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Melanie

19:40

Mientras caminábamos por los pasillos del parque, íbamos debatiendo qué atracción sería la siguiente. Ethan se mantenía en silencio, escuchando a Bryce y Georgia discutir animadamente sobre cada una que dejábamos atrás, pero yo no podía concentrarme en su entusiasmo. Mientras avanzábamos, mis ojos buscaban en cada rincón, detrás de las aglomeraciones, detrás de cada banco, como si pudiera estar escondido en cualquier parte. Me sentía ridícula, como si estuviera esperando un encuentro que tal vez nunca llegara.

Cada vez que escuchaba aquel sonido metálico, cada vez que uno de esos actores aparecía a lo lejos, mi corazón daba un vuelco. Me preguntaba si sería él, si esa figura deslizándose por el suelo sería suya. Y cuando, inevitablemente, descubría que no era así, una pequeña punzada de decepción me golpeaba.

Bryce me sacó de mis pensamientos con una risa casual. 

—Creo que a esos tipos los llaman sliders —comentó, notando mi desconexión del momento. 

Lo miré, curiosa, tratando de procesar sus palabras. 

—Van de aquí para allá haciendo ruido con las rodilleras o lo que sea que llevan de metal, deslizándose frente a la gente para asustarlos.

Observé a uno de los sliders en acción, notando sus movimientos ágiles y la forma en que se lanzaba contra el suelo para provocar un estruendo metálico. Por un instante, sus facciones me parecieron familiares, pero el maquillaje era distinto. No era él, claro, pero la similitud me hizo fruncir el ceño y quedarme pensativa.

Bryce, buscando añadir un toque de humor, suspiró dramáticamente. 

—¿Dónde habrán quedado los viejos payasos o el tipo de 'Viernes 13'? Mucho más simple, ¿no crees?

Yo, en cambio, pensé para mis adentros que quizá estos nuevos personajes eran una forma más efectiva, y atractiva, de captar la atención del público. Una manera distinta y provocativa de jugar con el miedo. Rocé la X roja con los dedos inconscientemente. 

Georgia se desenganchó del brazo de Ethan con una sonrisa traviesa en los labios. Caminó hacia mí, con esa mirada pícara que siempre llevaba cuando estaba a punto de soltar algo que, seguramente, me haría poner los ojos en blanco. Los chicos siguieron avanzando, mientras nosotras quedábamos un par de pasos atrás.

—Hey, ¿me ayudas con Ethan? —me susurró, inclinándose hacia mí con una expresión divertida.

Pero mi atención se desvió, los sonidos metálicos en el suelo resonaban a nuestro alrededor como una alerta constante que no podía ignorar. Por un segundo, mientras Georgia hablaba, juré haberlo visto, justo detrás de ella, la pintura blanca de la calavera apareciendo como una sombra entre la gente. Mirándome. 

—¡Oye! 

Georgia levantó la voz un poco más y me sacudió los hombros, obligándome a enfocar la vista en sus ojos. 

—¡Hazme caso de una vez! —insistió, su tono divertido transformándose en una mezcla de burla y exasperación.

Sacudí la cabeza para despejarme, y cuando volví la vista hacia el lugar donde creí haberlo visto, ya no estaba. Como si nunca hubiese estado ahí. Mi mirada se perdió entre la multitud, buscando ese rastro que se me escapaba cada vez que creía acercarme a él. Georgia dejó escapar un suspiro exagerado y volvió a hablar.

—Mel, tu sígueme el royo, ¿quieres? —me sonrió y dio un brinco para alcanzar a los chicos—. A nosotras nos gustaría ir a la noria.

—No podría haber nada más aburrido en un parque de atracciones —soltó Ethan más para sí que para nosotros. 

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