Capítulo 23

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Arleth.

La cabeza me da vueltas, puedo sentir mi cuerpo pegadizo, las piernas me tiemblan y podría jurar que incluso el cabello me duele.

Mi mullido trasero me hace moverme con tal lentitud que siendo así, aún siento que voy a volverme polvo si doy un mal paso.

La entrepierna me duele como un carajo, tengo los labios adormecidos, y mis senos al parecer fueron objeto de ejercicio para alguien porque los tengo adoloridos.

"Ah, pero anoche pedías que no se detuviera"

Mi cabeza me hace arrepentirme por no saber medirme. Debería tener algo que me muestre cuando detenerme, pero no lo tengo, así que entró a la ducha con el agua tibia que dejo me relaje un poco antes de comenzar a lavar mi cuerpo.

Gavrel está dormido y prefiero que no me vea así, porque el desgraciado es quien me azotó el trasero como niña malcriada.

Quiero matarlo, pero ni para eso tengo fuerzas.

Al estar envuelta en una toalla regreso al dormitorio, en donde buscar mi ropa interior es una tarea inútil.

Solo hay tela rota por todos lados.

La industria de la ropa estará contenta si existen mil hombres como este imbécil. Comprarían mucho, todo el tiempo.

Debí cambiar mi guardarropa y apenas tenemos unos días siendo novios. Si pasa más tiempo me quedaré sin nada.

Puedo caminar mejor, pero como si fuera poco, además de la falta de ropa, no tengo idea de donde estoy.

Emborracharse no es algo que le haga bien a nadie, menos a mí que, aún sin probar una gota de licor, amanezco con el maldito ruso que tiene la espalda abierta y no debo pensar mucho para saber que fui yo.

La sábana le cubre desde la espalda hasta las piernas. Debería verse feo, o al menos existir un momento, una situación o una forma en la cual se vea mal, pero no. Incluso dormido derrocha el atractivo que se carga.

Debería cortar su cabello, aunque esos lunares que tiene en el cuello de seguro no harían que se vea mal.

Debe dejar de gustarme. No es normal que lo vea y no pueda dejar de suspirar por él.

Pero la genética habla por sí sola. Su madre es preciosa, su padre...

Por Dios, Arleth. Es tu suegro.

¿Qué estupideces estoy pensando?

¿Es mi suegro? ¡Carajo, tengo un suegro!

¿Algo más que se me haya olvidado?

Sí, mi dignidad.

Esa la olvidé cuando me follé a un desconocido en un sitio desconocido. El mismo que veo removerse entre las sábanas, llevarse un brazo a su rostro y seguir durmiendo como si no me hubiese dejado el cuerpo como santo cristo.

Pero estoy tan enamorada del chef arrogante que me subo sobre él y comienzo a besarlo de la barbilla.

Sus ojos se abren y no dice nada, dejando que me salga con la mía. Solo me sostiene el trasero sobre su abdomen, en tanto su dureza se hace presente.

Ese tipo debería de darle sus genes a un laboratorio para que lo analicen, ya que no es normal que esté dispuesto a seguir una tanda de folladas de nuevo.

__ Tengo hambre. -me quejo sobre su boca.

__ ¿Qué se te apetece? - finjo pensar y él sólo me besa. Así no puedo hacerlo. No soy coherente cuando me sostiene de la nuca y me hace conocer la falta de raciocinio de alguien.

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