Capítulo 27
Austin
Incluso sabiendo que estoy a punto de contarle a Quinn, de todas las personas, sé que estoy haciendo lo correcto. Ella me ha ayudado más de lo que yo le he ayudado a ella, siendo parcial, y se merece saber en qué se está metiendo. Más ahora que Agatha le ha puesto el ojo encima y no la va a dejar en paz.
Además, sé que ella se preocupa por mí, que su ansia de saber lo que pasa es para ayudarme y no por el simple hecho de saber de qué van mis ataques ansiosos. Veo en sus ojos la preocupación, algo que no puede ocultar ni aunque así lo quiera, y eso me hace sentir querido.
Tengo alguien a quien le importo más que a mi carrera, y eso ya es decir mucho.
Pero eso no quiere decir que no me dé miedo. Esta historia es tan turbia que ella puede salir corriendo en dirección contraria en cuanto lo sepa. Sin embargo, incluso con esa posibilidad flotando sobre nosotros, quiero contarle.
Ella ha prometido quedarse, ¿cierto? Y no tiene pinta de ser de las que no cumplen con su palabra.
Me aclaro la garganta para aliviar el cosquilleo en ese punto y miro al frente. No quiero ver su cara cuando se lo diga, si le doy asco después de saberlo es mejor no verlo en primera plana.
—Mi padre estaba feliz, ella era buena con él, y también lo fue conmigo durante unos años. —Me detengo a tomar aire—. Hasta que fue demasiado buena.
Quinn se mueve a mi lado, pero aunque lo desee, no la miro.
—¿Qué quieres decir? —pregunta bajito, y no me pasa desapercibido el miedo en su tono.
Trago, pasando saliva por mi garganta para evitar que siga secándose, pero no hace mucho para aliviarlo.
—Cuando cumplí quince años, empezó todo el infierno —continúo hablando—. Ella era más atenta conmigo, me tocaba más, usaba ropa corta y transparente cuando estábamos solos en casa y trataba de pasar más tiempo conmigo. Al principio no noté que fuera algo malo, pero luego se hizo evidente lo que estaba tratando de hacer. —Suelto el aire lentamente y vuelvo a tomarlo—. Una tarde, cuando llegué a casa del instituto, ella estaba allí, con una bata de seda amarrada a la cintura. Yo no quería ver de esa forma a mi madrastra, se supone que ella era la mujer de mi padre y no entendía por qué estaba haciendo esto. Pero yo era un adolescente y sabes cómo podemos ser los chicos a esa edad. —Quinn pone una mano sobre la mía y le da un apretón. Estaba temblando y no lo había notado—. Empezó a tocarme y me besó, y yo la dejé hacerlo porque me gustó. Es una mujer bonita, no pude resistirme. Las cosas fueron a más y acabé en la cama con ella. —Algo amargo se asienta en la boca de mi estómago—. La misma cama que, a día de hoy, comparte con mi padre.
Quinn me abraza y yo no pierdo tiempo en devolverle el gesto. Que esté haciendo esto es porque no va a correr, ¿cierto? Es una buena señal.
—Qué horrible mujer —susurra, temblorosa, y cuando se aleja me doy cuenta que está llorando.
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Velocidad sobre hielo.
RomanceLa carrera de Quinn parece haber caído en desgracia. Desde que tuvo un accidente y pospuso el patinaje artístico el mundo la ha dejado en el olvido. Cuando vuelve tres años después, nadie quiere trabajar con ella. Una noche, cansada de todo, va a pa...