Triánta

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Jiyong se vuelve lentamente para mirarme. He visto su foto pegada en todos los periódicos de chismes más veces de las que puedo contar, pero en persona parece marchito. No hay una luz cuidadosamente colocada para maximizar sus rasgos masculinos, su traje está arrugado y olvidó abrochar un botón cuando cerro su camisa. Es... humano. Está en forma y es lo suficientemente atractivo, pero no es un dios o un rey o incluso un monstruo. Solo es un anciano.

Me mira fijamente y la conmoción se desliza por sus rasgos.

—Te pareces aún más a tu padre en persona.

Eso me saca de mi conmoción.

—No puedes hablar de mi padre —me alejo de la esquina, con el arma sostenida con cuidado frente a mí— Levántate.

—No puedo creer que seas tan malditamente estúpida como para aparecer aquí —se levanta lentamente, estirándose en toda su altura.

Me supera por unos centímetros, pero eso no importará. Nunca tuve la intención de que esta fuera una pelea justa.

No parece particularmente preocupado por esta confrontación.

—Tengo que admitir que tu plan fue inteligente. Nunca hubiera pensado que la perrita correría hacia ti y estaría dispuesta a jugar ese tipo de juegos.

Aprieto mi agarre en el arma.

—Tampoco puedes hablar de ella.

Aprieta el gatillo. Jodidamente aprieta el gatillo y acaba con esto Lalisa.

Jiyong me sonríe.

—¿Toqué un nervio? ¿O es por el hecho de que volvió corriendo hacia mí lo suficientemente rápido cuando se dio cuenta de dónde está el verdadero poder?

—Estás muy seguro para ser alguien que está siendo amenazado por una mujer con un arma.

—Si fueras a dispararme, lo habrías hecho en el segundo en que me senté —niega con la cabeza— Resulta que eres como tu viejo en más que apariencia. Él siempre dudó en apretar el gatillo también.

De nuevo, me digo que lo haga, que le dispare ahora y termine todo.

Jiyong ha cometido actos de incalculable maldad. Si alguna vez hubo un hombre que mereciera ser ejecutado, es él. Mientras esté vivo, Jennie no estará a salvo. Mi gente no estará a salvo. Maldita sea, mientras esté vivo, el Olimpo no estará a salvo. Le haría un favor a cada persona en esta maldita ciudad al sacar a este monstruo de su miseria.

Deméter y la mitad de los Trece están muy felices de que yo sea su arma, no hay una maldita persona que me lo reproche si lo mato...

Excepto Jennie.

Excepto yo.

—Si aprieto este gatillo, no soy mejor que tú —niego con la cabeza lentamente— No soy mejor que cualquier otro miembro de los Trece que está dispuesta a cometer actos imperdonables para obtener más poder —no quiero más poder, pero nadie que mire desde afuera lo creería.

Jiyong sonríe.

—No eres mejor que nosotros, chica. Podrás jugar a la gobernante en la ciudad inferior, pero cuando las cosas se complican, golpeas a un hombre casi hasta la muerte y apareces aquí para amenazarme con un arma. Es exactamente lo que yo habría hecho en tu puesto.

—No soy como tú —prácticamente escupo las palabras.

Él ríe.

—¿Estás segura? Porque no te ves como una buena chica desde donde estoy parado.

Styx ࿐ ᴊᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora