Ponme a prueba

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—¿Estás segura de no querer comer nada? 

Mamá observa preocupada como le doy vueltas a la comida con el tenedor, casi tanto como a lo vivido hace apenas unos minutos. En la cocina estamos las dos solas y no siento la presión de todos mirándome como siempre, así que me tomo mi tiempo. El estómago se me ha cerrado, he perdido el apetito por completo desde que he vuelto poner un pie en BayWood. Situaciones incómodas a la par que embarazosas, las primeras decepciones, encontronazos... Todo está saliendo la mar de bien y sólo quedan tres meses más. Es de risa.

—No mamá, debo presentarme en la comisaría en unos minutos. 

Segunda problemática que ocupa mi mente, hacer las pruebas de evaluación. No es que me apetezca estar tiempo a solas con Ethan después de lo ocurrido. Su mirada de decepción, esperaba enfado o desagrado, pero me miró como si le hubiera apuñalado por la espalda. Cuando puse el coche en marcha me eché a llorar, tuve que dar un rodeo a todo el pueblo para poder tranquilizarme antes de volver a casa. Cuando llegué mi madre me espera con una de sus sonrisas forzadas y un plato de comida caliente, que por muy buena pinta que tuviera, supe enseguida que no llegaría a comerme. 

—¿Qué se supone que haces allí? ¿Debería preocuparme?

—No, mamá —no tengo muchas ganas de hablar, menos aún cuando Carter ocupa toda mi mente.

Me mira enfadada y no la culpo. Nunca me he abierto con ella sobre a lo que quiero dedicarme, no sabe qué hago o dejo de hacer. Pero tener que contarle que he mentido y engañado a un anciano en su propia casa e invadido su propiedad, donde se aloja un preso domiciliario... No es que haga que una madre se sienta muy orgullosa.

—No es eso lo que te he pregun... —se queda callada al escuchar la puerta de casa abrirse.

—Gracias, George —la voz de mi padre en la puerta de casa, entra en la cocina con el móvil en la oreja—. Sí, me pasaré por allí en unos días.

Ambas nos quedamos calladas esperando a que mi padre nos comente la llamada, pero lo que recibo es una mirada de furia hacia mi persona. Y relaciono el nombre que acaba de pronunciar con su gesto enfadado. Lanza el móvil a la encimera con brusquedad y mi madre pega un brinco, aunque yo ni reacciono, me pongo directamente a la defensiva.

—¿Me puedes explicar qué has estado haciendo esta mañana? Además de querer seguir arruinándome el negocio, claro —dice con ironía y yo no entiendo nada.

—¿Cariño? —mi madre frunce el ceño alternando su mirada entre nosotros dos. 

—No sé a qué te refieres.

—Ah, ¿no? —finge sorpresa.

Nos mantenemos la mirada durante lo que me parecen los segundos más largos de mi vida. Se pasa la mano por toda la cara intentando, o eso creo, evitar decir algo.

—¿Sabes, Melanie? —recoge su móvil y se acerca a mi—. Esta vez te voy a dar la razón, estás tardando en volver a la otra punta del país. 

—Papá... —susurro mientras se me aguan los ojos casi al instante. 

Me mira con odio y nunca había escuchado algo tan grave hacia mi persona por su parte. Nuestra relación se ha enfriado con el paso de los años, pero tanto como para decir esas palabras. 

Mi madre permanece callada, con mirada de no entender lo que está pasando o, más bien, de no creerse lo que acaba de decir su marido. El cual se larga por la puerta del jardín con un portazo. Yo me quedo estática en la silla sin saber qué decir o qué hacer, así que opto por hacerle caso e irme. 

—Melanie, cielo... —la voz de mi madre suena rota. 

—Tiene razón.

💀

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