Carter ha testificado

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—No voy a obligarte, esto no es tu responsabilidad

He perdido la cuenta de las veces que Ethan me ha aconsejado irme. Que deje el trabajo sucio a los demás. Pero apenas queda nadie en la comisaría y Hughes nos ha designado a nosotros la guardia nocturna, por haber llegado los primeros a la escena. 

—Solo hablará conmigo y lo sabes.

—Ese es su problema, no el tuyo.

Hace más de una hora que llegamos del hospital. Todo lo que pasó allí, en tan pocos minutos... 

Toda la comisaría se movilizó hasta la unidad de urgencias, acordonaron el edificio y nadie podía salir ni entrar, salvo las ambulancias. Ethan condujo lo más rápido que pudo cuando nos dieron el aviso, quise quedarme a esperar, por si Carter tal vez... No sé, volvía. Pero no me lo permitió, fue bastante tajante en ello. Aún así, de haber podido quedarme, no habría visto a Carter. 

Hughes estaba a punto de perder los nervios cuando Ethan entró quemando rueda en el parking de ambulancias del hospital. Todos los que allí estaba vieron cómo Ethan desenfundaba su pistola y con paso firme arremetió contra la seguridad del centro, dos guardias de seguridad le frenaron como pudieron.

—¡Soltadme, cabrones! —gritaba, como si fuera a conseguir algo.

—Ponga como se pongan, esto es una institución médica, no pueden irrumpir como si nada. 

Una mujer de unos cincuenta años, vestida con el que yo diría que es el uniforme oficial de médico, estaba frente a Hughes. No le dirigió ni una mirada a Ethan que, a su lado, forcejeaba sin cesar con los guardias. 

—Ahí dentro hay un posible criminal, señorita. 

—Ahí dentro —hizo una pausa dramática—, señor Hughes, hay docenas de pacientes críticos que empeoran a cada minuto que pierdo con usted. 

—Carter Wed está bajo arresto domiciliario, ha infringido la ley y tenemos que llevárnoslo.

—Lo único que yo veo es un chico que se dignó a traer a un anciano a urgencias mientras sufría un ataque al corazón, del que ahora se está intentando recuperar. 

Aquello parecía un partido de tenis, cada uno intentando que el otro le dejase hacer su trabajo. Podría llegar a entender a ambos, pero en mi cabeza solo estaba Carter. ¿Qué había pasado exactamente?¿Un ataque al corazón? Vale, el viejo George, como indica su apodo, está en una edad complicada pero, ¿no es mucha casualidad? Justo la noche del operativo, en medio de una tormenta, sin estar nadie vigilando la carretera regional... 

—Les ruego que liberen mi hospital, pueden quedarse en la zona, no seré yo quien se lo impida, pero dejen a mis pacientes tranquilos.

Hughes por fin se rindió, asintió con la cabeza y al darla espalda a la médico dio la orden de deshacer el acordonamiento. Orden con la cual Ethan entró aún más, si cabe, en cólera. 

—¿¡Vas a dejar que se quede ahí?! —le gritó, como si no fuese su jefe.

—¿Y qué hago, Hay? El hospital limita con otro condado, tendría que llamar a la jefatura de estado, llegar a un acuerdo para entrar... 

—¡Pues hazlo! —le interrumpió.

—No puedo emitir una orden de ese calibre sin la autorización adecuada —dijo Hughes, intentando mantener la calma, aunque su paciencia estaba al borde de romperse.

El ambiente se volvió tenso, con los dos hombres en un enfrentamiento verbal que apenas lograba avanzar. La situación se estaba calentando. Cada uno estaba demasiado enfadado, demasiado centrado en sus propios argumentos para darse cuenta de que, mientras discutían, yo estaba cruzando las puertas del edificio de urgencias.

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