Capítulo 24
Quinn
Me despierto por el sonido de un golpe y una maldición, pero la cama se siente tan cómoda y las sábanas son tan suaves que no puedo abrir los ojos. Sin embargo, cuando algo cae al suelo y me sobresalta, no me queda de otra que despertar.
Austin está caminando de un lado para el otro en medio de la oscuridad. No ha amanecido y lo único que alumbra un poco el lugar es la luz proveniente de la sala de la habitación. Quiero matarlo por hacerme despertar tan temprano, pero sé que hoy es un día importante y es mejor no hacer reclamos.
O matar a nadie.
Me giro en la cama y me pongo las sábanas sobre la cabeza. No voy a darle los buenos días ni a desearle buena suerte por haberme obligado a dormir con él anoche, que sepa que estamos enojados.
Estoy cayendo en un sueño profundo una vez más cuando hay otro golpe seguido de una maldición, nuevamente. Me siento en la cama, poniendo cara de pocos amigos. No voy a darle los buenos días, pero sí voy a reñir por despertarme tan temprano.
—Austin, ¿puedes callarte?
Se gira hacia mí desde el sitio en el que está parado, masajeando su codo.
—Perdón, no quería despertarte.
—Tu objetivo hubiera sido alcanzado si no fueras tan torpe —siseo, el enojo de anoche reavivándose—. Haz lo que tengas que hacer y te largas, quiero dormir.
No puedo ver su cara bien, las sombras lo cubren, pero puedo apostar a que está rodando los ojos.
—Supéralo, Reina del hielo, ambos hemos dormido bien y no ocurrió nada fuera de lo normal.
Es inútil pelear con él y no tengo la fuerza para hacerlo ahora.
—Vete, déjame dormir —gruño, volviendo a lanzarme en la cama, dándole la espalda.
Pasan un par de minutos con él todavía moviéndose de aquí para allá hasta que por fin la puerta de la suite se cierra. Suelto un suspiro y me giro, mirando al techo. Tiene razón, ambos dormimos bien, pero no quiero que esto se vuelva una nueva costumbre.
Voy a pedirle a René que, la próxima vez, nos consiga habitaciones separadas o una suite con dos habitaciones. Cuestan mucho, pero estoy segura de que Austin puede permitírselo. Duermo un poco más antes de tener que levantarme para ir a desayunar con Jeanine, Jonah y Austin.
Ahora que lo pienso, no sé a dónde se fue Austin tan temprano si se supone que no tiene que estar en el circuito antes de las once.
La luz del sol se filtra por las ventanas y tengo que entrecerrar los ojos mientras me dirijo hacia el cuarto de baño. Me doy una ducha rápida y me lavo los dientes para luego maquillarme.
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Velocidad sobre hielo.
RomanceLa carrera de Quinn parece haber caído en desgracia. Desde que tuvo un accidente y pospuso el patinaje artístico el mundo la ha dejado en el olvido. Cuando vuelve tres años después, nadie quiere trabajar con ella. Una noche, cansada de todo, va a pa...