que su niño le daba una sonrisa calmada, sincera.

—Estoy atado a él...de cierta forma. — Lo sabía, perfectamente. Fue Osiris quien hizo ascender a Anubis, fue él quien jugó con su mente y cabeza, quien le dio ese cuerpo y quien lo usó como a un perro viejo. —Si él no está...yo tampoco. —Lo único que quería era traer de nuevo al bastardo para matarlo por completo. ¡Al diablo el equilibrio y toda esa mierda! —Lo siento...papá.

—No lo sientas, no estas haciendo nada malo, no hiciste nada malo. — dioses, su hijo era tan fuerte. Ni siquiera lloraba a pesar de que claramente estaba asustado. El brillo de sus ojos lo delataba. — papá va a arreglar esto, papá lo promete, solo resiste.

Una mano pesada se ubicó en su mejilla, obligándolo a verlo sin poder apartarse.

Anubis sonreía tan brillantemente, como si no estuviera a punto de morir.

—Agradezco recordarte...—Se tensó ante lo que claramente era una despedida. El aire escapó de sus pulmones al ver como de a poco el cuerpo de su pequeño se iba difuminando, volviéndose una arena de un tono negro. — y agradezco que seas mi padre...agradezco tanto volver a verte...y verte bien con alguien. — movió sus manos en un intento de contener el cuerpo ajeno, pero era imposible, seguía escapándose de las manos. —Te amo papá — las lágrimas se deslizaron por esas mejillas pálidas.

Finalmente, Anubis se deshizo en polvo, solo dejando detrás esa horrible máscara.

Tomó la misma en brazos, con sus dedos repasando los contornos. Era tan oscura como la noche con bordes dorados dignos de un dios. También era una réplica de su propia máscara, un plan astuto de ese hijo de puta.

Esta máscara era todo lo que le quedaba de su hijo, lo único; empezó a jadear por aire mientras abrazaba el objeto contra su pecho, soltando gritos de dolor, parecidos a los de alguien siendo apuñalado.

Gritó y lloró, llamando el nombre de su pequeño, mas nadie vino a socorrerlo y él sabía perfectamente la razón.

No tuvo que mirar hacia atrás para ver a todos congelados como si el tiempo se hubiera detenido. Lo hizo, literalmente.

—Pequeño, es momento de que te rindas. — giró la cabeza solo para ver a aquella deidad extranjera con la que había hecho un pacto hace un tiempo atrás. No era como el otro extranjero que había conocido una vez, este ser era mucho más fuerte, con un aura más imponente y un poder incomparable. —No importa cuanto lo intentes, el final para ese chico es el mismo. ¿No deberías disfrutar de tu propio final que promete ser mejor?

—¿Qué padre renuncia a sus hijos? —preguntó en contra, volviendo su atención al polvo negro en el suelo y a la máscara que abrazaba fuertemente contra su pecho. — Repetición. —Pidió por quién sabe cuanta vez.

¿Cuántas veces había pedido repetir el escenario desde que Anubis se desvaneció por primera vez? No lo recordaba, pero no le importaba. Lo haría tantas veces como fuera necesario, él tenía que salvar a su hijo.

—Niño, esto ha ido demasiado lejos. Acepta los designios de los más antiguos. Ese pequeño no va a sobrevivir. —apretó su puño con fuerza, levantándose con furia para ver a aquel dios del cual no podía recordar su nombre o procedencia.

—¡Ese no puede ser el final de Anubis! ¡Me niego en rotundidad a creer que ese es su destino! ¡No después de todo lo que sufrió para llegar hasta aquí! ¡Mi hijo no merece eso! —Anubis no merecía morir después de toda la tortura que fue infringida en su cuerpo. Simplemente no era justo ¡no lo era!

—La vida y el destino no suele darnos lo que merecemos, pequeño dios de las arenas y la guerra. — la furia corrió por sus venas. Respiró hondo, viendo directo a aquella mirada del color del oro.

—Repetición. No lo volveré a decir. — el ser solo suspiró antes de chasquear los dedos.

De repente todo volvía a comenzar.

Osiris frente suyo, Horus y Anubis a su lado y la clara explosión de una batalla que los tenía a ellos como ganadores.

Sonrió, invocando sus armas.

Esta vez haría todo diferente.

Esta vez, Anubis viviría.

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