Capítulo 4. Relatos.

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Bea escuchó el ruido de la puerta al azotarse.

—¡Corvus eres un maldito!

La voz de su esposo sonó tras cerrar con furia la puerta.

—Cetan ¿Qué sucede?

—Corvus, ese cuervo estúpido.

—No te entiendo.

—Creí que Lanati estaría muerta.

—¿Qué? ¿Ella sigue con vida? ¿Y tú de verdad querías que no estuviera?

—¡No lo sé!

—¿Qué se supone que debo decir? La culpa me ha corroído todos estos miles de años, me arrastraste contigo. Sabes que no quería que ella muriera, pero por amor me uní a ti, y a los tuyos.

Cetan miró a su esposa con un poco de recelo.

—No sé de qué lado debas estar.

—Bueno, siempre he estado del tuyo. Pero ahora que sabía que Mutter Lanati había renacido, me sentía tranquila nuevamente. No fui yo quien ayudó a asesinarla. Sabes muy bien que no sabía quién eras, sólo me enamoré de ti y cuando te vi luchar contra Bern, me asusté. No sabía que eras un Txori, pero era demasiado tarde, mi corazón ya era tuyo.

—Y el mío tuyo —acarició a su esposa—, por eso te propuse irnos de aquel refugio donde Osmon nos metió. Él me sacó de la batalla, estaba a punto de perderla, hubiera muerto a manos de aquel guardián si no fuera por él. Y tú me llevaste con todos los Zuhaitza.

—Lo sé, y si ellos hubieran descubierto que eras uno de los Txori que ayudó a Adira, te habrían asesinado ahí mismo. Por eso después decidí llevarte conmigo y mezclarnos con los humanos.

»Aún recuerdo cuando me enteré que estaba embarazada, estaba anonadada. Se suponía que no podía tener hijos, por aquella estúpida razón impuesta por Lanati, de crearme para su propósito de se renacimiento. Fuimos de los primeros seres que creó, aquellos que no podrían tener hijos porque éramos destinados a qué ella renaciera de alguno de nosotros. Siempre viví con el miedo de que en algún momento ella regresara como nuestra hija.

—Sí, fue una gran sorpresa, después de tantos años. Por fin tendríamos nuestro primer hijo.

—Hemos sido tan duros con él.

—No esperaba que fuera quien es.

—Aun así, es nuestro hijo.

—No exactamente.

—Pensar que aquel guardián quien estuvo a punto de asesinarte ahora es tu hijo. Que fortuna que le heredaste la habilidad de ocultar sus alas.

—Me llené de ira al ver quién era, ver ese rostro día a día, creciendo. Ver ese niño con los rasgos de aquel líder guardián.

—Esta vez nació con alas sólo por ser tu hijo. Pero Aleksander, ha sido nuestra recompensa. Ahora cuéntame qué pasó exactamente. Por qué ni siquiera me has dicho cómo es que encontraste a Aquila y a Elira.

—¿Recuerdas aquella noche en qué Corvus aterrizó en nuestro techo e hizo un escándalo?

—Sí, que fastidio. Te fuiste con él sin decir nada, ¿Adónde fuiste?

—Me dijo que Adira había vuelto. Así que fui al refugio Txori y ahí estaba. ¡Qué sorpresa! La madre Sandra.

—¿Qué dices?

—Siempre estuvo entre nosotros, la gran Adira que derrocó a la diosa Lanati.
La científica Christell de la cual se habló tanto en las noticias, resultó ser Adira. Me miró con una mueca de ironía, y me pidió que buscara a su nieta.

Diversos "Especies" La alianza de la flor de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora