𝖀𝖓 𝕮𝖔𝖒𝖎𝖊𝖓𝖟𝖔

3.7K 211 3
                                    

La amena tarde que cruzaba por Topkapı se juntaba con la escurridiza brisa que tenía la osadía de palmotear cada fina tela dentro del gran palacio.

A pesar de todo ello y toda la calma que guardaba tal palacio, un grito despavorido surge de un aposento, pero no de cualquiera, uno en especial.

Las criadas de la sultana Mahidevran corrían por los pasillos del palacio llevando consigo el murmuro de la gran noticia que para las sultanas sería un chisme. La sultana esposa del gran Suleiman Khan entraba a labor de parto, su segundo bebé luchaba por llegar a esta vida.

Las grandes noticias ya eran sonrisas en las gran sultana madre y su hija, la sultana Hatice quienes esperaban impacientes por nueva información.

Por un momento todos dentro de los aposentos comenzaban a desesperarse, el parto se había complicado poniendo en riesgo la vida de su madre, los minutos eran valiosos, todo se volvía más difícil. La posibilidad de que la Sultana Mahidevran pierda la vida dejaba de ser ello a convertirse en realidad.

Los pasos rápidos de ese fiel hombre se apresuraban a los aposentos de su gran hermano no sanguíneo, el ligero sudor recorría su cien, la transpiración dentro del traje, el latido de su corazón bajo su piel, solo deseaba dar las últimas noticias.

Los agá abren la puerta del gran aposentos del magnífico hombre quien desconocía el motivo de las sonrisas en su ya palacio.

La mirada azulina del hombre sube de la nueva joyería que preparaba en sus tiempos libres al hombre que terminaba sus pasos y ahora se inclinaba hacia su majestad.

— Ibrahim.. — deja ver sus sorpresa pues minutos antes el hombre se había despedido de él — ¿Te olvidaste de algo?

— Su majestad.. tengo nuevas noticias.

— Habla ya hombre. Generas intriga en mi.

— La sultana Mahidevran, ella acaba de dar a luz.

— Por alá — expresa alzando sus brazos a los aires con una sonrisa.

— Alá bendiga a su familia sultan, y a su nueva sultana. — inclina su cabeza con una sonrisa a la felicidad del hombre.

— Que repartan oro, Ibrahim, el palacio está de fiesta.

Su pasos se ponen de pie para ir en busca de su nueva sultana, la nueva luz de sus ojos, la muñequilla quien le quitaría el sueño.

Entre aquellos pasos acelerados en la mente del ojiazul estaba siendo procesado que nombre sería perfecto para su sultana para su pequeña niña.

Todos se inclinan ante su presencia, y cuando el magnífico Sultán está frente a la puerta, como si de una estrella fugaz se tratase, el nombre de su hermosa hija había llegado a él, su sonrisa se extiende y él mismo es quien abre las puertas del lugar donde se encontraba su esposa e hija quienes era lo único que le importaba.

No tarda mucho cuando sus brazos aseguran a su linda hija, a la luz de sus ojos quien seguramente le traerá problemas, pero eso le importaría poco cuando vea sus bellos ojos.

Por el palacio y todo el pueblo se rumoreaba el parto difícil de la sultana por traer al mundo a la nueva hija de su Sultán, aquello no era ajeno a nuevos sobrenombres en susurros.

Sabían que amarran a sus gobernantes y más a los hijos de su Sultán, así que su particular apodo ya se conocía cada vez más y más a tan solo minutos de nacer.

Su pueblo ya la llamaba La sultana de la vida y de la muerte.

— Tu nombre será Raziye.. — afirma ante ella y todos — Raziye, la sultana del día y de la noche, porque tu serás el brillo en el camino de todos aquel que recen por ti, las estrellas brillarán por tu belleza — los labios del hombre se acercan al pequeño oído de la luz de sus ojos para susurrar — Raziye, Raziye, Raziye...

