Gavrel
El desespero llega en cuanto la primera bala resuena e impacta en la lata del auto a mi lado. Logro visualizarlos antes y evado con rapidez la ráfaga que se cierne sobre mí, mientras unos de mis hombres son alcanzados con los disparos que derriban a los más expuesto, hieren a los que están frente a mí y nos obligan a quedarnos abajo usando lo que sea con tal de cubrirnos.
No me interesa lo que esté pasando, mis ojos viajan directamente al auto en donde mis instintos me exigen correr al ver que algunas balas le dan a las ventanillas.
No sé porqué quiero asegurarme que esté bien si el sistema antiataque fue lo primero que activé, pero mis músculos y todo de mí solo me pide ir a ver que la salvaje se encuentra con bien.
__ ¿Quienes son? - escucho que preguntan, la respuesta es que me importa un maldito cacahuate quien se haya creído con los cojones suficientes para emboscarme.
Solo he hecho esto una vez, no por falta de habilidades, pero los recuerdos me invaden al evocar la sangre de Leska en mis manos. Todo por no decidirme rápido.
No volverá a pasar, me digo.
Veo cada punto. Cada uno de los tiradores. Observo cada bala que sale de los cañones causando destellos tras destellos.
No lo busqué pero ellos vinieron a mí, por lo que decido que basta.
Ya me tienen harto con su provocación tras provocación, no me interesa quién hace o deshace, no me interesa si quedan vivos, no me interesa lo que pase con ellos.
Mi instinto se activa, mis manos se cierran sobre las empuñaduras de las armas que tengo a mi lado, es un ellos contra mí en este momento por lo que cuando me pongo en pie con la espalda derecha y los cañones directos en su dirección, no dudo apretar el gatillo, el cual libera las balas que impactan y rompen sus cráneos, derribando uno a uno los tiradores que tengo más cerca y más visibles. Mi gente se encarga de los demás, mientras yo solo me concentro en apartar los que están cerca del auto, en lo que las luces se entienden y sé lo que está por pasar.
__ ¡Cabezas abajo! - les aviso a mi gente cuando se las vías se forman los cañones que sirven como disparadores de esporas las cuales se alzan sobre todos localizando cuerpos con calor para adherirse.
Una se me pega en el hombro y al conocer la tecnología me la quito antes que se pegue del todo lanzándola hacia a uno de ellos, para despues ver al sujeto estremecerse ante los choques eléctricos que recibe.
En mi reloj controlo lo que sucede en el auto por mando de voz si se lo dejo a Arleth de seguro nos mata, más a mí que su odio en mi contra, según ella tiene fundamentos.
Me deslizo sobre el capó del vehículo para ir por el tipo que tengo al frente derribándolo al instante, mientras mi gente se abalanza al mismo tiempo, causando que una de sus armas salgan volando.
De la otra salta el filo de una hoja metálica, con la cual quiere atinarme a la cara. Evado, me agacho y retrocedo, antes de llevarlo contra el suelo, desde donde le disparo con el arma, al tiempo que ruedo con su cabeza sujeta a mi brazo.
Derribo a dos tiradores y con la misma hoja le atravieso la parte trasera del cuello, saltando hacia atrás al recibir a uno de ellos que me apunta con un rifle, sin embargo lo derribo al impulsarme y la bala solo me roza la pierna.
La adrenalina no me permite percibir el dolor, solo controlo mis latidos y respiraciones, en lo que mi mente solo está centrada en la sangre que me termina por bañar la mano, lanzo el pedazo de tráquea al suelo y me llevo la cabeza del otro al suelo, rompiéndole el cuello en el proceso.
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Wildness
RomanceUn error, dos días, tres caprichos Una equivocación lleva a Gavrel con alguien diferente a lo que pensó. Sin preguntas, sin nombres ni vida además de la que coinciden esos dos días en que el desenfreno es el único protagonista de sus deseos. No se...