𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟺 - 𝚟𝚊𝚐𝚊𝚛 𝚙𝚘𝚛 𝚊𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚊𝚜

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Pelusa escapó finalmente del laboratorio, con la mochila y los sobres con bastantes documentos, además de unas imágenes mentales que nunca olvidaría

Se dio cuenta otra vez de la tremenda crueldad con la que opera el ser humano, y de su interés solo en sus propios problemas 

Y por eso... Perdida en la noche y en los sonidos de sirenas, debajo de aquel auto entre todo el ruido y con escalofríos recorriendo su cuerpo junto a la adrenalina, esperó...

Su corazón latía rápido

Su mente daba vueltas

Y más el haber visto su vida frente a sus ojos, en aquel dardo que dio justo en la pared a escasos centímetros de su cabeza

A penas los autos policiales y los guardias pasaron y se fueron a otros sectores de la ciudad, Pelusa se escabulló entre los arbustos, caminó entre casas y saltó los tejados, con la pesada mochila, pero tan valiosa que no podía dejarla atrás.

Llegó a la zona de campo, una granja solitaria la acogió para pasar la noche, en uno de los establos se escondió y apoyó su mochila, hasta que salió el sol del día siguiente.

𝙳í𝚊 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚌𝚒𝚍𝚎𝚗𝚝𝚎 

(???/???/???).

Al día siguiente en todos los noticieros y por todos los medios posibles estaban buscando a la felina, ofrecían una muy tentadora recompensa a cambio de su captura

Mientras, ella vagaba entre arbustos y callejones, a las sombras de la ciudad y fuera de la vista de la gente, los humanos, a los cuales les había tomado el más profundo de los odios.

El sol brillaba radiante aquel día y a ratos descansaba en ciertos lugares, ya que la mochila le era pesada a pesar de que no llevaba mucho y era mediana.

En un alejado y sucio callejón al lado de una avenida, estrecho, pudo oír los escalofriantes y amenazadores ladridos graves de jaurías de perros que se peleaban entre sí, mientras que el miedo rozaba su romo y agudizaba su oído más y más...

Haciendo más aterradores los ladridos, y su pelaje se erizó.

El suave y mortal silbido de la muerte, tan pacíficamente violento en la permanencia del miedo hizo que su corazón acelerara, cuando uno de los perros, grande y de pelaje negro, tan imponente como amenazante, volteó su vista al callejón...

Su hocico y dientes filosos acompañados de gruñidos y pasos lentos a la felina, la hacían ver su vida ante sus ojos, y escuchaba que atrás del canino los otros se mordían y atacaban agresivamente 

En el escenario de terror su mente en pánico recreó una y otra vez el silbido de la muerte y el filo de la guadaña ser acariciado con frialdad, esperando el momento en que el perro saltara.

Una cuenta regresiva...

Un paso más...

Y Pelusa acorralada y sin salida alguna que no costara su vida, cerró los ojos.

Sorpresivamente, otro perro se lanzó sobre el can que puso sus ojos en la felina, y entre lucha y lucha, más la adrenalina de la gata, esta tomó la mochila y salió corriendo tan lejos como pudo.

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—Casi muero ahí...— dijo en voz baja la felina, recién recuperando el aire 

Ya estaba segura de nuevo, o al menos un poco más que frente a la jauría de perros, y comenzó a caminar de nuevo, ya que el más mínimo minuto de descanso podía costarle o su captura....

O su vida.

Buscaba como escapar de la zona, o quizá de la ciudad, e irse a un lugar mucho más seguro para ella, mientras que en su alma el peso de la traición y el daño causado era más grande

Con una mezcla de decepción, rabia y otros sentimientos que se encontraban en una guerra interna dentro de sí, siguió vagando por la avenida

—(Como los humanos pueden ser tan... Tan inhumanos)— pensaba mientras veía de lejos a la sociedad —(Son tan violentos y egoístas... Acaso conocen lo que es ponerse en el lugar de su igual?)

Pero que digo yo... Si yo tampoco conozco la empatía... — habló en voz baja, y siguió su camino

La ciudad, durante el día las tiendas abiertas y el ruido de los autos, de noche las lujuriosas luces y jóvenes, animales y estrellas, que mientras se hace cada vez más tarde más silencioso se vuelve el ambiente, dando al aire contaminado una calma temporal.

Pelusa caminó y vagó por calles y avenidas hasta aquella noche, llegó a una casa en un terreno vacío y abandonado, y sin tener muchas otras opciones entró.

Mientras la luna estaba alzada en el cielo negro, el frío la acompañaba, grillos y un silencio tranquilo eran lo que complementaba a la hermosa esfera plateada brillante de la capa de nubes, estrellas y oscuridad.

𝙱𝚊𝚓𝚘 𝚕𝚊𝚜 𝚝𝚛𝚊𝚐𝚎𝚍𝚒𝚊𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora