Capítulo 16. La ardua batalla comienza.

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Una horda de Henki-dier salieron corriendo al tiempo que gritaban como salvajes desde atrás de Bimiri, sus espíritus animales corrían a la par. Ellos se adelantaron y sus espíritus comenzaron a alinearse corriendo exactamente detrás de ellos.

Un tigre saltó y se fundió en el cuerpo de su dueño. Su transformación comenzó; todo su cuerpo comenzó a dislocarse y cayó al piso, se contorsiono dando una clase de marometa que casi al mismo tiempo de caer comenzó a correr en cuatro patas. Eran veloces, y su tamaño se duplicaba. El resto hizo lo mismo. La mujer del cane corso, parecía un perro demonio, sus rodillas de las patas trasera se había volteado hacia atrás dándole libre movimiento para dar saltos más largos.

Una mujer que llevaba una hiena lucía un cuerpo que parecía tener sarna, algo más parecido a un Xoloescuincle de dos metros.

Bimiri corría y su fénix azul apareció desde el cielo introduciéndose en su cuerpo por la espalda; su tamaño creció, en sus pies le salieron garras y elevó su vuelo. En su cara y ojos, permanecían sus facciones humanas, pero su cabeza era ovalada y con plumas.

La joven de la serpiente corría a toda velocidad; la serpiente empezó a enredarse en ella, fundiéndose. Su cuerpo creció y sus brazos salían del cuerpo de la serpiente, más alargados de lo normal y se jalaba sobre la tierra con ellos mientras que todo su demás cuerpo se curveaba arrastrándose. También su piernas se hicieron largas y al igual que sus brazos, salían del cuerpo jalándose, corriendo como una lagartija.

Toda la inteligencia humana y el salvajismo animal en un solo ser.

El resto corría detrás de los Henki-dier, las damas medusa llevaban sus bastones espinosos. Sólo tres de ellas, contando a Missa; habían ido al rescate.

Los Zuhaitza se convirtieron y corrían hacia la batalla. Lanati creó bajo sus pies hiedra que avanzaba a toda velocidad; su cabello verde volaba por el viento, y algunos pétalos se desprendieron de sus flores.

Pero en el punto de encuentro los Henki-dier de pronto se vieron corriendo como sólo humanos y sus espíritus animales salieron de ellos, como si el viento los hubiera golpeado; expulsándolos con fuerza de los cuerpos de sus dueños.

Los tentáculos de las demás medusa se comenzaron a secar y les faltaba "el aire".

Los Zuhaitza se volvieron humanos y los guardianes perdieron sus habilidades.

—¡Otra vez, mierda! —dijo Mabelle. Su herida que ya había sanado volvió a abrirse y sintió la intensidad del dolor.

—No, lo permitiré, no los asesinaran. —se dijo Lanati que se había quedado atrás.

Estiró sus manos y bajo las damas medusa creó estanques que rápidamente se llenaron de agua y ellas se hundieron en ellos.

Creó frente al resto un muro de espinas y lianas que los cubrían, pero su fuerza se debilitaba, y su muro caía.

—Vuelvan —gritó Aquila desde el cielo.

Nuevamente tuvieron que retroceder. Mientras algunos de los soldados descargaban sus armas contra el muro de lianas para derribarlo, otros con sólo la fuerza de sus manos rompían las densas raíces y se abrían paso.

Lanati hacía un esfuerzo descomunal para seguir haciendo crecer aquel muro.

«¡Vamos, Emma, ayúdanos!»

Algo se movió a su derecha, a lo lejos se levantaba una cortina de polvo, una cosa venía a gran velocidad.

Una sonrisa se marcó en su rostro al darse cuenta quien era; Ikal Khalid hizo su entrada, rodaba sobre sus piernas redondas de piedra y como una bola de boliche se estrelló contra los autos que formaban filas, giró y aplastó las filas de soldados.

Diversos "Especies" La alianza de la flor de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora