Vamos a por Leah

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La pistola tiembla en mi mano. Siento su frío metálico contra mi piel, pero mis dedos no parecen ser capaces de mantenerla firme. Todo a mi alrededor se vuelve borroso, distorsionado por la lluvia que sigue cayendo y por las lágrimas que empañan mi vista. Carter, al verme con el arma apuntándole, se echa al suelo de rodillas con las manos en alto. Su rostro está pálido, los ojos a punto de salírsele de las cuencas, llenos de pánico.

Escucho voces llamándome, personas pidiendo que me calme, pero todo se reduce a un zumbido distante en mis oídos. Mi corazón retumba con fuerza, ahogando cualquier sonido que no sea mi propia respiración, rápida y errática. Veo a mi padre, sujetando al viejo George, impidiendo que se acerque, y a Hughes, intentando llegar hasta mi con cautela. 

Pero no hago caso de ninguno de ellos. 

Estoy atrapada en ese momento, en esa frase, "La arrogancia se paga muy cara". Esa maldita frase que Carter me dijo aquella noche, solo él y yo lo sabemos. Estoy segura de que me la está jugando. Confié en él, y ahora, Georgia está muerta.

—Melanie, ¿qué haces? —la voz de Carter refleja su pánico, está temblando.

—Has sido tú... —susurro entre lágrimas, mi voz quebrada, dudando si siquiera puede escucharme por encima de mi propio llanto. Mis manos tiemblan tanto que apenas puedo apuntar bien. Él sigue hablando, suplicando.

—¡No he hecho nada! —grita—. ¡Tienes que creerme!

Pero no bajo el arma. No puedo. La desesperación en su voz es real, pero ya no sé qué creer. 

Entonces veo que intenta ponerse de pie, y la ira dentro de mí explota. Doy pasos rápidos hacia él, cada vez más cerca, haciéndolo detenerse y bajar la cabeza ante la cercanía de la pistola.

—¡No te muevas! —le advierto con la voz rota, el dolor y la rabia entrelazándose en mis palabras.

Me acerco a pasos agigantados, mi visión nublada, mi mano temblando tanto que apenas puedo mantener la pistola en alto. Pero antes de que pueda hacer nada más, una pared se interpone entre Carter y yo. Ethan. Pone su mano sobre la pistola, con calma, su voz suave pero firme.

—Así no vas a arreglar nada, Mel —me dice, inclinándose hasta que sus ojos se encuentran con los míos—. La vida de Leah aún está en juego.

Le miro a los ojos y me rompo. Todo dentro de mí se desmorona. El peso de lo que he estado conteniendo, la culpa, el dolor, la desesperación, todo se desborda. Mi cuerpo se siente débil, incapaz de soportarlo más. Dejo que Ethan sujete la pistola, y en ese instante, me desplomo contra él, hundiendo mi rostro en su pecho mientras lloro sin control. Sus brazos me rodean, me sostiene mientras el mundo se derrumba a mi alrededor. El eco de mi llanto se mezcla con la lluvia, mientras la realidad de todo lo que he perdido me aplasta.

De repente, una risa irónica rompe el aire.

—Qué bien te está yendo todo, ¿verdad? —escupe Carter, con una sonrisa burlona, su voz cargada de resentimiento.

Ethan me suelta, y lo siguiente que veo es su pie impactando en la cara de Carter. El golpe es seco, y Carter cae al suelo con el labio roto, sangrando, su cuerpo inerte en el barro.

—¡Hay! —grita Hughes, acercándose con rapidez.

—No me voy a disculpar —responde Ethan, tajante, su mirada de furia contenida fija en Carter—. Esposadlo. Metedlo en el coche y nos vamos a la comisaría.

Los agentes se apresuran a obedecer. Ethan, con una suavidad que contrasta con su rabia, me coge de los hombros y me guía hacia el coche. Me siento sin decir una palabra, incapaz de procesar todo lo que acaba de pasar. Miro por la ventana mientras veo cómo Ethan habla con mi padre y mi hermano. Se dan un apretón de manos, un gesto silencioso de apoyo que apenas registro. El mundo sigue girando, pero yo me he estancado.

ImpulsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora