No he sido capaz de responder las llamadas de nadie. Ni siquiera las de Hughes. Mi único acercamiento social ha sido mi familia y Leah.
Leah viene a casa todos los días. Mi madre siempre le abre la puerta con la calidez que se le da a una más de la familia. Ella entra sin decir nada, como si entendiera que las palabras sobran. Se sienta a mi lado en el diván del porche, me acaricia la espalda, me ofrece pañuelos para las lágrimas que parecen inagotables. Hace todo lo que debimos hacer la una por la otra cuando todo pasó. Pero yo no estaba. Me fui. Abandoné a todos. Todo, al fin y al cabo, se resume en que yo no estaba donde debía estar.
—¿Quieres intentar dormir un poco? —me pregunta en voz baja, con una ternura que siento que no merezco.
Niego con la cabeza. Hace días que no puedo pronunciar una sola palabra sin romperme en mil pedazos. Cada vez que cierro los ojos, la veo a ella, a Georgia, con su mono verde y negro. No limpia y alegre como la última vez que la vi, sino sucia, cubierta de barro y putrefacta, como su ropa.
—Mel... que se haya encontrado su ropa no quiere decir que ella esté...
Levanto la cabeza de su regazo y la miro con dureza. No quiero escuchar esa palabra. No puedo. Es suficiente tenerla en mi cabeza todo el tiempo. Leah suspira y me sonríe con tristeza.
—Si fueras a la comisaría, Hughes te lo explicaría todo.
No quiero ir allí. No después de lo que él me hizo pasar. No sé si logré superar las pruebas de evaluación. ¿Y qué importa ya? No hay nada más que investigar, ella ya no está. He visto los mensajes que me deja Ethan:
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Impulso
Teen FictionEn la noche de Halloween, Melanie se adentra con aires de superioridad en el parque de atracciones TerrorVille, desafiando los límites del miedo. Lo que comienza como un juego pronto se transforma cuando un enigmático empleado enmascarado la enfrent...