Promete no ser tú

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La comisaría es un completo caos. A través de las ventanas que dan al pasillo, veo a agentes corriendo de un lado a otro, cargando informes, fotos y testimonios. Los teléfonos no dejan de sonar, y el ruido de las voces se mezcla con el tecleo incesante de los ordenadores. Las patrullas siguen llegando, algunas cubiertas de lodo y lluvia. Ethan y yo estamos sentados en silencio, con cafés en la mano, esperando a que Hughes venga a hablar con nosotros. La tensión es casi insoportable.

Intento no mirarlo, pero es imposible no notar cómo sus labios están apretados y su mandíbula tensa. Sé en lo que está pensando. No necesita decirlo, su expresión lo delata: no puede sacarse de la cabeza lo que vio en la sala de interrogatorios. Mi cuerpo aún tiembla de vergüenza y adrenalina, recordando cómo perdí el control, cómo dejé que todo se saliera de las manos. Todo está patas arriba. El simple recuerdo me hace encogerme en mi asiento, deseando desaparecer.

Y para empeorar todo, Leah ha desaparecido. Un 31 de octubre. De madrugada. El pensamiento me destroza por dentro. Mi otra mejor amiga, también perdida, y si estamos en lo correcto sobre el modus operandi del psicópata, significa que Georgia, si no está muerta ya, lo estará pronto. Porque Leah es su reemplazo. El horror me atraviesa de solo pensarlo.

La ansiedad me consume. Mi pierna no deja de temblar, y siento que mi cabeza va a explotar. Es un caos en mi mente. Todo se acumula, todo se siente demasiado. Cada segundo que pasa es como una tortura. No tengo energía, estoy agotada, pero mi mente no para. Todo va a toda velocidad, dándome vueltas en espiral.

Hughes entra en el despacho con un portazo que hace eco en mis oídos. Ethan y yo nos erguimos al instante, casi como si ese sonido nos hubiera despertado del aturdimiento en el que nos encontrábamos. A Hughes se le ve agotado, se afloja la corbata con un gesto brusco y se deja caer pesadamente en la silla frente a nosotros. Durante un largo momento, simplemente se pasa la mano por la cara y mira al frente, ignorándonos por completo. La tensión en la habitación es palpable.

Ethan, incapaz de soportar el silencio, finalmente rompe el hielo.

-¿Qué hacemos?-pregunta, su tono tenso.

Hughes suspira como si le costara responder.

-No lo sé-admite con un cansancio visible.

Eso desata a Ethan. Su frustración es palpable, y antes de que me dé cuenta, están en medio de una discusión. Las voces se elevan rápidamente. Hughes parece desesperado por una solución, mientras Ethan le grita sobre la inacción de la comisaría, acusándolo de no hacer nada. Es lo mismo de siempre, Ethan perdiendo los estribos.

Pero yo desconecto. Mi cuerpo no puede soportar más. Ya basta de gritos. La única que puedo escuchar ahora es a Leah, su nombre resonando en mi mente. Ha desaparecido. Y si lo que sabemos del psicópata es correcto, Leah es solo una pieza más en este macabro juego. Georgia está perdida... y ahora Leah también.

Hughes levanta las manos para calmar a Ethan.

-Debéis iros a descansar-dice, su voz firme pero conciliadora—. Lleváis demasiadas horas en pie, y así no podemos hacer nada.

-¿Pretendes que me vaya a mi casa a dormir mientras mi mejor amiga está desaparecida? - le digo, mi tono casi desafiante.

Ethan suelta una risa irónica, y me lanza un comentario que hace hervir mi sangre.

-Sí, se te ve muy preocupada.

Le fulmino con la mirada, deseando poder decirle lo que realmente pienso, pero me contengo. Hughes, frunciendo el ceño,
interviene.

-No sé qué pasa entre vosotros, y prefiero no saberlo. Pero ambos vais a casa, os ducháis y os relajáis. No me hacéis ningún servicio aquí si no sois capaces de manteneros despiertos.

ImpulsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora