Georgia, lo siento...

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El eco del reloj en la pared parece martillarme la cabeza, implacable. Tic, tac, tic, tac... cada segundo se siente como una tortura, una cuenta atrás para algo que no sé si podré evitar. El sonido de las hojas que paso una y otra vez, buscando desesperadamente algo, cualquier cosa que me ayude, es igual de insoportable. Cada página me trae más preguntas que respuestas, más vacíos que certezas. Estoy desesperada, buscando patrones que no encuentro, rastros que no existen. Nada tiene sentido.

Las fotos de Georgia me miran desde la mesa, congeladas en el tiempo. Sus ojos, su sonrisa... es como si todo el peso de su desaparición estuviera contenida en esos pequeños trozos de papel. 

Miro los documentos del caso Miller, buscando alguna conexión, algún patrón que me indique que estoy en el camino correcto. Pero las palabras se mezclan en mi mente, los informes se vuelven borrosos, y nada encaja. Nada.

Frustrada, dejo caer los papeles sobre la mesa y me recuesto en la silla, pasando las manos por mi rostro, sintiendo el agotamiento físico y emocional arrastrarme hacia el abismo. Estoy al borde de rendirme. El peso de no encontrar nada, de estar fallando a Georgia, a Leah... a todos, me aplasta.

Mis ojos se detienen en una foto de Georgia, la que siempre he guardado con más cuidado. Ella está sonriendo, feliz. Esa sonrisa... que para muchos era falsa, pero yo sabía lo genuina que podía ser... La miro, incapaz de apartar la vista.

—¿Qué puedo hacer, Georgia? —le susurro, mi voz apenas un murmullo—. Dime algo, por favor. Necesito una señal. Necesito saber qué hacer...

Pero, obviamente, la respuesta no llega. Solo el silencio de la sala y el incesante tic-tac del reloj, que sigue recordándome que el tiempo se agota. El aire se vuelve denso, cargado de esa sensación desesperada de estar al borde del fracaso.

—Dame algo... —le digo con más fuerza, como si pudiera invocar una respuesta de la nada—. Lo que sea, por favor...

Pero no hay nada. No hay respuestas, solo esa imagen de Georgia, inmortalizada en una sonrisa que parece burlarse de mi incapacidad para salvarla.

Cierro los ojos por un momento, solo para darles un respiro. Me arden de tanto leer informes, cada palabra parece clavarse como una aguja. El dolor de cabeza no ayuda, y el cansancio mental empieza a ser insoportable. Estoy al borde de dejarme caer en ese vacío de la fatiga cuando el sonido de unos golpes en la puerta me sobresalta.

—Ethan, vete —grito casi por inercia, sin abrir los ojos.

—No sé qué habrá hecho ese idiota, pero yo solo quiero ayudar.

Giro la cabeza de inmediato, mi cuerpo se tensa, pero cuando veo quién está en la puerta, se me aguan los ojos. Es Rory. Las arrugas en su rostro están más marcadas que la última vez que lo vi, su cabello más largo y descuidado, y una incipiente barba cubre su mandíbula. Los años han pasado, y no ha sido fácil para ninguno de nosotros.

Me levanto casi sin pensarlo, mis pies moviéndose por impulso hacia él, y nos encontramos en un abrazo que ambos necesitamos más de lo que estoy dispuesta a admitir. Su calidez me envuelve y, por un momento, el caos de la comisaría, de las desapariciones, de las preguntas sin respuestas, se desvanece. Es solo Rory y yo, como en los viejos tiempos.

—¿Qué haces aquí, Rory? —susurro contra su hombro mientras nos separamos.

—Lo he visto en las noticias. Quiero ayudar —dice, con un cansancio en la voz que refleja el mismo agotamiento que siento yo.

Le miro a los ojos, y veo la tristeza, el peso del tiempo y la desesperación. Nos separamos, y con un gesto le ofrezco una silla, mientras cierro la puerta. Antes de hacerlo, me fijo en el pasillo, donde Ethan está colgando el cartel de desaparecida de Leah. Nuestras miradas se encuentran, y durante unos segundos, ambos quedamos atrapados en ese momento. Hay una comprensión silenciosa entre nosotros, una tregua no declarada. Ambos sabemos que tenemos que trabajar juntos para salvar a Leah y encontrar a Georgia, pero ahora mismo, necesitamos espacio. Demasiadas cosas han pasado, demasiadas heridas abiertas. Me despido con un ligero asentimiento y vuelvo a Rory.

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