Leah

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Melanie

23:30

―¿Pretendes que me crea que Leah está compinchada contigo?

Carter me sonrió con aire de superioridad, negando con la cabeza bien alta y sin quitarme los ojos de encima. Caminó hasta quedar delante de mi y antes de decir nada colocó uno de mis mechones pelirrojos detrás de mi oreja. Me aparté instintivamente hacia atrás, no podía volver a caer, no cuando otro bloque de mi vida estaba a punto de desmoronarse. O ya lo había hecho si era verdad lo que estaba diciendo sobre la que, supuestamente, y no lo digo por ella, era mi amiga. 

―Ella sólo me estaba ayudando a presentarme a la chica que me gustaba. Fue de gran ayuda la verdad.

―¿Qué? ―solté casi por inercia, la verdad las cosas estaban bastante claras. 

―Hablé con Leah, como buen amigo de su novio que soy, para que fuera tan amable de presentarnos, ya que veníais a mi lugar de trabajo quise ponerme creativo.

―¡¿A esto llamas tu creativo!? 

Le grité braceando y haciendo mención a aquel espacio. Él se mantuvo en su sitio, mirando a su alrededor como si se estuviera pensando su respuesta. No aguantaba más sus jueguecitos, pero tampoco era capaz de apartar la mirada de él. 

A simple vista era un chico normal, de mi edad o incluso mayor, de la de Ethan quizá. Nadie sospecharía que por debajo de esa fachada de adolescente se escondía un demente en toda regla. 

―¿Qué? ¿Preferías un café aburrido en cualquier Starbucks? ―dijo con ironía. 

―¿En qué momento has pasado de ser misterioso a exasperante? 

―¡Ah! Es el maquillaje, es lo que da la esencia de malote. 

―¿Pero tú te estás escuchando? ―a poco más se podía palpar mi desesperación.

―Sí, ¿y a ti? Cómo para no oírte.

Sin que me diera tiempo a reaccionar pasó por mi lado, pasando su mano por mi mentón dejando una leve caricia, consiguiendo que le siguiera con la mirada. Pasó de largo y sentó en la escalera en espiral que marcaba el final del pasillo. Apoyó su mentón en la palma de la mano y se me quedó mirando. 

―¿Qué?

―¿De verdad no sabías lo de Leah? ―su tono era el más neutro que le había escuchado aquella noche, la pregunta era seria esta vez. 

―¿Eres psicólogo ahora? ―se quedó callado mirándome, esperando mi respuesta ―. No, no tenía ni idea, hacía mucho que no hablábamos de esos temas. 

―¿Y de qué hablabais?

―De nada, realmente ―bajé el tono de voz casi tanto como la cabeza.

Y era la respuesta más absurda que podía dar, pero la verdadera. No recordaba ni cuando fue la última vez que había hablado con Leah sobre otra cosa que no fuese ir a TerrorVille. Hacía tiempo también que no quedábamos  juntas fuera del instituto, que tampoco era que nos viésemos mucho durante las clases. Siempre habíamos ido en grupos o asignaturas distintas, pero encontrábamos tiempo entre clases o en la hora de la comida para encontrarnos. Pero apareció Rory y Leah tenía que dividir su tiempo entre su novio y sus amigas. Lo entendí, o eso pensaba, al final si me paraba a pensar fuimos apartándola, Georgia y yo, de nuestro lado por los celos que teníamos hacia su novio. Además, pensar en que ese mismo chico había querido estar conmigo, por muy pequeños que fuésemos cuando ocurrió, no hacía que las cosas fuesen menos incómodas cuando coincidíamos en los pasillos, ya que Leah ignoraba por completo lo que había ocurrido entre nosotros. 

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