El brillo era nuevo en esos ojos, podría decirse hasta acusarle que no habían visto ese brillos en los ojos de su majestad ni siquiera cuando nació su primogénito.

Aquella hermosa bebe trajo mucha alegría al palacio y a sus padres, pero esto sería arrebatado con la llegada de una concubina rusa quien se ganó el corazón de su majestad a pesar de cada tempestad logrando que aquella hermosa sultana Mahidevran se resignara y solo velará por sus hijos aún que muy en el fondo aun anhelaba ser llamada por el hombre que algún día la amo.

La ahora Hurren sabía que no sería fácil continuar con todas las personas en su contra sin embargo cada día se levantaba con esperanzas de un día ser aceptada por todos.

Los meses transcurrían y su embarazo ya había culminado el nuevo príncipe del palacio había llegado a sus vidas, el valeroso príncipe Mehmet, el primogénito de la pelirroja.

Este no sería su primer hijo, pues luego llegaría su segundo hijo, una hermosa sultana, nombrada la sultana del sol y la luna, quien traería muchos revueltos en el palacio.

Unos pasitos traviesos corrían por los pasillos entre carcajadas y sonrisas, dos pequeñas bellezas quienes llamaban la atención al pasar.

Las puertas de los aposentos se abren a su llegada, ambas se sorprenden creían que aquellos aposentos estarían vacíos.

— ¡Hurren! — la pequeña pelinegra corre hacia la rusa quien no duda en recibirla con el mismo amor que a su hija a pesar de no ser suya.

— Raziye. — la abraza para ver a su pequeña — Mi Mihrimah.. — le extiende su brazo libre a su hija quien no duda en acercarse también.

— Te extrañe mucho.

— Yo también la extrañe sultana, ¿Por que no a podido venir antes?

— Mi madre no me lo permitía — su mirada se baja, la pequeña niña de siete años se entristece porque no tenía idea de cómo podían odiarse las dos mujeres que admiraba.

— No este triste sultana. — toca su mejilla — Yo estaré aquí siempre, sus hermanos y yo siempre la esperaremos.

— Siempre te vamos a esperar hermanita. — la dulce castaña abraza a su mayor haciéndola sonreír.

Las puertas del aposentos son abiertas luego de tocarse llamando la atención de las sultanas al mismo tiempo que interrumpen ese hermosos momento en familia.

— Sultana Raziye.

Gulsa quien había guardado el secreto de su pequeña sultana cada vez que vea a la serpiente rusa se encontraba algo apenada, esta vez su Sultana se había enfadado al dejar que su hija jugará con la hija de aquella mujer.

— Su madre quiere verla ahora. — en un suspiro la pequeña sultana voltea a las mujeres que tambien consideraba familia.

— Adios Hurren.

— No este triste mi sultana, volveremos a vernos. — con una mueca voltea a su hermana menor.

— Adios Mihrimah.

Un abrazo es la última tierna escena en esos aposentos para luego correr hacia su madre.

Gulsa al igual que la Sultana Mahidevran no soportaban a Hurren sin embargo, la sirvienta sabía que su hija no tenía la culpa y que el amor que había surgido entre la pelirroja y la hija de su sultana era puro, no podía quitarle eso a la niña que también adoraba.

Las puertas se abren para formar una reverencia ante su madre quien estaba irritada por siempre tener que repetir sus palabras.

— Raziye..

— Madre, disculpe no a sido mi intención hacerla enfadar.

— Sabes perfectamente lo que me enfada.

— Mihrimah es mi hermana.

— Y yo soy tu madre y te prohíbo que los sigas viendo.

— Si madre.

Se reverencia ante ella para sentarse a su lado y aprender a bordar como solían a ser anteriormente.

𝑼𝒏 𝑷𝒂𝒔𝒐 𝒂𝒍 𝑨𝒎𝒐𝒓 | 𝑴𝒂𝒍𝒌𝒐𝒄𝒐𝒈𝒍𝒖 𝑩𝒂𝒍𝒊 𝑩𝒆𝒚 | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora