Prólogo

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Prólogo

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Prólogo

Quinn


Algo va mal.

El tirón en mi pantorrilla derecha no es "nada" como pensaba. El dolor ahora irradia por toda mi pierna y he estado a punto de perder el equilibrio y caer más veces de las que puedo contar.

Pero no puedo detenerme, esta victoria es importante. Si consigo el puntaje más alto por fin podré ganar el Campeonato Mundial. Y me lo merezco, he trabajado duro para conseguir ser la mejor. Mi pierna no puede doler ahora, no tengo permitido perder.

Consigo un giro con el que todos me ovacionan y el dolor aumenta.

Sigo adelante, no me detengo. Hago un par de piruetas, juego un poco con el público y me preparo para la joya de la corona, un salto que no puedo hacer menos que excelente. Tomo velocidad y, segura de que lo voy a lograr, lo hago.

Me quedo sobre mi pierna derecha, giro hacia el frente, me impulso y giro tres veces en el aire antes de caer.

Y todo se va al traste.

Mi pierna cede, el público hace un sonido sorprendido (y no en el buen término) y caigo de bruces en el suelo mientras lloro de dolor. Esto es grave, puedo sentirlo, y solo puedo orar para que no tenga que despedirme de mi pasión.

El patinaje es todo para mí, si lo pierdo, no me quedará nada.

Mi entrenador me habla. No lo estoy escuchando, la sangre corre a través de mis oídos sin dejarme distinguir lo que dice.

—Quinn —oigo mi nombre muy lejano—. Quinn, ¿puedes levantarte?

Miro a mi entrenador y niego. No puedo hablar, si lo hago, romperé en llanto.

Él se gira y hace señas a alguien, unos minutos después, los paramédicos me rodean y me suben a un camilla luego de hacer algunas preguntas que no puedo responder sin echarme a llorar.

Mientras me sacan de la pista de hielo me atrevo a mirar a la gente; todos me devuelven la mirada con cara de pena, como si este fuera mi fin. Aparto mis ojos del público para centrarme en algo más doloroso; allí está la tabla de puntajes. No se ha movido, Sasha Novikov sigue estando en lo alto. Ella es mi más fuerte contrincante y estoy segura de que lo estaba haciendo mejor. Iba a ganar el campeonato, estoy segura.

Ahora todo se ha ido al traste. Sasha ganará y yo tendré que, con suerte, ausentarme del patinaje por unos meses.

La vida y sus azares apestan.


❆❆❆


Cuatro semanas después.

—Míralo, es tan lindo.

Miro a mi hermana con fastidio. No sé a quién demonios está mirando como una acosadora ahora, pero apuesto a que es un pobre tipo famoso que no tiene idea de que ella existe.

—¿Quién?

—Austin MacQuoid —responde en un suspiro soñador.

Voy a golpearla.

No tengo idea de quién habla, estoy más centrada en mis nervios por ver a mi doctor en los próximos minutos. No sé qué tenía mamá en la cabeza al dejarla venir, sé que ha estado preocupada por mí e intenta distraerme, pero sus intentos me ponen de mal humor.

Bueno, no hace falta mucho para ponerme de mal humor últimamente, consecuencias de lesionarse, supongo.

—¿Quién es él? —pregunto, más por cortesía que por verdadero interés.

Sus ojos brillan cuando me mira, como si le estuviera pidiendo que hable del amor de su vida.

—Es piloto de la Fórmula 1, el mejor, y es el hombre más hermoso que ha pisado la faz de la tierra.

Empieza a teclear en la pantalla de su móvil, seguro quiere mostrarme una foto de su nueva obsesión, pero la puerta del consultorio se abre y la enfermera dice mi nombre.

—Te lo muestro luego, creo que vas a amarlo tanto como yo cuando lo veas.

No la contradigo, solo esbozo una sonrisa de burla en su dirección.

—Ya veremos.

Mi madre aparece en el momento en que me coloco de pie y camino hacia la puerta del consultorio. No sé dónde estaba metida, pero creo que ha desarrollado oídos supersónicos que le permiten oír a una distancia bastante alejada.

—Tranquila, todo va a estar bien —susurra mientras entramos al consultorio—. Ya verás que tu reposo y terapias han cobrado frutos y podrás pisar la pista en pocos días.

No respondo, el nudo en mi garganta no me lo permite. Me siento frente al escritorio de mi doctor con mi mamá tomando el lugar a mi lado. El hombre nos da una sonrisa y junta las manos frente a sí.

—Te he estado evaluando en los últimos días y me temo que los resultados no son los esperados —empieza y solo así mi mundo cae a mis pies—. La inflamación del tendón no ha bajado y, de seguir así, tendremos que operarte.

Mi madre suelta el aire, haciendo un sonido de derrota en el proceso.

—¿Cuál es el siguiente paso a seguir entonces, doctor? —pregunta ella, dando voz a mis pensamientos.

—Tendremos que evaluarte por un par de semanas más —contesta, dirigiéndose a mí directamente—. Si al final de estas semanas no obtenemos resultados favorables, programaré la operación.

Tomo aire, cuadrando los hombros. Soy una adulta, no puedo permitir que mi madre sea la que hable cuando la afectada soy yo.

—En caso de que tenga que recurrir a la operación, ¿cuánto tiempo de recuperación necesitaría para volver al patinaje?

Adopta una cara de pena y deduzco que la respuesta no va a gustarme.

—Seis meses en el mejor de los casos, años si las cosas no van como se espera.

Y si antes ya no estaba hundida en un pozo de pura miseria, ahora ya lo estoy.

Esto no me puede estar pasando a mí, tiene que ser una broma. De todas las personas en el planeta a las que le pudo haber pasado esto, ¿me tuvo que tocar a mí? No me parece justo. Pero así es la vida, ¿cierto?

Aunque no me voy a dar por vencida. Seré la mejor patinadora de la historia cuésteme lo que me cueste.





***

¡Holis!

Cómo extrañaba escribir algo así, relajado y lindo. 

¿Qué les parece la historia? Espero que les guste tanto como a mí. 

Un beso, 

Coli.

Velocidad sobre hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora