Capítulo 8. ¿Está en ella?

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Mahan observaba a su hija mientras jugaba, ya habían pasado dos meses desde su nacimiento.

«Después de incinerar a Adira, se dirigió a una reunión con sus hombres, donde debía decidir su siguiente paso, sin embargo en medio de aquella reunión donde los Txori se encontraban furiosos e inestables por la batalla perdida ante Lanati, una Txori interrumpió.

—Lo lamento —se disculpó—, es Sadina, está por dar a luz y requiere su presencia.

Maham se levantó de inmediato y caminó muy por delante de la Txori que le dio aviso.

—Dime algo, ¿No habías dicho que aún faltaba un mes?

—Sí, pero se ha adelantado.

Maham extendió sus alas y sobrevoló hasta su hogar que se encontraba como una cueva en la montaña, la cual era la única. Los demás Txori se alojaban en casas hechas de madera sobre los árboles.

Sadina estaba en compañía de las dos Txori que se encargaban de ayudar en los partos. La joven tenía sus alas por arriba de su cabeza, se sostenía de una cuerda que colgaba del techo. Era una joven muy agraciada, sus ojos eran de un tono verde aceituna y sus alas eran blancas con ligeros destellos plateados.

—Mahan —gritó al ver llegar a su esposo.

¡Aquí estoy! ¡aquí estoy!

¡Aaah! —gritó Sadina, al tiempo de hacer su último esfuerzo.

La vieja Txori tomó en sus manos la tela blanda y blanquecina que protegía dentro al recién nacido. Sus brazos se llenaron de sangre al colocarla de manera que pudiera hacer su siguiente maniobra; metió sus dedos en la cáscara  y la rompió con facilidad ya que era como la tela de un huevo de lagarto.

Los llantos del bebé llenaron de inmediato la cueva.

—Es una niña. —La Txori se la entregó de inmediato a la madre.

Mahan se sentía orgulloso, se acercó a observar a su pequeña. Su expresión de amor y alegría eran incomparables.

»¡Listo! Ya has saludado a tus padres, tengo limpiarte ahora. —La Txori retiró a la bebé de los brazos de su madre.

—Una niña. —dijo Mahan sonriendo al tiempo que acercaba su frente a la de su esposa. 

Ambos se sentían muy felices.

Después de ser limpiada, fue llevada nuevamente a los brazos de sus padres. Sadina ya descansaba en su cama hecha de suave paja.

La pequeña niña abrió sus ojos.

—Mira eso

—Es una verdadera belleza. —comentó Mahan.

—Vaya, qué combinación tan única —mencionó la partera—, que ojos tan bellos.

La recién nacida Txori poseía un ojo color aceituna y el otro azul.

»Sus alas también son muy peculiares. 

¿Sus alas? ¿Qué tienen? ¡Mahan! —Se alarmó Sadina.

Tranquila —Mahan dijo con calma. Notó miedo en las palabras de Sadina—, ¡Veamos!

Quitó la manta que cubría a su hija, en efecto aquellas diminutas alas eran, al igual que sus ojos, una combinación rara de ver. Una era dorada como la de su padre y la otra blanca como el algodón, con destellos plateados; al igual que las de su madre.

Diversos "Especies" La alianza de la flor de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora